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La guerra entre Burkina Faso y Mali refleja la rivalidad entre las superpotencias

El secular reparto de áreas privilegiadas dependientes de París (con centros en Senegal, Costa de Marfil, Chad, Togo y República Centroafricana) y Londres (con epicentro en Nigeria, Sierra Leona y Ghana) fue alterado por la intensa, pero frágil, sovietización de Guinea-Conakry, Benin y la propia Ghana y con la paulatina americanización de Costa de Marfil y Nigeria, a lo que hubo que añadir bruscamente el idilio iniciado por los regímenes de Chad, Níger, Mak y Mauritania tras la visita a la zona que realizó, el pasado mes de marzo, él vicepresidente norteamericano, George Bush. Estados Unidos pretende lisa y llanamente ocupar el lugar del decadente imperio colonial francés.Los países más importantes del área, productores de materias primas y enlaces importantes del comercio internacional, han ido paulatinamente aceptando las condiciones del Fondo Monetario Internacional para enderezar sus economías, seriamente maltrechas por años de mala gestión, despilfarro y corrupción. Ni la bauxita de Guinea, ni el cacao de Ghana, ni los codiciados frutos tropicales de Costa de Marfil han servido a estos países como motor para sus respectivos desarrollos. Los lazos económicos con las antiguas metrópolis se debilitaron hasta tal punto que, para garantizar la estabilidad política, los Gobiernos de estos países se vieron obligados a acudir a Washington, iniciando así un sensible cambio de alianzas. Fenómeno que llegó a producirse incluso en regímenes considerados como aliados tácitos de Moscú, tales como el del capitán Jerry Rawlings, en Ghana; el de Mathicu Kereku, en Benin, y el de Musa Traoré, en Mali.

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Así, lo que hasta hace unos años no era más que un inevitable litigio de vecinos y la expresión de los vaivenes de humor con las metrópolis se está convirtiendo paulatinamente en el reflejo de la disputa mundial de las grandes potencias. Prueba palpable de esta evolución: hace un decenio, Mali y Alto Volta guerrearon durante dos semanas con armas francesas; hoy, Malí ha utilizado armas estadounidenses y el otro país, rebautizado como Burkina Faso, armas soviéticas. Las simpatías de las cancillerías hacia los respectivos contendientes no son sino la prolongación directa de las alianzas internacionales de ambos.

Durante su reciente gira por la zona, el líder libio Muammar el Gaddafi fracasé en Bamako en su intento de mediación entre los dos países al pedir un neto distanciamiento del régimen de Mali con respecto a Estados Unidos. Musa Traoré no aceptó el radicalismo islámico y antioccidental de su invitado de honor. En cambio, en Uagadugu, el acuerdo sobre problemas internacionales fue casi total entre el líder de la Yamahiria y el capitán Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso.

A pesar del notorio islamismo de Traoré, Gaddafi se sintió más atraído por los proyectos políticos del pragmático Sankara, quien no quiere es ningún emblema religioso para no alterar la tradicional estabilidad de un país con un 30% de cristianos; otro tanto, de musulmanes, y el resto, de animistas.

No obstante, la hostilidad lógica de las superpotencias se alimenta de factores regionales que tienen gran peso a la hora de tomar decisiones. Bamako no ha digerido todavía el golpe infligido por Uagadugu al expulsar, hace dos meses, al maliense Drisa Keita, secretario general de la Comunidad Económica de África Occidental (CEAO), tildado de persona no grata por el Gobierno burquinés.

La ausencia de Mali en las jornadas de solidaridad de la juventud de la CEAO y anteriormente en la conferencia de minisitros de Pesca de la comunidad regional hizo pensar no sólo en el probable fracaso de la próxima conferencia cumbre de la organización, prevista para enero, sino en la inminencia de un aumento notable de la tensión entre los dos países.

La irritación de Musa Traoré frente al radicalismo juvenil de Thomas Sankara se agravó considerablemente estos últimos meses, al fracasar todas las misiones de conciliación dirigidas a disuadir al presidente burquinés de realizar el juicio contra Mohamed Diawara, el todopoderoso magnate del club de Dakar y ex presidente de la comunidad. Este ex ministro de Finanzas de Costa de Marfil, que espera la vista de su caso en una cárcel de Uagadugu, es acusado de haber volatilizado la jugosa suma de 6.000 millones de francos CFA (unos 2.400 millones de pesetas).

También hay que tener en cuenta que Bamako ha recibido estos últimos tiempos armas modernas de Estados Unidos y sus unidades castrenses están ávidas de utilizarlas. Uagadugu, por su parte, ha puesto en pie, desde agosto de 1983, un ejército de milicias deseoso de respaldar a las fuerzas armadas en una cruzada revolucionaria que tiende a liberar un país hermano sometido a un régimen reaccionario".

Los ya escaldados ánimos de los Comités de Defensa de la Revolución de Burkina Faso fueron potenciados por un incendiario discurso del presidente Sankara, quien al volver de Costa de Marfil, hace un mes, declaró que "la revolución burquinesa está al servicio de los otros pueblos en su esfuerzo por la liberación". Desde ese momento, para los dirigentes de Mali fue más que evidente la inevitabilidad del conflicto fronterizo.

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