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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una gran violinista para una gran orquesta

Una de las grandes orquestas londinenses,o sea, una de las grandes del mundo, la Royal Philharmonic, se presentó dentro del ciclo Ibermúsica-ERT con un programa de repertorio absoluto: el Concierta para violín de Brahms y Scherezade, de Rimski Korsakov. Dirigió un joven-viejo amigo de la casa, el soviético Yurí Temirkanov (Zaragej, 1938), que a sus dotes de comunicatividad, flexibilidad y experiencia une un impulso expresivo muy fuerte y una gran simpatía.Protagonizó el concierto brahmsíano la excelente violinista israelí Miriam Fried, que en 1971 se hiciera con el premio Reina Isabel de Bélgica y seis años más tarde con el Paganini de Génova. En su versión de la obra resplandecieron una técnica firme y preciosista, un sonido luminoso más aéreo que denso, un fraseo perfecto con un punto mínimo de arrastre que enriquece la afectividad expresiva y denuncia la herencia de uno de sus profesores, el ruso Ivan Galamian. Características que habría que mezclar con otra herencia: la pureza transparente de Isaac Stern. La colaboración de los filarmónicos y Temirkanov fue excelente, aun cuando director y orquesta mantuvieron su "ideal sonoro" tendente a la densidad y riqueza de frecuencias graves. Un triunfo clamoroso se tradujo en incontables salidas de la intérprete y el maestro.

Obras de Brahms y Rimski Korsakov

Orquesta Royal Philharmonic de Londres. Director: Y. Temirkanov. Solista: M. Fried, violinista. Teatro Real. Madrid, 12 de febrero.

Si se piensa que el mismo año que Scherezade nacen las sinfonías primera de Mahler, quinta de Chaikovski y la de César Franck, puede calibrarse la variedad creativa de la música europea al declinar el siglo XIX.

Pocas obras causaron tanta impresión y ejercieron tan grande influencia como la suite sobre Las mil y una noches, que el coreógrafo Fokine (levó al ballet en 1910. Después de Rimski Korsakov muchos aprendieron a orquestar de otro modo y los descubrimientos del compositor del Capricho español en materia de color, ritmo, mezclas e individualización instrumental ejercieron su fascinación durante varias décadas.

Obra un día más que popular, y más tarde casi incurra en la Unterhahungmusik, su aparición en los programas de hoy en día ha perdido frecuencia y parece cosa reservada a los maestros fabricantes de primores sonoros. Y es imposible no recordar lo que hace Celibidache con el poema de Rimski. No los hubo, en la más exigente medida, en la versión de Temirkanov y los filarmónicos, pero todo sonó I con convicción y calidad.

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