Superclaus
¿Por qué al cine norteamericano le ha dado últimamente por hacernos volar? Desde Superman y la primera incursión de George Lucas en los negocios galácticos, a los pobladores de Hollywood y cercanías les ha entrado una extraña afición a resbalar sobre el pellejo de la Tierra y remontarse a alturas supercotidianas. Un aficionado al psicoanálisis sacaría punta de este lápiz y describiría algún oscuro sueño agazapado en tantas zambullidas en los cielos.El nuevo vuelo viene de la vieja leyenda de Santa Claus, que tiene variantes para dar y tomar. Pues bien, ya tiene una más, que acaba en el presumible Superclaus dibujando retozos voladores entre los erectos rascacielos neoyorquinos. El filme, concebido para consumo de niños, sigue descaradamente la productiva estela de Superman, pues el esquema de los guiones se parece como una gota de agua a otra en ambos filmes.
Santa Claus, el film
Director: Jeannot Szwarc. Producción: Salkind-20th Century Fox. Norteamericana, 1985. Intérpretes: Dudley Moore, J. Lithgow, J. Cornwell, Burgess Meredith. Estreno en Capitol, Luchana, Carlton, Urquijo, Candilejas, Europa, La Vaguada. Madrid.
Primero está el manantial generoso y remoto de Superclaus, que equivale al de Jor-el en Superman. Luego, la instalación de uno y de otro en las nieves de un Polo de tibio ensueño. Más tarde, la relación Claus-niño tiene asombrosas equivalencias con el paseo por la coronilla de la estatua de la Libertad, de Clark Kent-Lois Lane. Y, finalmente, el supermalo de Superclaus y el Lex Luthor de Superman parecen casualmente calcos, y esto no puede ser casual.
El resultado es de apariencia brillante y de trastienda peor que gris. Las primeras escenas no son nada buenas, y las finales, aunque algo mejores, vuelan protegidas por una capa ajena.
Los niños lo pasarán bien con este Santa Claus de mal comic, pero esto es fácil de lograr cuando se tiene cobertura de presupuesto rico para tan pobre imaginación. Basta con que la película la haga el departamento de efectos especiales con transparencias sobre las iluminadas avenidas de Nueva York y una frágil intriga entre un elfo bonachón, una niña rica pero triste y un niño pobre pero alegre, para que todo parezca creíble a los niños y el castillo de naipes les suene a fortaleza inexpugnable.
¿Cine para niños o cine a costa de los niños?
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