Beethoven y Stravinski, frente a frente
Tras la insegura actuación del martes en la Misa de Liszt, el Coro Nacional se ha sacado la espina y ha compensado al director Maximiano Valdés, con su excelente trabajo en Persephone, de Stravinski, sobre texto de Gride. Se trata de una de las piezas helenistas que no constituyen período sino constante en la evolución del genial ruso, pues se inicia en 1906 con El fauno y la pastora y alcanza hasta Orpheus, de 1947.Quiere decirse que echar en el único saco del neociasicismo cosas como Pulcinella y Persephone es jugar a la ceremonia de la confusión, tan oficiada, por otra parte, en la historiografla y crítica musicales. Desde 1972, cuando dirigió esta obra Markevitch a la RTVE con la estupenda Claude Nolfier de recitadora y el cantante húngaro Lajos Kozma, me parece que no habíamos escuchado Persephone, que representa junto a Edipus Rex un momento de sumo interés en el curso creativo de Stravinski y también una de las muchas búsquedas que registra nuestro siglo en el terreno de la músíca dramática. "Todo compositor", decía Casella, en 1926, "siente dentro de sí, aunque sea. oscuramente, la necesidad de crear una nueva forma de teatro musical". (Es el tiempo en que Manuel de Falla, después de haber ensayado el mimodrama y el guiñol en El tricornio y el Retablo, soñaba, junto a Sert, con no se sabe muy bien qué soluciones plásticas, transparentes y grandiosas, para Atlántica.)
Orquesta y Coro Nacional de España
Director: Maximiano Valdés. Solistas: Hugh Tinney, piano; Loilis Devós, canto; Catherinde Seynes, recitadora. Obras de Beethoven y Stravinski. Teatro Real. Madrid, 7 de marzo.
La solución de Gide-Stravinski, iniciada en 1933, retorna una suerte de fusión entre el viejo melólogo y el oratorio, ampliado con la posibilidad de que Persephone practique con el recitado, el mimado y la danza. El encuentro con André Gide no discurrió por vías de acuerdo precisamente pues, para empezar, lo que más ilusionaba al compositor -el tratamiento silábico del francés-, menos satisfacía al poeta, cosa bien comprensible.
Volvió el excelente Louis Devós a lucir su larga maestría y encantó a todos la dicción y la entonación de Catherin de Seynes que, junto a instrumentistas y cantores, sirvieron a Valdés la versión clara y razonada que les pedía.
En la primera parte correspondió actuar al Premio Paloma O'Shea de la última convocatoria, esto es, al irlandés Hugh Tinney, a estas horas famoso a uno y otro lado del Atlántico, pues el galardón de Santander supone un lanzamiento total. La seriedad, limpieza y mesurada sensibilidad de Tinney quedaron patentes una vez más.
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