La magia del violín
Orquestas RTVE y ONE.Violinistas: C. Edinger y R. Oleg. Obras de Chaikovski, Mendelssohn, Debussy, Ravel, Musorgski-Ravel y Strauss. Teatro Real, 30 y 31 de enero.
Pintaron violinistas en las orquestas madrileñas: Christiane Edinger (Potsdam, 1945) tocó con la RTVE el Concierto de Chaikovski; Raphael Oleg (París, 1959) protagonizó, con la Nacional, el de Mendelssohn. En ambos casos, el éxito estuvo en consonancia con los grandes méritos de los instrumentistas visitantes.
Christiane Edinger es campeona de la música de nuestro tiempo, desde los viejos leones -Blacher, Hindemith, Einem- hasta los maestros de hoy: Maderna, Penderecki o Cristóbal Halffter. Al mismo tiempo, Christiane Edinger, música por naturaleza, practica con brillantez el gran repertorio. No en vano sus maestros se llamaron Vittorio Brero, Joseph Fuchs y Nathan Milstein, una trinidad representativa de una cierta manera de pensar la música y de abordar el virtuosismo violinístico.
Belleza de sonido, técnica donúnadora, sin divinización, expresión acusada incluso a través del gusto portamentista lucido en el allegro inicial de la obra chaikovskiana, ritmo y dinámica seguras y bien planificadas, amplitud de arco, precisa afinación, dieron lugar a una interpretación espléndida, a la que unió su voz la Sinfónica de RTVE guiada por su titular, Gómez Martínez, con firme voluntad de identificación.
Raphael Oleg tiene ahora 27 años, y saltó a la fama después de ganar el gran premio Marguerite Long-Jacques Thibaud el año 1977. Su ascendencia fue Henryk Szeryng, primero, y Pierre Amoyal, después. Su don, el de un músico elegante, cuidador del preciosismo sonoro y virtuoso nato. El Mendelssohn de Oleg fue irreprochable y de un atractivo más meritorio por cuanto se basa en la más rigurosa pureza de estilo. La tersa versión fue seguida puntualmente por el maestro Jean Fournet, antiguo amigo "de la casa".
Es Fournet (Rouen, 1913) tan valioso intérprete de Debussy y Ravel como personal imaginador de Richard Strauss. Tres ideales sonoros, definitorios de la Europa musical en el cruce del XIX y el XX, que el maestro francés sirve con pensamiento diferenciado: pleno de color, apasionado y realista en el caso del Don Juan, de Strauss; plagado de sutileza, transparente de colores, sugerente y distanciado, en la transposición debussyana de Mallarmé, La siesta de un fauno, o en el neohelenismo gestual de Daphnis et ChIoé, de Ravel. Un éxito grande acompañó la labor de Fournet.
Por su parte, el granadino Miguel Ángel Gómez-Martínez, siempre vivaz e incisivo, consiguió en los Cuadros de una exposición, de Mussorgski-Ravel, lo mejor, a mi juicio, de cuanto le he escuchado desde su designación como titular de la orquesta radiotelevisiva. Página difícil de realización y nada fácil de concepto, Gómez-Martínez unifica y relaciona sus partes a través de una bien organizada continuidad. Recibió muy largos aplausos, lo que no sucedió después de su desvaída Alborada del gracioso, a la que, supongo, no pudieron dedicarse los ensayos necesarios.
Babelia
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