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INCIERTO FUTURO EN FILIPINAS

EE UU, convencido de que Marcos ha sido derrotado

Francisco G. Basterra

Estados Unidos pidió ayer a Marcos que negocie con la oposición un Gobierno viable para evitar el caos en Filipinas. La eventualidad de que Marcos se convierta en un segundo Duvalier o, lo que sería aún peor para Estados Unidos, en una repetición del sha de Irán, provoca serios temores en Washington, donde la Admínistración está convencida de que Corazón Aquino ha ganado las elecciones. El presidente mantiene silencio sobre los comicios y no habrá ningún pronunciamiento oficial hasta que hoy reciba a la comisión de congresistas que ha asistido a la votación -a la que han calificado de "manipulada y fraudulenta"- y se dirija al país en una conferencia de prensa.

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Algunos congresistas y comentaristas de prensa afirman que lo que tiene que hacer EE UU es "enviar un avión para sacar a Marcos del país". "El resultado no está aún claro, y no tenemos todavía todos los datos. Estamos preocupados por los informes de violencia y fraude", se limitó a afirmar ayer el portavoz presidencial, Larry Speakes.La Administración envió ayer, sin embargo, el siguiente mensaje a Manila: que los partidarios de Aquino trabajen con Marcos para formar un Gobierno viable, sin acudir a la violencia. No se trata de la sugerencia de un Gobierno de coalición, sino de decirle a Marcos que no tiene más remedio que tener en cuenta la realidad y negociar con la oposición.

Amenaza de guerra civil

La presión de la opinión pública mundial y la amenaza de una guerra civil podrían hacer reconsiderar a Marcos su intento de aferrarse a la presidencia, confiaron fuentes gubernamentales. El todavía presidente filipino, desafiante, afirmó el domingo en la televisión norteamericana que tiene un mandato para seis años más, y sugirió que, si a EE UU no le gusta el resultado electoral, él podría buscar un modus vivendi con la Unión Soviética.

Washington está tratando también de que Cory Aquino no cumpla con su promesa de convocar manifestaciones de protesta contra el robo de la elección por parte de Marcos.

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El presidente Reagan, enfrentado al mayor problema internacional de su presidencia, duda sobre qué hacer para defender los intereses estratégicos de EE UU en Asia, amenazados por la decisión de Marcos de aferrarse al poder. Pero, al mismo tiempo, la necesidad de contener la rebelión comunista en Filipinas -el objetivo prioritario de Washington- hace que sectores de la Administración norteamericana desconfien de un nuevo régimen encabezado por Corazón Aquino, y prefieran sostener aún al viejo amigo y aliado. Aun así, un alto funcionario comentó este fin de semana que "si Corazón Aquino gana, las cosas pueden empeorar, pero también mejorar; por el contrario, si triunfa Marcos, la situación sólo puede agravarse".

La abrumadora atención prestada por las televisiones norteamericanas a las elecciones, que han sido seguidas en este país minuciosamente en directo desde hace semanas, y la decisión personal del presidente Reagan de enviar una comisión parlamentaria de seguimiento de la votación filipina hacen aún más dificil la salida para la Administración.

La opinión pública ha podido ver el alto nivel de violencia, fraude e intimidación en que se ha desarrollado el proceso, que ha hecho decir a un funcionario del Departamento de Estado norteamericano: "Estamos disgustados, pasmados y consternados". Si se hubiera contado limpiamente, piensa el citado departamento, Corazón Aquino obtendría el 65% de los votos. Pero la Casa Blanca ha ordenado que se mantenga el silencio oficial mientras medita una respuesta, que comenzó a prepararse el domingo en reuniones de emergencia celebradas por altos cargos del Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de Estado.

Reagan pidió el pasado 30 de enero unas elecciones con credibilidad y, a cambio, prometió un aumento sustancial de la ayuda militar y económica a Filipinas, para que, "sea quien sea el elegido", inicie profundas reformas.

Para Estados Unidos, el resultado del voto ha originado la peor situación posible. Las elecciones, convocadas por el presidente Marcos bajo presión norteamericana para demostrar que aún sígue siendo el hombre fuerte e indispensable para gobernar su país, han ofrecido el peor resultado. La Administración confiaba en una clara victoria del actual presidente en unos comicios relativamente limpios, que serviría para ir preparando la transición de la era Marcos, que ya se da por concluida, mediante una posible cesión de poderes en un vicepresidente, ante la certeza de que el debilitado jefe del Estado no sería capaz de concluir su mandato. Marcos se vena asi presionado a realizar las reformas económicas, políticas y militares que exige Estados Unidos. Por el contrario, el resultado es una elección sin ganador cierto y un Marcos más débil que nunca para enfrentarse con la rebelión comunista del Nuevo Ejército del Pueblo. Para Estados Unidos, lo esencial ahora es el nacimiento de un Gobierno fuerte que pueda enfrentarse sobre todo con la insurgencia guerrillera.

Sólo con un Ejecutivo sólido en Manila, Washington podría seguir manteniendo en Filipinas las bases más importantes que tiene en el mundo, la naval de Subic Bay y la aérea de Clark. Estas instalaciones son, según el Pentágono, irreemplazables.

El castigo del Congreso

La Casa Blanca ha anunciado. también que no cortará la ayuda a Filipinas porque esa no es su forma de hacer las cosas. Sin embargo, el Congreso, cuya irritación contra la corrupción de Marcos ya fue manifestada antes de las elecciones, utilizará el arma de la ayuda -184 millones de dólares este año y 228 millones solicitados para el año fiscal 1987- para castigar al presidente filipino.

La ayuda será reconsiderada, advirtió ayer el congresista Stephen Solarz, presidente del subcomité de la Cámara de Representantes encargado de Filipinas. Para Solarz, si la elección presidencial es, simplemente, robada y no se tiene en cuenta la voluntad popular, Filipinas puede verse arrastrada al umbral de una guerra civil.

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