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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mejor no necesitarlos

Dios te guarde, sufrido ciudadano madrileño, si los necesitas. Y ahí va un caso, a modo de triste ejemplo, que me tocó padecer. El pasado viernes día 7, a las nueve de la noche, me dirigía a recoger mi coche, perfectamente aparcado, cuando me encontré con algo habitual: otro vehículo en doble fila me impedía salir. Tras tocar el claxon durante 20 minutos, nadie acudió a retirarlo. Por desgracia, una ya sabe de la falta de educación, de cultura y de civismo de muchos de los habitantes de nuestro europeo país. Pero una, ingenua, honrada ciudadana, creía que el pagar sus impuestos, tasas, etcétera, le daba derecho a confiar en la policía de, su Ayuntamiento. Llamadas al 092, promesas de envío, lo antes posible, de una grúa. Transcurre media hora. Nueva llamada, a la que responden diciendo que no hay grúas disponibles, que ni siquiera saben quién me ha podido decir que iría una, que me dirija a otro teléfono. Otra llamada más. Tampoco aquí hay grúas, ni respuesta, ni posible solución.Cuarta llamada al 092. Ha pasado más de una hora. La persona que coge el teléfono muestra su extrañeza porque no hayan mandado ya un coche patrulla a levantar la denuncia. Recoge todos los datos y promete que en ese momento envía un coche al lugar de los hechos. Son las 10.45. A las 11 de la noche aparece el amo del coche mal aparcado, procedente de un lugar lejanísimo. Por supuesto, hace caso omiso de mis protestas y recriminaciones. Pasa ampliamente. Al fin puedo salir. Han pasado dos horas y la pesadilla ha terminado. No hace falta puntualizar que la Policía Municipal no llegó nunca.

La denuncia al coche mal aparcado está hecha. El Ayuntamiento cobrará su multa, pero a mí ¿quién me paga?, ¿quién me resarce de ese tiempo perdido?, ¿de la imposibilidad de llegar a una importante cena de trabajo que tenía?, ¿de la impotencia?, ¿de la ineficacia de una policía en la que confiaba?; ¿quién me salva de la irresponsabilidad de algunos ciudadanos y del caos y desorden de mi policía? Eso sí, una policía rápida y eficaz para fastidiar al honrado y salvar, como en este caso, al que seguramente y por costumbre comete infracciones. Un Ayuntamiento presto a subirnos el impuesto que nos permite circular. ¿Quién me convence a mí ahora de la necesidad y utilidad de pagar ese impuesto?

iGracias a mi policía! ¡Y aprenda usted un poco de civismo europeo, señor conductor!.- Lola Santa Cruz.

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