La guerra de los tractores
EN UNA operación que se ha extendido por buena parte de la geografía española, los agricultores han vuelto a sacar los tractores a los arcenes de las carreteras. La guerra de cifras entre los convocantes y la Administración (de 20.000 a 5.000 tractores, respectivamente) no disminuye la importancia del conflicto, que recuerda inevitablemente las protestas agrarias de los primeros años de la transición democrática. Con esta acción, los hombres del campo volvieron el pasado fin de semana a elevar el tono de sus protestas. Y no son pocas las razones esgrimidas: promesas incumplidas, problemas para la comercialización de productos que sufren deterioro de precios en el mercado, petición de mejoras en la cotización de la Seguridad Social agraria. El centro del asunto, sin embargo, está en la integración en la Comunidad Europea.Acosado por los males del mini y del latifundio, el campo español carece de explotaciones con dimensiones aptas para afrontar la competencia que le han de presentar las explotaciones modernas. Los pasos dados hasta ahora para racionalizar la producción son modestos, y muchos agricultores y otros tantos ganaderos se encontrarán en posiciones marginales ante la Comunidad. Ciertamente que el proteccionismo comunitario en materia de agricultura reportará a medio plazo beneficios para el campo. Por ejemplo, por primera vez en su historia, los hombres del campo español podrán acometer una siembra sabiendo de antemano el precio mínimo de sus productos. Pero es verdad que estos beneficios sólo podrán disfrutarse plenamente al cabo de 10 años. Mientras tanto habrán de cambiar muchas cosas, y el granjero tendrá que incorporar los métodos y usos productivos de franceses, holandeses o alemanes. Para ello se requieren inversiones cuantiosas, y buena parte de los agricultores considera que las ayudas que les proporcionará la CE son insuficientes. En especial, sectores como el de productos lácteos, carne de vacuno y algunas producciones cerealeras serán irremisiblemente dañados.
Tras esta situación objetiva, sin embargo, late también como factor de protesta una razón política y sindical, a la que podría considerarse desencadenante de esta movilización convocada por la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). La COAG es una organización de carácter progresista, con fuerte representación de agricultores pequeños y medios en regiones con agricultura pujante. Y la COAG ha pretendido mostrar con esta acción, ante quienes pretenden regatear su representatividad, el poder de convocatoria con que cuenta.
Ante la Comunidad Europea están representados los agricultores, al igual que las asociaciones de otros sectores productivos y de consumidores. Constituyen estas asociaciones lo que se llaman las instituciones paracomunitarias, sin poder de decisión pero con enorme influencia; y más en el caso de los agricultores, puesto que dos tercios del presupuesto comunitario va destinado a garantizar los precios y financiar los excedentes de la política agraria común. El Comité de Organizaciones Profesionales Agrarias (COPA) negocia en Bruselas los temas de precios que se deciden en la primavera de cada año. De este importante organismo, sin embargo, ha quedado marginada la COAG. Se encuentran dentro de la COPA, por el contrario, la Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos (CNAG), organización integrada en la patronal CEOE, los Jóvenes Agricultores, UFADE (Unión de Federaciones Agrarias de España) y UPA (Unión de Pequeños Agricultores), que, en conjunto, y especialmente UFADE y CNAG, decidieron vetar, por razones políticas, el ingreso de la COAG.
En este conflicto, el Ministerio de Agricultura dice ser un invitado de piedra, puesto que el COPA es un organismo que integra asociaciones privadas. Sobre el papel es cierto, pero nadie sabe que haya ejercido de manera decisiva su influencia, antes del 1 de enero, para que sea la totalidad de los sindicatos agrarios la que tuviera representación en Europa. Actitud que se explicaría por la política emprendida por el Ministerio de Agricultura y a la que no convendrían los matices más radicales de la COAG.
El conflicto, pues, que ha llevado a la movilización de miles de tractores durante el pasado fin de semana está más nutrido de elementos políticos y luchas intrasindicales que de las tradicionales, y todavía pendientes, reivindicaciones del campo español. Un conflicto que de otra parte se desvanecería si, como algunos pronostican, la COAG fuera aceptada como miembro de la organización comunitaria en la próxima reunión que celebrará el COPA a finales de este mes.
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