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Ráfols-Casamada: "Una pincelada es ya una forma"

El pintor del color expone en el Museo de Arte Contemporáneo la antológica de su obra abstracta

Parece un tablero de ajedrez en el que la guerra haya terminado por deformar las 64 casillas, pero, según evoca Albert Ráfols-Casamada, es en realidad el recuerdo de infancia de una cantera al pie de un bosque de pinos, que intentaba escalar cada verano y que, con el tiempo, ganó colores y se transfórmó en uno de los cuadros de su antológica: Canteras 1958. "Una pincelada es ya una forma", piensa este pintor de modales amables que considera su mayor aportación la de sus colores, y cuyas abstracciones contienen siempre una alusión a la realidad.

De la misma época es Blanco, 1960, una obra que, más aún que el resto de la exposición, requiere un espectador sin prisas, dispuesto a dejarse invadir -no se trata aquí de convencer- poco a poco.Es un lienzo en blanco atravesado por dos líneas blancas en el lugar en el que cruzan los trópicos, y en el sitio del Ecuador, una mancha suavemente oscura "como una línea de árboles o un río", sugiere el pintor. "El blanco equivale al espacio libre", propone Ráfols-Casamada, y habla también de cierto misticismo, aunque vagamente. Es dificil sorprender a este pintor de ojos y modales amables en una afirmación tajante. Tampoco se le pesca una raya, ni un color de una sola palabra, ni una forma específica, nombrable. De hecho la antológica no abarca toda su obra, sino sólo la que encuentra un lenguaje en la abstracción, tras lo figurativo. La muestra se exhibe desde ayer en el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), después de haberlo estado en la Fundación Miró de Barcelona.

Y sin embargo, siempre cuelga sus cuadros abstractos de clavos de referencias concretas. El clavo, a veces, se encuentra claro y visible en el centro geográfico de la tela, como en Crónica familiar 1962. Una placa ingenua y anticuada del número 50 de una casa, las fotos de un par de niños "como si estuviesen jugando en una portería", lo que tal vez es el alto de una puerta. Todos, elementos que reúnen lo que el pintor llama Ia poética de la sugerencia"; mas es una sugerencia distinta de la que pueden traer unas fotos ovaladas, por ejemplo, pues a los elementos de su obra "se les ha cambiado la sintaxis".

Un hombre se acercó al pintor en una exposición reciente y le dijo como si presentase la contraseña de un club: "¿Sabe? Yo tengo un cuadro suyo". El pintor se mostró educadamente interesado, sin saber que en ese mismo instante terminaba una búsqueda larga y ya casi desesperanzada. El artista y los organizadores de la muestra habían estado rastreando la pista de La emoción y la razón, pintado en 1965, pero el mundo de los coleccionistas había permanecido cerrado a sus pesquisas como un mejillón recalcitrante.

Es una de las obras más significativas de la muestra -y de ahí el empeño por encontrarla- Es un collage, "género en el que me ha ido bien", dice el pintor, y que puntea su obra como un viejo recurso amigo. En la obra figura además el rostro de una joven, un rostro inocente, de ojos transparentes y más bien serios y de pelo liso y largo. "Es una señorita que me gustó", bromea el pintor, aunque cuando se repiten rostros virginales en sus cuadros termina por reconocer que en ellos hay algo de ideal.

Melocotón y poesía

El gusto por el collage termina por crecer a veces en Ráfols Casamada hasta convertirle en un diario -un álbum de collages que termina por regalarle a su mujer como si fuese un cuento- o lo que llama objeto poético: una lata de melocotones en una pequeña vitrina artesanal de color azul, como en un culto de un juego para niños.Sólo en un punto el pintor quiebra la voz para subir la octava de una octava. Es cuando habla del color, y para intuir lo que puede significar, basta situarse a la entrada de su amplia exposición y mirar aquello como si fuese una marina. En su última época le ha dado por los verdes, apenas visibles antes. También es cierto que en Invernadero, 1982 -ese cuadro impresionista que se reproduce en el cartel y en el catálogo de la muestra-, "la luz del sol filtrada por las plantas" se reproduce sobre todo a base de azules. Esos azules de los que posee el secreto, que pueden envolver un objeto infantil y enigmático que se encontró en la calle (Sin título, 1960), o el de los arabescos modernistas, en punta de látigo, de su Homenaje a William Morris, 1963.

La última obra del recorrido es la que, tal vez, todos hemos querido pintar alguna vez: Viaje de noche. En efecto, ahí está la oscuridad y ahí están las luces fugaces de los coches. Y cuando se le pregunta si la sombra de una raya diagonal es el limpiaparabrisas, se ríe.

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