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El 'decálogo' puso fin a una etapa confusa

El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, mecanografiaba personalmente en junio de 1984 el documento base de lo que cuatro meses después sería llamado decálogo. Morán, que consideraba el documento superconfidencial, prefirió que aquellos papeles no pasaran por otros ojos que los suyos antes de ponerlos a disposición del presidente del Gobierno, Felipe González, y del resto de compañeros del Gabinete. Veinte meses después de su llegada al poder, el Gobierno se disponía, por fin a elaborar su política de seguridad y defensa, poniendo fin, en parte, a una confusa etapa de declaraciones contradictorias.

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González agregó a aquel documento inicial los deseos de integrar a España en la Unión Europea Occidental (UEO). Este propósito no era respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, en donde varios altos cargos consideraban que la UEO es más exigente que la OTAN, al obligar a una respuesta automática de sus miembros -en lugar de simples consultas- en el caso de que se produzca la agresión de un tercer país.Alguno de estos altos cargos especuló por entonces con la idea de que la inclusión de la UEO en el decálogo obedecía al deseo de tratar de europeizarlo.

El decálogo sería dado a conocer por González en un pleno de las Cortes el 23 de octubre de 1984, sin que previamente el Gobierno lo hubiera debatido. Según funcionarios cercanos a Morán, el asunto dio lugar a algún roce entre el entonces ministro de Exteriores y el presidente del Gobierno. Fernando Morán, según esta versión, insistió en que su borrador del decálogo fuera dado a conocer a todos los compañeros de Gabinete para que éstos lo debatieran, a lo que se negó Felipe González.

Rellenar el cheque

Personas que estaban ya entonces en el Gobierno achacan a esa falta de debate las encontradas declaraciones de miembros del Gabinete. Sin embargo, ya desde mediados de julio de 1983 ninguno de los miembros del Gabinete habla expresamente de la necesidad de sacar a España de la OTAN. Es entonces cuando empieza lo que el mismo González bautizó de "ambigüedad calculada".

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Según coinciden dos miembros del Gabinete, que han utilizado el mismo símil al ser consultados por este periódico, se trataba de "poner una cifra al cheque en blanco" firmado por el Gobierno de Unión de Centro Democrático (UCD) al decidir el ingreso de España en la OTAN.

Curiosamente, las manifestaciones de Felipe González y del vicepresidente, Alfonso Guerra, contra la presencia de España en la Alianza Atlántica cesan justo días después de que en junio de 1983 la cumbre comunitaria de Stuttgart decidiera la ampliación de la Comunidad Europea (CE) y, por tanto, la incorporación de España.

Es entonces cuando empieza el proceso de conversión de Felipe González al atlantismo. En los primeros meses de 1984, González comienza a insistir en la necesidad de que España participe en su "cuota parte" de responsabilidad en la seguridad europea, sin llegar a aclarar del todo si esta cuota debe cubrirse dentro de la OTAN o no.

También por entonces, con la experiencia que le da más de un año en el Gobierno, es cuando González comienza a afirmar que la soberanía española no se había resentido con la presencia en la Alianza Atlántica.

Una persona cercana a González en aquellos meses ha declarado a este periódico que no se trataba de vender la OTAN a los españoles, sino de que realmente González había descubierto, con cierta sorpresa, que la presencia en la Alianza Atlántica no dañaba la soberanía española e incluso que le daba un nuevo foro donde exponer sus puntos de vista.

En este sentido, González experimenta una evolución similar a la del ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de UCI), José Pedro Pérez Llorca. Uno de los diplomáticos más cercanos a Pérez Llorca en su época de ministro afirma que éste se terminó de convencer de la necesidad del ingreso en la OTAN después de un viaje a Estados Unidos.

Pérez Llorca -como luego dejaría claro en los debates parlamentarios de octubre de 1981- consideraba la permanencia en la Alianza como un contrapeso a la relación bilateral estadounidense, hipotecada principalmente por los intereses de Washington. El PSOE, en 1981, se opuso a esta tesis, pero el propio Felipe González terminaría haciéndola suya.

