La renuncia de Montazeri, una derrota política para Jomeini
Nuevas sombras sobre la sucesión del líder de la revolución iraní
La reciente designación de Husein Alí Montazeri como sucesor de Jomeini por parte de la Asamblea de Expertos permitió a las autoridades de Teherán un respiro, siquiera pasajero, en medio de los cada vez más agudos enfrentamientos en el impenetrable interior de la cúpula dirigente iraní agobiada militar, política y económicamente por la guerra contra Irak.Decenas de miles de refugiados afganos, del medio millón establecido en Irán, según fuentes oficiales (más de millón y medio, según la oposición), ocupan ahora espacios de vanguardia en las trincheras del amplio frente de batalla irano-iraquí. Centenares de ellos han muerto electrocutados las pasadas semanas en aguas de las marismas fronterizas del área de Howeizeh, en una nueva fórmula de aniquilación empleada por Irak para contener las infiltraciones procedentes de Irán a lo largo de la zona fronteriza meridional.
Estos contingentes de población afgana movilizada, en su mayoría en situación irregular y sin otra alternativa que acudir al frente a combatir para Irán o regresar expeditivamente a Afganistán, pueden convertirse, según fuentes de la oposición iraní, en la fuerza de choque a emplear por parte de los dignatarios islámicos en sus contiendas internas y para acallar las protestas generalizadas contra la continuación de la guerra. La pelea política entre los distintos sectores del clero ya ha llegado al interior de la Guardia Revolucionaria, Pasdaran, y al Komiteh, policía civil de barrio. La renuncia de Montazeri acentúa gravemente el riesgo de una contienda civil incontrolada en Irán.
¿Por qué un hombre como Husein Alí Montazeri, que cuenta con la bendición de Jomeini para sucederle y que ha sido presentado por él mismo como su sucesor, es designado primero y renuncia luego a tal dignidad apenas 20 días después de ser nombrado? No caben más respuestas: o bien Jomeini no tiene ya fuerza para imponer su sucesor, con lo cual quedaría patente que la inestabilidad política iraní puede desembocar en cualquier cosa a partir de ahora; o bien Jomeini ha recibido presiones internas directas del clero -y extemas indirectas también, tras la cumbre de Ginebra- que desaconsejan tal designación.
Sin alternativas
Para los norteamericanos, Montazeri sería una suerte de suma y sigue en la hostilidad de Jomeini hacia Washington. Los soviéticos, por su parte, recelan del dimisionario por su beligerancia contra la presencia soviética en la vecina Afganistán.
Pero unos y otros no tienen fórmulas alternativas sustancialmente distintas, ni aparentemente mejores, para evitar que la situación en Irán reviente peligrosamente a la muerte de Jomeini, devastando con sus llamas una zona estratégica decisiva para los intereses de ambas superpotencias.
El ayatollah Montazeri, de 63 años, líder del clero militante de Qom, pero sobrado de enemigos entre los poderosos bazaris, la clase comercial autóctona, fundamenta su retirada de la liza política en que no desea atizar el clima de enfrentamientos políticos entre los dirigentes iraníes, según un mensaje difundido desde su oficina política. Pero es evidente que su retirada los va a exacerbar.
El gran ayatollah Golpayegani, uno de los más influyentes dignatarios islámicos, escribió recientemente una carta abierta en la cual aseguraba que había otros ayatollah de más rango y dignidad que Montazeri para suceder a Jomeini. Con certeza se refería a los ayatollah Najafi, Qomi, Sanei y ChariatMadari (este último, abiertamente enfrentado con Jomeini y desprovisto de sus dignidades religiosas por razón de esta oposición), cada vez más despegados de Jomeini.
Pero ni Golpayegani ni otros grandes ayatollah desean una sucesión al imam única, sino plural, de tres o cinco dignatarios islámicos, posibilidad admitida por la Constitución para el caso de que no exista unanimidad en la Asamblea de Expertos.
Esta asamblea ejemplifica el carácter populista del régimen islámico, al resolver asuntos de tanta trascendencia como la sucesión del imam Jomeini por la vía de la aclamación de los expertos, derivada a su vez de la interpretación del "sentimiento de la unánime mayoría del pueblo iraní".
¿Busca Montazerí una retirada que provoque una adhesión de masas hacia él y que le permita regresar con más fuerza de la que actualmente tiene? No puede descartarse, aunque, si ello fuera así, el mismo Montazeri no habría pedido a sus seguidores, el viernes pasado, que se abstuvieran de salir a las calles para exigir su candidatura como sucesor.
¿Actúa Montazeri más bien como mensajero de otro dignatario islámico, hasta el momento tapado, cuya entronización prepara? Todas las miradas convergen en el poderoso presidente del Parlamento de Teherán, hoyatoleslam Hashemi Rafsajani, pero casi nadie desconoce que Rafsajani, con ser poderoso, tiene por encima decenas de dignatarios religiosos de mayor rango.
¿Es, por contra, el presidente de la República Islámica de Irán, hoyatoleslam Sayed Alí Jamenei, aparente rival de Rafsajani, el hombre que busca afirmarse tras la crisis? Difícilmente puede ser así. Jamenei sufre desde el pasado mes de noviembre un intenso acoso. Un grupo de parlamentarios fieles al primer ministro Mir Hussein Mussavi, rival de Jamenei, le acusa de haber puenteado al jefe del Gobierno en la recepción de los informes procedentes de Mohamed Garrazi, ministro de Petróleo hasta hace unas semanas y recientemente sustituído, y del ministerio de Defensa, hasta hace poco vacante. En ambos ministerios se han denunciado irregularidades económicas graves, cometidas anteriormente, cuya responsabilidad aquel grupo intenta atribuir hoy al propio Jamenei.
La clave es que Jomeini no tiene otro relevo mejor que Montazeri entre el alto clero iraní para perpetuar su línea política, cada vez más impugnada. Entre el medio y bajo clero, Jomeini sí tiene religiosos leales con algún apoyo de masas y de algunos órganos del aparato de Estado, pero promover alguno de ellos significaría atizar una guerra entre los religiosos.
En el interior, el Ejército regular iraní se encuentra desmantelado. Un napoleón islámico o laico parece difícil de alumbrar en estas condiciones. La Guardia Revolucionaria se halla dividida por las disputas del clero.
Desde el exterior, ni Washington ni Moscú pueden forzar una transición a Jomeini a su gusto. Pero aplazar la sucesión de Jomeini hasta su muerte sería una bomba de relojería que prepararía una contienda de masas, de riesgos incalculables para Irán y para Oriente Próximo.
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