El sueño de los 100.000 trabajadores
Madrid José María Ruiz-Mateos llegó a la etapa democrática española con la aureola de ser un self made man a la americana. Había pasado, en poco menos de 20 años, de iniciar su actividad empresarial con 300.000 pesetas de capital social a gobernar un holding cuya mayor aspiración consistía en llegar a crear 100.000 puestos de trabajo. En el momento de la expropiación de Rumasa por el Gobierno socialista, el 23 de febrero de 1983, la plantilla total de las empresas de Rumasa se elevaba a poco más de 52.000 trabajadores.Cuando se creó Rumasa, en junio de 1961, la sociedad tenía una plantilla de unos 5.000 trabajadores, concentrándose su negocio en varias bodegas de Jerez, una empresa de construcciones y una entidad bancaria. La primera gran expansión del grupo se produce en la década siguiente, en la que Rumasa llega a crear 15.000 puestos de trabajo y amplía su campo de acción a ocho entidades bancarias y 59 empresas filiales y asociadas.
A partir de ahí y hasta 1981, José María Ruiz-Mateos se lanza a la constitución de su imperio alcoholero -con la compra de firmas como Wiliams & Humbert, Garvey, Federico Paternina, Bodegas Franco Españolas, Castellblanch, Segura Viudas, René Barbier- y bancario -mediante la compra del Banco del Noroeste y una participación en el Banco Atlántico.
Sin embargo, la auténtica fiebre de José María Ruiz-Mateos por alcanzar un grupo industrial con 100.000 trabajadores se produce a partir de 1981. En aquel momento, el grupo facturaba unos 180.000 millones de pesetas, que se tradujeron en cerca de 250.000 millones de pesetas un año después, cuando ya pudo incluir cuentas de resultados de algunas de las empresas de renombre recientemente adquiridas por el empresario jerezano.
En ese momento entran en la nómina de Rumasa empresas como Fidecaya, Galerías Preciados, Bodegas Díaz Mérito, los almacenes valencianos Martínez Colomer, Maletas Tauro, una participación importante en Loewe, Mantequerías Leonesas o Sears. Paralelamente, los recursos ajenos captados por el grupo bancario de Rumasa se elevaban ya a unos 500.000 millones de pesetas, lo que hacía que el empresario jerezano acariciara la idea de compartir plato y cubierto con los siete grandes.
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