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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caen los precios del petróleo

APENAS ABANDONABAN la conferencia de Ginebra los ministros de la Organización de Países Exportradores de Petróleo (OPEP), el Gobierno se ha apresurado a anunciar una reducción en los precios de las gasolinas en un promedio de 6 pesetas y algo más, porcentualmente, en los de las naftas, un derivado de la gama alta en la destilación del crudo empleado en petroquímica y en la obtención de gas manufacturado. El aparente apresuramiento del Gobierno no puede considerarse como tal. Desde hace más de tres meses, los costes de la materia prima de la que se obtiene la gasolina y otros productos carburantes han descendido en el mercado mundial. Lo mismo ha hecho, respecto a la peseta, la cotización del dólar, moneda de pago del petróleo.La caída de ambos parámetros ha sido lo suficientemente alta como para obligar al ministro de Industria y Energía a admitir que el Estado ha ingresado unos 30.000 millones de pesetas de más -sobre los 420.000 millones de pesetas previstos en los Presupuestos para 1985-, en concepto de la fiscalidad, que grava estos productos, y por la llamada renta del petróleo. El hecho de que se haya tomado la medida en estas fechas, parece deberse a factores de orden económico con el objetivo de alcanzar la reducción en las cotas de inflación previstas por el Gobierno y contrarrestar el impacto que tendrá el IVA sobre los precios. La decisión, por otro lado, ha sido discriminatoria al ignorar las rebajas en gasóleos y fueles de uso en agricultura y transporte, lo que habría contribuido decisivamente a aliviar los precios interiores.

Además del descenso de la cotización de la divisa norteamericana hay que señalar como causa en la baja de los precios de los crudos la reciente reunión de los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), en la que se rompió la estrategia de limitar la producción con objeto de forzar los precios al alza o bien, cuando el mercado comenzó a cambiar de signo, a intentar evitar su caída. Esta estrategia, que produjo buenos resultados hasta 1981, comenzó a mostrar su debilidad a partir de 1982, con la recesión en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

A esta evolución de los mercados internacionales hay que añadir las disensiones surgidas en el seno de la OPEP, crecientes con el paso del tiempo. El tope máximo de producción previsto (16 millones de barriles diarios) implicaba una serie de cuotas por países que los más pobres (o los más endeudados) dejaron pronto de respetar. Y si los acuerdos no se rompieron antes fue porque durante largos años Arabia Saudí aceptó reducir su producción muy por debajo de su cuota de 4,3 millones de barriles diarios, hasta alcanzar un mínimo de dos millones de barriles el pasado verano. Sin embargo, las críticas internas a la gestión del ministro saudí del petróleo, jeque Yamani, hacían previsible un cambio de postura, que finalmente se ha producido: este último ha declarado, al final de la conferencia de Ginebra, que su país aumentará la producción hasta alcanzar su cuota dentro del cártel. Otros países han ido más lejos al declarar que su cuota de producción será lo que el mercado demande.

Con todo, los verdaderos problemas comenzarán a plantearse con la Regada de la primavera y la subsiguiente caída de la demanda. Lo más probable es que de aquí a entonces se desate una guerra de precios, cuyas consecuencias podrían ser graves incluso para los presuntos beneficiarios, es decir, los países industrializados. Conviene recordar que el pago de las deudas de algunos países de la OPEP está estrechamente ligado a los ingresos que obtienen por la venta del petróleo, y que una parte de las exportaciones de los países de la OCDE puede verse comprometida con la reducción adicional de las importaciones de los países productores de petróleo. De otra parte, desde 1983 a 1985, las importaciones de la OPEP se han reducido en un 23% en términos reales, por valor de unos 50.000 millones de dólares, cifra muy similar a la disminución de los ingresos procurados por el petróleo.

La probabilidad, pues, de que la reducción del precio de los crudos provoque más problemas de los que resuelve dependerá de la reacción de los países desarrollados, especialmente los europeos y Japón, que podrían aprovechar esta favorable modificación de la relación real de intercambio para relanzar con más vigor sus demandas internas y provocar así una mayor expansión del comercio internacional. Asimismo, la forma en que se produzca la caída de los precios también será relevante: si éstos se reducen brusca y desordenadamente, los riesgos de colapso financiero en algunos países podrían aumentar de forma peligrosa.

Se trata, en definitiva, de una apuesta arriesgada. Solamente una estrecha cooperación entre los países occidentales hará posible reducir las incertidumbres adicionales que esta decisión introduce en un panorama internacional que dista mucho de estar despejado. Por lo que se refiere a España, es lógico esperar que la baja de los precios en algunos tipos de carburantes incida algo en el índice de precios al consumo y el Gobierno se beneficie del efecto psicológico que una reducción histórica en el precio de la gasolina deje en el ánimo de los electores.

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