La fuerza del destino
"Yo soy un escritor de destino, no de vocación", asegura Antonio Gala. "Yo hubiera elegido ser otra cosa: ebanista, por ejemplo, una profesión pacífica. A mí no me gusta ser escritor, pero no se me ha dado otra opción. El escritor está aquí para contar lo que ve, y los personales jugos gástricos son los que hacen que la realidad esa que es común haga que el producto sea diferente. No se produce ningún desdoblamiento, sólo sales de entre los árboles para poder mirar el bosque y ahí se produce la soledad del escritor".Aunque no haya desdoblamiento, Gala habla en tercera persona cuando se habla de Cuaderno de la dama de otoño, su último libro, que ya está en la calle, publicado por Ediciones EL PAÍS. "Pobrecita ella, que es poco callejera", dice Gala de la Dama de otoño. "He hablado de ella como ser admirable para mí y para cualquiera; he procurado que sea un acompañante de los lectores, al igual que lo es de mí, y naturalmente he hablado de mí a través de ella. Ha sido una forma de ir dando mi cara".
Antonio Gala es un receptivo espectador de teatro. Como lector, sin embargo, se confiesa "crítico, sensato y frío". "La frialdad se rompe cuando surge la emoción. El conocimiento tiene tres vías: una, la vía del conocimiento intelectual, que es la fría; una emocional, que es más templada, y hay una vía visceral que es profundamente caliente. Si las tres coinciden, la obra literaria es entusiasmante".
La figura de Antonio Gala es un ejemplo de ese entusiasmo por la literatura, que es también un entusiasmo por la palabra. Su obra es un reflejo de esa pasión, y es notoria su atracción por la palabra como elemento teatral. "Siempre he dicho que era la primera dama de mi compañía. Respeto y admiro las otras vías expresivas, pero me parece que la palabra como vía de comunicación es subyugante. Es milagroso y portentoso eso de que yo hable y tú me entiendas sólo con el sonido; me parece la culminación de la escala biológica. Soy un venerador de la palabra".
