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Un pegajoso olor a podrido invade las ruinas de la ciudad colombiana de Armero

Un penetrante y pegajoso olor a podrido y azufre es la primera sensación que se percibe al pisar lo que fue Armero, una ciudad colombiana de 25.000 habitantes (poco más de 4.000 casas), de los que hoy quedan unas 5.000 personas y un par de centenares de viviendas.

Una enorme extensión gris de barro cubre totalmente lo que antes eran casas, calles y huertas. "Allí estaba mi parcela", comentaba un modesto agricultor. "Ahora, nada; ni mi mujer, ni tres de mis hijos", manifestaba, desconsolado, mientras otros dos de sus hijos eran atendidos en un improvisado hospital.Entre los que se salvaron de la tragedia reina un ambiente de terror, apenas mitigado por los cuidados de los socorristas y por la decisión del Gobierno de no declarar aún camposanto a la ciudad de Armero. Todavía hay esperanzas entre estos náufragos del barro de encontrar algún familiar con vida entre el mar viscoso que cubre el pueblo.

El planteamiento gubernamental de declarar camposanto a la localidad levantó súplicas y protestas de los miembros de los equipos de auxilio, supervivientes y periodistas, que creen que aún hay personas vivas entre los escombros y el fango. El domingo se logró rescatar con vida a una decena de hombres, mujeres y niños en el área arrasada. Pero el miedo a la propagación de epidemias y las dificultades de los trabajos de rescate por la solidificación del lodo impulsaron al Gobierno a considerar la posibilidad del camposanto. Finalmente se pospuso la decisión 48 horas.

Miembros de la Cruz Roja dijeron a este diario que en medio de la tragedia que se vive también han aparecido los saqueadores. "Nadie sabe cómo, pero algunas personas han llegado hasta las casas destrozadas para llevarse televisores, radios y lo que hubiera de valor", manifestó un voluntario. Incluso han sacado relojes, cadenas y anillos de los cadáveres", comentó otro.

Ayer continuaban las labores de rescate, realizadas por un ejército multinacional en el que hay soldados colombianos, norteamericanos y ecuatorianos. El puente aéreo que lleva al sector de la tragedia medicinas, ropas y alimentos y transporta a Bogotá y otras ciudades heridos y damnificados tiene un movimiento incesante.

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