La abstención
Recibo carta de un amigo directivo en uno de los partidos que preconizan la abstención en el referéndum. Me invita a participar como interventor en la correspondiente mesa, pese a mi no pertenencia ni a ese partido ni a ningún otro. Mi respuesta ha sido clara. No lo he dudado un momento. "No, muchas gracias". Dada la importancia del tema debatido en sus aspectos generales, considero que tanto las razones de mi amigo como las mías puedan interesar al lector. Se refiere él a la conveniencia de apoyar la abstención defendida por su grupo, y, en consecuencia, a evitar posibles manipulaciones en las urnas a favor del sí, lo cual es ya, a mi juicio, una suposición gratuita, en el mejor de los casos, mientras no se demuestre lo contrario,A mi juicio, mi amigo acierta al afirmar que la actitud del Gobierno ha sido poco afortunada en lo referente a la OTAN. Dar un giro de 180 grados en tema tan importante no puede justificarse tan sólo por el reconocimiento del error en el que se estaba antes de acceder a la responsabilidad y conocimiento del poder. Estos errores en política se pagan. 0 dimitiendo, o perdiendo credibilidad ante el cuerpo electoral para la siguiente elección legislativa, lo cual viene a ser lo mismo; distintas formas de abandonar el poder, voluntaria la una, obligada la otra. '
Una vez sentada esta premisa, entiendo que su reconocimiento y aceptación nada o poco tienen que ver con la valoración del referéndum,. pues, por equívocamente planteado que éste pueda estar, su contenido no se relaciona con un contencioso político interno, sino per accidens. Su alcance es nacional e internacional, por lo que rebasa el marco propio de los partidos. En consecuencia, lo ortodoxo es sostener la conveniencia o no de seguir estando de esta o aquella manera en la OTAN, o, por el contrario, abandonarla con una respuesta que, por sus matices interpretativos ha de ser sí, no ,o el voto en blanco.
Lo que me parece insólito -y lo digo con todos los respetos- es propiciar la abstención como respuesta, aunque se trate de presentarla como activa. Pues en toda abstención colectiva no cabe medición ni de intenciones ni de matices, ya que la totalidad de omisiones queda englobada en el absentismo general, donde es imposible su capitalización en un sentido determinado.
Por muchas vueltas que se le dé, la abstención no rebasa el encogerse de hombros. Así se convierte un asunto nacional e internacional en uno partidista, al hacer prevalecer la visión particular a la general, la individual a la colectiva, el partido -la parte- al todo. En este sentido, voy a recordar dos o tres argumentos. Son los siguientes.
Soberanía popular
La democracia se basa en la soberanía popular y en la voz de ésta. Un país mudo está abdicando su poder. Un cuerpo electoral que no acude a las urnas está socavando consciente o inconscientemente la democracia. Pues ésta dejaría de existir en el mismo momento en el que la nación no participe, le dé la espalda. Habrá que sustituirla por otra concepción del Estado, no simplemente por un cambio de Gobierno. Mientras la consulta proceda de un Gobierno legítimo, sea cual fuere su naturaleza y forma, la abstención minará la legalidad vigente, al estimular los demonios nacionales de la desobediencia civil, la insolidaridad, la irresponsabilidad, la atonía y la indiferencia. En definitiva, estará recluyendo al ciudadano a su mera vida privada, conduciéndole a la condición de súbdito, de sujeto pasivo Por eso es insólito que un partido del arco constitucional reclame abiertamente la abstención. 0 no sabe lo que se está jugando al sentar tal precedente, o lo sabe demasiado bien.
Otro argumento es éste. Un resultado electoral, sea cual fuere apoyado tan sólo por una minoría del país, arma a los enemigos de la democracia, es decir, del orden constituido. El totalitario que rechaza, por ejemplo, la libertad por suponer que su alcance sólo llega a que algunos vivan debajo de los puentes, igualmente rechazará democracia cuando ésta pase a ser un juego de minorías, en cuyas de cisiones la mayoría del país está ausente. Pues si se trata de componer minorías rectoras es preferible la aristocracia de los selectos, el partido único, a la plebe atomizada y anónima. Que decidan los mejores y no los más. Véase que acaso no les falte alguna razón.
Conviene recordar que la abstención para un caso particular es imposible, pues el comportamiento cívico es tan indivisible como la propia libertad. Si ahora se admite como moralmente lícito empujar al país a la rebeldía civil, por edulcorada que ésta sea, mañana no será posible negar a otro sector social el mismo derecho. Tal perspectiva de futuro, que puede conducir a la degradación de las instituciones, es algo incomprensible e indeseable para la Comunidad Europea, en la que acabamos de ingresar. ¿Cómo explicar a un europeo que los partidarios españoles de la integración plena se abstengan y permitan acaso por ello la victoria electoral de los adversarios de tal integración? "Ah, ces espagnols! ¿No advertimos que iban a ser unos socios inadaptables a nuestras reglas del juego? Los hechos lo confirman. Voilà -
Voy a terminar. Sólo me queda por añadir que no pretendo en absoluto apoyar a un Gobierno que me ha defraudado en varios aspectos, ni espero de él canongía alguna, ya que en muchos campos me siento más próximo al modelo de sociedad de grupos liberales y regionalistas ajenos a él. Sólo me mueve la dignidad moral y el respeto que me debo ante mí mismo y ante mi país. Y la obligación moral, por tanto, de contribuir a que el carnaval no se convierta en el emblema de España ante la Comunidad Europea.
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