Besar da vida
Que cunda el pánico: la dulce boca gongorina que a gustar convida, amantes, no toquéis, si queréis vida: ¡da SIDA! Deje de ser el amor un lucreciano mezclar alientos y saliva: ¡da SIDA!O no, pues todavía no hay jurisprudencia establecida. Pero, mientras se dilucida si da si no da SIDA besar, ya se han ocupado la moral majority y la Santa Sida, portadoras y transmisoras duopolísticas de¡ síndrome de impunodeficiencia mental adquirida, de difundir la especie de que el beso mata, para mantener a la gente embelesida y entontesida. Los sidarcas de la nueva castidad han conseguido crear una sidosis colectiva de acaparamiento, para controlar la producción y distribución de besos, esos bienes buenos, bonitos y baratos de primera necesidad que últimamente se estaban sustrayendo a sus leyes del mercado moral. Y el beso, esa introducción bilingüe al acto de amor y no a la guerra; intento irreverente de pegar dos almas con salivilla; solidario chocar los esqueletos por los dientes; trabalenguas ante el cual se le luenga la traba a la moral cristiana, vuelve a escasear en el mercado negro de los enemigos del alma.
Por sida acaso y sidas moscas, un beso de amor, ni siquiera de hermano o besamano, no se le da ya a cualquiera. En la jet sidaiety, a modo de preserbesivo, se imparten los ósculos aventándolos en la parva de la mano y dando a todos por besados. Y en la ardiente oscuridad del cine de barrio ya no se siente de repente el fuerte latido-suspiro-chasquido de un beso febril, sino el murmurio de diálogos secretos posbecquerianos:
Él (con voz transida): Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo: por un beso... ¡yo no sé qué te diera por un beso ... !
Ella (despavorida): ¡El SIDA!
Pero todavía somos muchos (y, no pocos, machos) los que seguimos defendiendo como Leónidas esas inagotables e irremplazables Termópilas del amor que son los besos. Y frente a las maniobras disolventes de los persidas, algunos, incluso, creemos firmemente que, mientras exista una mujer hermosa y sentirse puedan en un beso dos almas confundidas, besar seguirá dando vida. Y no otra cosa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.