En el proceso de conversión atlantista de Felipe González desempeñan un importante papel algunos de sus homólogos occidentales, según relataba a este periódico uno de sus allegados.

Según esta fuente, influyeron sobre González sus buenas relaciones personales con los primeros ministros de Holanda, Rtiud Lubbers, y de la República Federal de Alemania, Helinut Kohl, ambos conservadores.

Lubbers y Kohl son -siempre según esta fuente- los dos dirigentes europeos con los que González mejor se entiende, si se excluye, naturalmente, al socialdemócrata sueco Olof Palme.

En la conversión atlantista de González influyen también las visitas que en mayo y junio de 1984 realizan a Madrid Lubbers, Kohl y el primer ministro italiano, el socialista Bettino Craxi. Es Craxi -quizá por hallarse por encima de toda sospecha, al ser correligionario de González- el que se expre sa con más claridad en Madrid, al establecer una relación directa entre la CE y la OTAN.

El primer ministro italiano hizo un símil entre la CE y una comunidad de vecinos, en la que todos tenían que aportar para el pago del sueldo y las armas del vigilante jurado.

Fue con ocasión del viaje de Craxi en Madrid, el 25 de mayo de 1984, cuando Felipe González lanza la idea de restablecer el consenso en política exterior. Según su teoría, este consenso se había roto en el año 1982, al entrar España en la OTAN.

"El restablecimiento del consenso", dijo González ese día, "es la máxima preocupación cuando hablo de la cuota parte de responsabilidad de España en la seguridad de Occidente". El presidente del Gobierno español puso como ejemplo de consenso Italia, en donde, recordó, todas las fuerzas políticas del arco parlamentario, comunistas incluidos, han terminado aceptando la estancia en la OTAN.

Restablecer el consenso

A partir de esta idea de restablecer el consenso comienza la cuenta atrás hacia el decálogo, que se sometería -sin excesivo éxito- a la aprobación de todas las fuerzas políticas españolas. Pocas semanas después, Fernando Morán redactaba a solas el documento que le serviría de- base. Pero el acercamiento a las posiciones de sectores internacionales fuertemente vinculados a las posturas atlantistas más duras había comenzado antes de la primavera de 1984.El 3 de mayo de 1983, durante su primera visita oficial a la República Federal de Alemania, González había mostrado su "comprensión" hacia la defensa hecha por Kohl de la instalación de los euromisiles. En aquel momento esta cuestión constituía el debate central de la política de la República Federal de Alemania, en donde socialdemócratas y verdes se oponían a la instalación de los nuevos cohetes nucleares norteamericanos en Europa.

A pesar de ello, en la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron en Bonn Kohl y González, éste dijo, después de que el primer ministro alemán explicara sus puntos de vista sobre los euromisiles: "Coincido totalmente con la exposición hecha por el canciller Kohl". Morán no escondió su enojo por esta frase y se dio inicio así a la primera gran crisis entre el entonces ministro de Asuntos Exteriores y el presidente del Gobierno español.

Las malas relaciones entre ambos, así como la ausencia de debates en el Gobierno sobre estos temas, multiplicaron las contradicciones. En septiembre de 1984, Morán afirmaba en un semanario que lo "coherente" era abandonar el comité militar de la OTAN si se pretendía seguir estando en la Alianza sin ejecutar la integración militar.

Hasta muy recientemente, el Gobierno no ha aclarado -y muy ligeramente- qué entiende por integración militar en la Alianza: la participación en la estructura de mandos de la OTAN. De, hecho, hasta el pasado verano, los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores habían elaborado doctrinas muy diferentes al respecto.

La de Exteriores -que era la más restrictiva- consideraba que la integración militar no era sólo la asignación de fuerzas a la Alianza y la participación en mandos, sino también la prestación de apoyo logístico, de terrenos para maniobras o la cooperación en obras de infraestructura.

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