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Vivir con la OTAN

Por primera vez desde el final de la II Guerra Mundial, soldados italianos y soldados estadounidenses se han enfrentado con las armas en la mano en Sigonella, base de la OTAN en Sicilia -no lejos de Comiso, donde están instalados los misiles de crucero-, ante el avión egipcio que transportaba a los secuestradores palestinos. El hecho fue poco significativo desde el punto de vista militar, pero se trató de un acontecimiento dramático, porque ha planteado el problema de la soberanía respecto de las bases de la OTAN. El avión egipcio había sido desviado hasta Sigonella por aviones estadounidenses sin el consentimiento del Gobierno italiano, y, también sin consentimiento italiano, el Gobierno estadounidense pretendía trasladar a los secuestradores del Achille Lauro desde Sigonella a Estados Unidos.Para empezar, la acción llevada a cabo por el presidente estadounidense y el precedente así establecido, la soberanía italiana acababa de quedar difunta.

No sabríamos decir qué acabaría ocurriendo en caso de decisión respecto a la utilización de las cabezas nucleares de Comiso: el hecho de que la custodia externa haya sido confiada a los italianos y de que las dos llaves hayan sido confiadas de hecho a los norteamericanos podría configurar a priori un problema semejante. Nos hallamos ya ante una alianza bilateral, pero de hecho fuertemente unilateral. El mismo térinino OTAN es mistificador en sí. Formalmente, se trata de una alianza legal de los países individuales que pertenecen a ella; en realidad, se trata de un dispositivo militar estadounidense que se integra en cada caso, país por país, con los distintos Estados miembros. Esto ha permitido que la OTAN goce de un elevado nivel de plasticidad: los acuerdos negociados por ella entre un país y otro son diferentes y a ellos se superponen acuerdos bilaterales entre un país y otro sobre el status de los estadounidenses destacados en las bases de la OTAN, negociaciones estas llevadas a cabo directamente por el Gobierno de Estados Unidos.

Así pues, el status de la OTAN es distinto en Italia, en Alemania Occidental y en el Reino Unido. Y OTAN quiere decir concretamente Estados Unidos: cada vez más, además, a medida que se acentúa el peso de lo nuclear (y de lo químico) en la Alianza Atlántica. La normativa referente a las bases de la OTAN en Italia queda confiada sólo en mínima parte a los documentos formales ratificados por el Parlamento: en su mayor parte se trata de documentos ratíficados por el Consejo de Ministros y verificados luego por el ministro de Defensa y por los estados mayores de las fuerzas armadas. Precisamente, la utilización de Sigonella no se debe a un acto del Parlamento italiano.

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Sería erróneo decir que una situación de este tipo es -en el caso italiano, que es ahora, como veremos, particularmente significativo- una consecuencia de la voluntad estadounidense de expansión. Es más bien lo contrario, es decir, es efecto de una voluntad italiana de renuncia. También Italia, aunque menos que Alemania Occidental, ha sufrido el proceso de delegitimación de la nación como valor tras la caída del fascismo: todo esto ha llevado a la crisis de hecho al mito del Risorgimento, que era el mito fundacional del Estado italiano. En las instituciones que derivaban de este mito fundacional, el Ejército ocupaba una posición determinante. El Risorgimento, en efecto, había sido obra de una pequeña pero eficaz máquina militar, la de los Saboya: el Ejército piamontés fue precisamente el factor unificador del país y, por esta razón, la espina dorsal de la Italia unitaria, una espina dorsal que permitía al rey el poder recurrir a instrumentos

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excepcionales cuando las reglas parlamentarias no lo contemplaban. La relación rey-ejército representa el fundamento del éxito de la marcha sobre Roma mussoliniana y de la revolución fascista de octubre de 1922. Así pues, en la segunda posguerra, el Ejército italiano llevaba sobre sí una doble responsabilidad: la de haber consentido el fascismo y la de haber perdido la guerra. Por otra parte, las fuerzas políticas predominantes en la Italia de la segunda posguerra (los católicos y los comunistas) no eran fuerzas que se reconociesen a sí mismas en el mito del Risorgimento y, por tanto, en el del Estado unitario. El mito de la nación-Estado quedó destruido. Y ser italiano se convirtió en un modo de existir individual más que una definición colectiva.

