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José Tamayo: "Mi primera imagen del teatro nació de la zarzuela"

El Teatro Lírico Nacional ofrece hoy un homenaje al director español

El director de escena José Tamayo, de 65 años, recibirá hoy un homenaje del Teatro Lírico Nacional de la Zarzuela, por su labor de extensión y popularización del teatro lírico español en 30 años. Tamayo, a quien los homenajes no le interesan, según afirma, agradece este acto por ser la Zarzuela donde presentó su primera obra musical, Al sur del Pacífico, en 1954. Dos años después, la Sociedad General de Autores, propietaria del teatro, le encargó su dirección. El 10 de octubre de 1956, un siglo después de la inauguración, Tamayo reabrió la restaurada sala con una memorable Doña Francisquita que supuso la revelación de Alfredo Kraus. La zarzuela como género es, para Tamayo, su primera imagen del teatro.

La misma representación, Doña Francisquita, dirigida esta vez por José Luis Alonso, en el mismo teatro, estará dedicada hoy a Tamayo. Este homenaje se desarrollará durante la representación, en el tercer acto -después de La canción del Marabú y antes del Fandango-, momento en el que se intercalará una fiesta sorpresa en se prevé que intervengan, en inesperados papeles, varias grandes figuras que han trabajado con Tamayo en el ámbito de la lírica.Al final del homenaje, al que asistirán actores, cantantes, músicos, directores y personalidades del mundo de la cultura y del teatro, se entregará al director una placa conmemorativa que le otorga el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música.

"Los homenajes no me gustan", comenta Tamayo, "porque los creo innecesarios, aunque ello no quita mi profunda emoción por tratarse del teatro de que se trata y estar organizado por quien está. Donde realmente se reciben homenajes continuos y con lo que se ganan satisfacciones diarias es con la respuesta del público; lo demás es un poco rizar el rizo".

Para Tamayo la zarzuela es algo que le entró desde muy pequeño por el sentimiento. Recuerda cómo en su casa de Granada, siendo niño, la radio de unos vecinos no le dejaba dormir: sonaba una música que un día se entretuvo en escuchar. Era La verbena de la Paloma: quedó maravillado. Al cabo de un tiempo, ya mozalbete, apareció por las calles de Granada un gran autocar donde estaba escrito: "Compañía de Miguel Fleta".

En pantalón corto

Tamayo lo siguió, y toda su preocupación era conseguir dinero y permiso para salir por la noche a la función. Su madre le proporcionó ambas cosas y en pantalón corto vio su primer espectáculo, La verbena de la Paloma, representada e interpretada por Miguel Fleta. "Fue mi primera imagen del mundo del espectáculo, y no decidí nada, pero lo que sí sé es que seguí soñando con aquello durante mucho tiempo, y mi imagen de la zarzuela desde entonces siempre ha sido muy grande".El teatro ha sido desde entonces su vida. Ver sus montajes ha supuesto para muchos españoles, a lo largo de tres décadas, poder acceder al teatro moderno. "Que al hablar de estos montajes haya que utilizar la palabra primera vez es para mí un estímulo y un orgullo que ya no me abandonará a lo largo de la vida. Aunque ello implique dificultades de conocimiento, siempre se ha tratado de un riesgo profundamente atractivo".

En aquellos años los problemas de censura con que tropezó Tamayo fueron constantes, y entabló una especial batalla a la hora de montar Divinas palabras y Luces de Bohemia de Valle-Inclán. Recuerda que cuando montó Luces de bohemia en 1970 el responsable de censura comentó: "Si esta obra se aprueba, la censura se ha acabado en España" a lo que Tamayo contestó: "Es justo lo que estamos esperando todos".

Tamayo desarrolló en el teatro tensión e inquietud constantes, que aún hoy le siguen sosteniendo. "Tengo una mala salud de hierro, y se debe al estímulo continuo que el teatro me produce, y es que para mí es una fuente de vida. El teatro no cambia, el teatro evoluciona, y a mí me invita a una constante transformación y evolución".

A los 18 años fundó y dirigió el teatro universitario de Granada. Más tarde, ganado por una irresistible vocación por el mundo del teatro, el grupo se transforma en una compañía profesional con el mismo nombre, y ello supone en aquel momento un revulsivo para el teatro de la época, al igual que lo significó en el campo de los líricos, de la zarzuela y de la opereta su Compañía Amadeo Vives.

A partir de aquel momento no se entiende la historia de la escena española sin el nombre de Tamayo, constantemente presente en sus más importantes manifestaciones: espectáculos de vanguardia, recreaciones de los griegos y latinos, los clásicos españoles, grandes espectáculos al aire libre, zarzuelas y operetas y a partir de 1966 su Antología de la zarzuela, espectáculo constantemente renovado y reconvertido tanto en el terreno plástico como en el artístico y el técnico, con el que ha recorrido más de 20 países y cosechado importantes éxitos.

Tamayo vive hasta el límite lo que hace. Confiesa no sentirse cómodo haciendo teatro, ya que se somete a una continua exigencia y lo juega todo a una carta. "La entrega, al igual que en la vida y en el amor, en el teatro o es absoluta o no existe. En el teatro tengo una meta que cuando creo alcanzar se me aleja de nuevo y tengo que volver a empezar, y afortunadamente siempre ocurre así. Lo mejor del teatro es que no hay meta alcanzable nunca, que no es lo mismo que una meta inalcanzable".

Para Tamayo, este homenaje no en un balance de su vida profesional. Los únicos balances que hace son los de los sábados, en los que piensa qué hay que hacer a la semana siguiente, y le conmueve que haya alguien que sí que haga balance sobre su trayectoria profesional y que como conclusión se convoque un homenaje a su persona, y más aún cuando cree que ese homenaje se está moviendo en un ambiente de general simpatía.

Más información sobre el homenaje a José Tamayo en el suplemento En cartel, que se publica hoy.

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