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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperanzas para el empleo

LA PUBLICACIÓN de los datos de la Encuesta de Población Activa correspondientes al cuarto trimestre de 1985 permite realizar un balance global de la evolución del empleo a lo largo del año. La población ocupada, en sentido estricto, aumentó en 45.000 personas, mientras que el número de desempleados creció en 65.000, hasta rondar la fatídica cifra de los tres millones de personas. El porcentaje de parados sobre la población activa se situó en el último trimestre del año en un 22%.Estos datos marcan una cierta ruptura con la tendencia a la destrucción de puestos de trabajo que se inició con la crisis económica. Hay que remontarse bastantes años atrás para encontrar un año en que la evolución del empleo fuese positiva. La evolución paralela del paro y del empleo se explica por el aumento de la población activa en 117.000 personas. Algunas declaraciones oficiales han atribuido este incremento de la población activa a la vuelta al mercado del trabajo de la llamada población desanimada, es decir, aquellas personas que no buscan trabajo porque están convencidas de antemano de no encontrarlo. Esta afirmación es, sin embargo, más que discutible: el aumento de la población activa en 1985 corresponde, en líneas generales, al de los años anteriores, y hay que ligarlo al crecimiento demográfico de la población. El único año en que la población activa no aumentó fue en 1984, y ello se debió a la fuerte caída del empleo; los desanimados de entonces aún no han vuelto a buscar trabajo.

En cuanto a la evolución del desempleo, es interesante comprobar que éste disminuyó en la industria y en la construcción, aumentando en los servicios y en la agricultura, lo cual produce una cierta sorpresa, habida cuenta del buen año agrícola registrado. En cuanto a los jóvenes, el número de desempleados aumentó en 55.000, lo cual viene a representar aproximadamente la mitad del crecimiento registrado en años anteriores. Esta evolución es interesante y se debe en parte a la entrada en vigor de las nuevas formas de contratación, más flexibles que las aplicadas hasta. entonces. La difusión de estas nuevas figuras jurídicas permite pensar que la economía española no es una excepción en el mundo y que también en ella se verifica la relación inversa entre la rigidez de las relaciones laborales y la creación de empleo.

Con todo, la propia estructura de este tipo de contratos puede generar falsas expectativas. Datos oficiales parecen demostrar que un elevado porcentaje -se habla de un 90%- de los contratos de trabajo que se vienen suscribiendo son de carácter temporal. Y que en los últimos meses del año -período que precisamente recoge la EPA- han sido especialmente fructíferos en este tipo de contratación. A pesar de lo cual, aunque no se renueven los contratos, siempre queda el inicio de una actividad profesional que puede facilitar una posterior contratación.

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El paro registrado ha aumentado en el mes de enero en casi 80.000 personas (entre 20.000 y 30.000, corregidas las variaciones estacionales), y una de las causas, según el Ministerio de Trabajo, es que al 31 de diciembre finalizaban miles de contratos temporales. Se corre así el riesgo de que los que en el tercer trimestre aparecían como ocupados aparezcan como parados en el primer trimestre de 1986. Porque lo que parece evidente es que la flexibilidad de contratación, que genera empleo, tiene, sobre todo, un efecto rotatorio del mercado de trabajo.

Quedan además algunos puntos oscuros. Aunque en el avance publicado no figuran datos precisos sobre el empleo asalariado, los correspondientes a los tres primeros trimestres de 1985 reflejan una evolución preocupante, puesto que el aumento de la población asalariada a lo largo de dicho período se debió casi exclusivamente al sector, público, que vio crecer sus plantillas en unas 100.000 personas. Es en el sector correspondiente a los no asalariados (pequeños agricultores y comerciantes, principalmente) donde se está destruyendo más empleo, y ello a partir de la segunda mitad de 1984. La recuperación económica del segundo semestre de 1985 no parece haber afectado a este colectivo. Y ello a pesar de que los esfuerzos de la Administración van por la vía de propiciar la aparición de los autónomos para reducir los índices de paro.

La esperanza puede venir de lo sucedido en la segunda parte del pasado año, que fue cuando se creó empleo. Los datos de la Encuesta de Población Activa confirman el resto de los indicadores disponibles y parecen mostrar que una aceleración del crecimiento económico puede reflejarse con cierta rapidez en un aumento del empleo asalariado. Tal vez sea ésta la principal enseñanza derivada de las cifras publicadas.

Habrá que convenir en que cualquier aparente mejora del desempleo hay que recibirla con una cierta cautela. Cuando las cifras de paro rozan ya los tres millones, no parece prudente echar las campanas al vuelo por una ligera recuperación del mercado de trabajo. Habrá que esperar su evolución futura antes de crear falsas esperanzas.

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