Sobre este vacío se erigió, la idea de la democracia no como método político, sino como mito fundacional: y de ahí el papel de Estados Unidos como fuente de legitimidad y como garantía militar. Políticos y militares italianos hallaron así en la alianza con Estados Unidos (a la que la OTAN confería un marco de paridad formal) un nuevo fundamento de legitimidad y de justificación, es decir, la interrupción de un pasado, el abandono de un viejo mito fundacional y una refundición del presente. La desigualdad tiene un fundamento también en Estados Unidos. Existe una idea muy antigua que ve en la propia estructura democrática de Estados Unidos el fundamento de una política exterior dominada por la política interna, y por ende inevitablemente unilateral. Estados Unidos es un imperio de hecho, no de principio. En su origen está la ruptura con el Reino Unido, una nación europea que había elaborado un concepto, una mentalidad y una estructura de imperio. La idea de imperio es tan esencial para el Reino Unido que en cuanto dejó de poseer un imperio comenzó a tener dificultades para sobrevivir como nación.

En cambio, para Estados Unidos es verdad lo contrario. Por esto su política exterior se rige por sondeos de política interna, su rearme está conectado con los intereses de las industrias estadounidenses, influidas por el poder de la llamada electoral sobre la clase política. Estados Unidos es una potencia mundial inevitablemente unilateral, precisamente porque, por esencia, es una democracia y no un imperio. Por ello no existe peor condición que la de esos regímenes políticos que confiaron su existencia a un nexo unilateral con Estados Unidos. Así ha habido durante largo tiempo una convergencia entre Italia y Estados Unidos sobre la Alianza desigual. Esta convergencia se ha dado en Italia más que en otros países, incluida la República Federal de Alemania.

¿Por qué entonces ha sido precisamente en Italia donde se ha producido un episodio como el de Sigonella, que parece como el final de una época, en el que se han enfrentado italianos y estadounidenses? En la Alianza Atlántica había un fundamento histórico, la presencia soviética en el Elba y en los Balcanes: y sobre esta base -la de la confrontación histórica Este-Oeste- se ha construido el sistema de la OTAN.

Esta confrontación ha hecho posible la Alianza, ha hecho que Estados Unidos acepte su presencia permanente en el continente, ha hecho que los europeos occidentales acepten esta presencia. Aun así, nuevas tensiones han surgido a causa de la política de Estados Unidos: la tensión Este-Oeste (si podemos llamarla así, desde una perspectiva eurocéntrica), es decir, las nuevas relaciones con la cuenca del Pacífico; la tensión Norte-Sur, que tiene como epicentro a América Latina, pero que por la fuerza del lobby israelí en la política interior estadounidense se convierte, en el Mediterráneo, en alianza entre Estados Unidos e Israel. Estados Unidos está menos interesado por Europa económicamente hablando, y lo está más por Israel desde el punto de vista político. Se trata de dinámicas que nacen de su propia lógica de sociedad civil, no de su lógica de sociedad imperial. El unilateralismo estadounidense adquiere así un relieve que trasciende las posibilidades ofrecidas por el fundamento histórico de la Alianza, el conflicto Este-Oeste.

Esto plantea a Italia problemas que son inevitablemente de política interna. Y no es casualidad que del incidente de Sigonella se haya producido en Italia una crisis de Gobierno a causa de la política exterior italiana. Desde la ruptura con los socialistas de Nenni y con los comunistas en 1947, la unidad de la política exterior en términos de estricta solidaridad con Estados Unidos era el fundamento de la posibilidad política, para un partido, de tener acceso al Gobierno. Y los socialistas italianos llegaron al poder cuando revisaron radicalmente en los años sesenta su actitud hacia Estados Unidos. Hoy, por primera vez, la política exterior ha dividido a la coalición gubernamental e incluso al propio partido de mayoría relativa, la Democracia Cristiana. Craxi ha basado en la ruptura en política exterior un nuevo título de liderazgo de gobierno. Lo que ha sucedido en Italia es, pues, un hecho significativo respecto de todas las relaciones entre Estados Unidos y Europa. Y no es casualidad que se haya producido en el Mediterráneo, donde dos de los conflictos fundamentales de nuestra época (los conflictos Norte-Sur y Este-Oeste) se encuentran y de este modo adquieren una forma diferente.

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