La diabetes reconcilia a Habib Burguiba con su esposa, Wassila
La burguesía tunecina se divierte, permanece atenta y se interesa estos días por una historia de amor, a modo de novela rosa, en la que los protagonistas son el anciano presidente, Habib Burguibal de 82 años, y su esposa, Wassila, mucho más joven que él, poderosa mujer a la que se sitúa en el dominio de los entresijos políticos de este pequeño país norteafricano. Wassila se encuentra internada en una clínica de la capital, aquejada de un ataque de diabetes, y su anciano marido no vacila ni un sólo día en ir a visitarla, rodeado de una corte de ministros sonrientes y repetidores de frases amables y expresivas sobre una mejoría de la enferma. Sin embargo, hace tan sólo unas semanas todo era distinto.
Wassila, aún no aquejada de la dolencia, vivía sola y prácticamente olvidada por esa corte que ahora la visita, en una casa de La Marsá, barrio residencial de las afueras de Túnez, después de haber discutido con su marido y haber decidido -no se sabe si por cuenta propia o ajena- dejar al anciano presidente en la soledad de los salones del fastuoso palacio de Cartago. Llegó a hablarse hasta de divorcio, provocado por una cuestión de celos; pero la historia general, una secuencia real aparentemente frívola y extremadamente curiosa, tiene incluso su argumento político.En los colegios y liceos de elite que albergan a hijos de diplomáticos y ejecutivos, nacionales y extranjeros, y a jóvenes de las mejores familias tunecinas, los adolescentes comentan entre clases y se intercambian las últimas novedades, obtenidas la noche anterior en torno a la cena familiar, sobre las aventuras y desventuras del viejo presidente y su esposa, Wassila.
Fue la enviada especial de Le Monde, Françoise Chipaux, la que destapó los primeros apuntes de este caso, y el día que publicó su artículo, el periódico francés, que no fue censurado, se agotó en los quioscos.
La reconciliación entre el presidente y Wassila, veterana militante del Partido Socialista Desturiano (en el poder),con la que se casó hace ya años, tras divorciarse de la francesa Mathilda (Mufida, tras su conversión al islam), ya fallecida, y madre de Habib Burguiba junior, único, hijo del presidente, se produjo inesperadamente, al decidir el combatiente supremo acudir a la clínica y reanudar. las relaciones con su esposa.
Celos o corrupción
Aunque hay quien asegura que Wassila salió del palacio de Cartago por unos supuestos celos, debidos a la influencia que estaba alcanzando la sobrina de Burguiba_Saida Sassi, lo cierto es que todo tiene su origen en un reciente discurso presidencial en el que el combatinte supremo lanzó una frase que hizo temblar a gran parte de los hombres influyentes de este país: "Consagraré el resto de mi vida a combatir la corrupción".Ahí empezó la discusión en el palacio de Cartago. Burguiba decide primero destituir a un alto ejecutivo de Tunis Air, la compañía nacional de líneas aéreas regulares, y posteriormente meter mano a la empresa constructora que hizo la ampliación de la autopista qué une la capital con la localidad turística de Hammamet, cuyo tramo de continuación fue inaugurado el pasado verano y que, sorprendentemente, a los pocos meses de su puesta en funcionamiento apareció con grietas en él sistema de puentes.
En ambos casos intervinieron ante el presidente la propia Wassila y Burguiba junior, como protectores de los afectados por las decisiones presidenciales, quienes recomendaron al veterano jefe del Estado prudencia y reflexión ante la sospecha de que se extendiera la inquietud y la incertidumbre entre la clase económica y política del país.
El primero en salir de Cartago fue Burguiba junior, que fue desposeído de su cargo de consejero presidencial, seguido de Wassila. Curiosamente, estos dos personajes nunca llegaron a formar antes una buena alianza, aunque las circunstancias actuales les hayan hecho coincidir en planteamiento y en destino.
Informaciones oficiales, principalmente centradas en el caso de Burguiba junior, confirmaban a los pocos días las discusiones palaciegas.
Ahora, producida la reconciliación entre el presidente y su esposa, que se interpreta como un gesto de cariño, la incógnita está en si Burguiba junior será visto nuevamente por el palacio de Cartago. Unos apuestan a que sí y otros a que no, aunque todos coinciden que, con esta decisión de su padre y presidente, Burguiba junior ha perdido cualquier aspiración de ser alguien en el posburguibismo. Quizá, la poca que le quedaba tras la consagración como delfin del primer ministro, Mohamed Mzali.
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