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LA LIDIA

Subidos a las barbas

Paco Alcalde, que triunfó ayer en Las Ventas, ordenaba a su picador, el Mejorcito, que se fuera del toro, o que no le anduviera, o que se abstuviera de picar, y el Mejorcito ni se iba, ni se paraba, ni se abstenía de picar. El Mejorcito hacía lo que le venía en gana, que es la regla de oro de todos los picadores de esta época, salvo tres o cuatro. Los picadores se les han subido a las barbas a los matadores, y no hay quien les apee.Los picadores no sólo se les han subido a los matadores a las barbas, sino también a los ganaderos, a la autoridad, al público y a la misma fiesta. Todo tiene sus precedentes, claro. Durante los años sesenta fueron la clase profesional más mimada del toreo. Salían encaramados en el percherón para fingir la suerte con aquellos eraletes afeitados y desmedrados, caricatura de toros, que no tenían nada que picar.

Plaza de Las Ventas

9 de marzo.Cinco toros de José Vázquez; cuarto, sobrero de Murteira. Con trapío y casta. Miguel Márquez: silencio en los dos. Paco Alcalde: silencio; oreja. Luis Reina: silencio; petición y vuelta.

Cuando se produjo la reacción natural contra el abuso, y las empresas se vieron obligadas a ofrecer toros enteros, la reacción de esta grey montada consistió en robustecer y embrutecer la cabalgadura, acorazarla aún más y triturar a los toros por las espaldas.

Como nadie intentó frenar esa carrera armamentista, ni ninguno fue expulsado del templo por bárbaro e iconoclasta, ahora, además de convertir a los toros en hamburguesa, a los matadores, ganaderos, autoridad, público y a la misma fiesta los mandan a freir gárgaras. Lo del Mejorozito de ayer es lo de todos los días y aún se han de ver cosas peores. Aún se ha de ver a los toreros llevando a caballo a los picadores, para que no se cansen.

Sacrificada de tan brutal manera, la corrida no pudo desarrollar en su justa medida la casta que tenía y hasta es posible que algunas de las bronquedades que exhibió fueran consecuencia de la mala lidia. Naturalmente, dadas las circunstancias, a los diestros se les acumulaba el trabajo en el último tercio. Y la verdad es que, los tres, estuvieron voluntariosos, responsables y valientes.

Miguel Márquez obligó cuanto pudo a su primero, que era de corta embestida, y abrevió con el cuarto, que le echaba la cara arriba. Alcalde banderilleó mediocremente al segundo y liquidó pronto su aspereza. Luis Reina consintió más de lo que merecía el peligroso sentido que desarrollaba el tercero.

Del quinto, cárdeno, serio y bonito, decía la afición que era "un toro de vacas". Tampoco conviene exagerar. Encastado y con síntomas de bravura, tomó fijo la muleta de Alcalde, pero eso se supo cuando Alcalde atemperó las asperezas del toro, lo cual es mérito del torero, no del toro ni de la afición. Instrumentó dos buenas tandas de naturales, una superior en redondo, bañó de torería los ayudados y cambios de mano, y mató a volapié neto. Consciente de que el éxito le llegaba como una bendición, a Alcalde se le saltaban las lágrimas, y le decía al toro que se muriera, muérete, bonito; que la emoción puede envolver en miel los corazones.

Luis Reina se confió con el sexto, y tuvo importancia, pues se trataba de un toro bronco y avisado, que en cuanto vio presa metió el pitón y le dio al torero una voltereta de abrigo. También cobró Reina una estocada volcándose sobre el morrillo, y se le entregó el público.

La inauguración de la temporada concluyó con resultado positivo. Dos toreros, Alcalde y Reina, mejoraron su cartel y ahora tienen abiertas las puertas de Las Ventas. Manolo Ortiz, con un par, y Orteguita con dos, dignificaron el tercio de banderillas. Se echó de menos, eso sí, que alguien dignificara el tercio de varas. Pero mientras los picadores permanezcan subidos a las barbas de todo el mundo, esa será empresa imposible.

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