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ELECCIONES LEGISLATIVAS EN FRANCIA

Los socialistas franceses se juegan el domingo su futuro como alternativa de poder

Soledad Gallego-Díaz

El Partido Socialista francés (PS) no tiene, según todos los sondeos, ninguna esperanza de ganar las elecciones el próximo domingo. Sin embargo, en sus cuarteles generales no se respira un aire de derrota: "Perder vamos a perder, pero hay muchas formas de abandonar el poder. Con menos del 27% de los votos, nos iremos completamente derrotados y con la perspectiva de una complicada crisis interna. Con un resultado en torno al 30% podremos cantar en parte victoria porque nos habremos convertido en el primer partido de Francia y, por primera vez, en una auténtica alternativa de poder", explica un portavoz del PS.

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Los ánimos están excitados porque las expectativas de voto se sitúan entre el 27,5% y el 31%. El domingo, el Partido Socialista se juega algo más que la mayoría en la Asamblea Nacional. Se juega su futuro como fuerza de gobierno, como único grupo capaz de introducir en la vida política francesa el principio de la alternancia.Si el PS obtiene menos del 27%, estará obligado prácticamente a volver a la dinámica de la unión de izquierda, a resignarse a necesitar la ayuda del partido comunista. "El trabajo de 20 años quedará arrojado por la borda y habrá que empezar de nuevo", asegura un portavoz del partido.

Por el contrario, si consiguiera rozar la barrera mágica del 30%, el futuro del PS en solitario estaría garantizado, salvo cataclismos posteriores. "La alternativa de poder ya no sería la izquierda, sino el Partido Socialista. No sólo no estaríamos eliminados del panorama político, sino que habríamos logrado consolidar y fortalecer nuestra implantación y nuestro papel como único relevo posible", prosigue la misma fuente.

La batalla del Elíseo

El PS no consiguió llegar al poder en 1981 gracias a su propia fuerza. François Mitterrand logró, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sólo un 26% de los votos, el mejor resultado obtenido hasta entonces por los socialistas, pero aún insuficiente para instalarse en el Elíseo. En la segunda vuelta, la unión de toda la izquierda le dio la victoria. "Si logramos ahora rozar el 30% demostraríamos que cinco años de gobierno no nos han desgastado, sino que, al contrario, estarnos en progresión", afirma, esperanzado, el dirigente socialista.En cualquier caso, el mismo día 16 por la noche se. abrirá en el PS la batalla interna por la nominación del candidato a las elecciones presidenciales de 1988. El actual primer secretario, Lionel Jospin, tendrá que actuar con rapidez y firmeza si quiere que su autoridad no sea discutida.

Unos 40 antiguos ministros o secretarios de Estado, convertidos en simples diputados en el mejor de los casos, desembarcarán en la sede de la calle de Solferino dispuestos a recuperar su protagonismo en el interior del partido. Algunos de ellos, como el ex primer ministro Pierre Mauroy, han pedido ya la celebración de un congreso extraordinario.

Jospin parece no tener prisa, "primero", afirma uno de sus defensores, "porque durante los primeros meses todas las energías tendrán que utilizarse para apoyar a Mitterrand, caso de que se produzcan enfrentamientos con el nuevo primer ministro, y segundo, porque precisamente hay que evitar la guerra de personalidades y lanzar un debate más reposado y serio sobre cómo consolidar el partido".

Por el momento se dibujan dos líneas: la de quienes desean que el PS siga siendo un grupo identificado con la izquierda y la de quienes defienden que debe prevalecer la imagen de un partido de gobierno. Jospin teme que esa discusión se vea oscurecida por las luchas personales entre posibles candidatos a la presidencia en 1988.

"Lo único que está claro es que si Mitterrand desea presentarse a un segundo mandato tendrá el apoyo pleno del PS, y que si se abre la sucesión, el heredero tendrá que contar con el apoyo del partido y ser un candidato indiscutido", explican los seguidores de la línea del primer secretario. Hoy por hoy ninguno de los nombres posibles (Laurent Fabius y Michel Rocard incluidos) reúne esas condiciones.

"Los socialistas no son los que están más preocupados por la posibilidad de que antes de 1988 se produzca una crisis institucional. La campaña electoral del PS se ha centrado más en la polémica sobre la cohabitación o coexistencia entre Mitterrand y un eventual primer ministro de oposición que en enfrentamientos ideológicos. El Gobierno actual ha intentado obtener beneficios en la pelea explotando el miedo del elector indeciso ante una posible batalla entre los máximos dirigentes del país, y el propio presidente ha avivado varias veces el fuego, asegurando que no dimitirá a menos que pretendan arrebatarle sus funciones.

"Los franceses son partidarios del régimen presidencialista", aseguran en la sede del PS, "y el argumento de la crisis institucional jugará a favor de Mitterrand y de nosotros". El presidente de la República no ha explicado cuáles son los temas en los que no transigirá, pero otros, entre ellos el ministro de Economía, Pierre Beregovoy, se han encargado de hacerlo por él. "El primer ministro no podrá desautorizarle en cuestiones de política internacional, incluido el rechazo a la guerra de las galaxias norteamericana, ni recortar los de rechos sociales, ni privatizar indíscriminadamente las empresas públicas". "El presidente", añaden otras fuentes, "puede. considerar también causus. belli cualquier in tento de negar la nacionalidad francesa a los hijos de inmigrantes nacidos en suele) francés".

Preservar el recuerdo

"Provocar una batalla sobre cualquiera de estos temas con el riesgo de abrir una crisis institucinal", explica un portavoz socialista, "es una posibilidad que pone más nervioso al centro derecha que a no sotros mismos, porque serían ellos quienes pagarían el precio en 1988". "Mitterrand se encargará de preservar el recuerdo de los socialistas en el poder y de preparar el camino para que, en las elecciones presidenciales, el candidato del PS encuentre las menores dificultades posibles", termina, confiado, el dirigente socialista.

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