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La llegada a Washington de los príncipes de Gales conmociona a la aristocracia del dólar

Francisco G. Basterra

Los príncipes de Gales llegan esta mañana, a las 8.45 (14.45, hora peninsular), a Washington -con 3.500 kilos de equipaje, un médico y dos damas para vestir a Diana-, en una visita privada de cinco días a Estados Unidos que ha conmocionado a la aristocracia del dinero norteamericana, reflejada en las series Dallas y Dinastía. Se han pagado hasta 50.000 dólares (cerca de ocho millones de pesetas) para asistir a una fiesta con Diana, que hoy cenará en la Casa Blanca con 80 personalidades escogidas por Nancy Reagan.

Entre los invitados a esta cena se encuentran.el dueño de Occidental Petroleum, Armand Hammer; el cantante Neil Diamond; Bob Hope; la reina de los cosméticos, Estée Lauder, y el nadador olímpico Steve Lundquíst. La princesa, que realiza su primera visita a este país, ha pedido que también esté Robert Redford.El secreto mejor guardado de esta noche es si el presidente bailará con Diana, la princesa de 24 años que se ha convertido en la cenicienta de los norteamericanos y que acapara desde hace semanas las portadas de todas las revistas, desplazando la atención de la cumbre de Ginebra.

El fervor monárquico que vive la ciudad desde hace días ha ptovocado algunas críticas de comentaristas, que afirman que "parece que hemos olvidado la revolución contra los ingleses". Sin embargo, Diane Cordero, de 27 años, se declaró ayer dispuesta a realizar un viaje de coche de 13 horas desde Tullahoma (Tennessee) hasta Washinton para ver a la pareja.

La Embajada británica ha advertido a los norteamericanos que no toquen a los príncipes de Gales, a los que deben tratar de "altezas reales" y que, en ningún caso, llamen Di a la princesa Diana, ni le comenten "qué delgada está".

Una dama de compañía, lady Anne Beckwith Smith, se encuentra desde el miércoles en Washington desempacando las tiaras, joyas y sombreros que la princesa ya ha enviado por delante. Existe gran expectación por ver si Diana repetirá lo que hizo en Australia: colocarse como cinta en la frente un collar de esmeraldas que le regaló su suegra, la reina Isabel.

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Objetivo oficial

El objetivo oficial de la visita es asistir a la exposición Los tesoros de 500 años de casas de campo británicas, que se expone en la Galería Nacional, patrocinada con tres millones de dólares por la Ford.

Pero los príncipes, que se califican a sí mismos como "vendedores de Gran Bretaña", visitarán el lunes, en los suburbios de Washington, un almacén llamado J. C. Penney, de calidad media, para promover los productos británicos que por valor de 50 millones de dólares ha adquirido el dueño de esta cadena nacional de tiendas.

"Esta pareja es lo único que tiene Gran Bretaña para exportar", escribía ayer un comentarista sobre la visita. "Sus coches son malos, su industria del acero está hundida y ya no tíenen a los Beatles". Para demostrar la fortaleza del Made in britain, un Rolls Royee de 3.000 kilos ha sido colocado en Penney sobre centenares de piezas de porcelana Wedgwood. Sólo se han roto siete tazas de té.

Los príncipes asistirán el domingo a un servicio religioso en la Catedral Nacional y almorzarán, con sólo 20 escogidos, en la casa de campo del millonario y filántropo Paul Mellon. El lunes, la princesa, acompañada de Nancy Reagan, visitará un centro de rehabilitación de toxicómanos, Carlos recibirá una lección de historia constitucional de boca del presidente del Tribunal Supremo, y ambos colocarán una corona en la tumba del Soldado Desconocido, en el cementerio de Arlington.

El martes, la real pareja volará a Palm Beach, Florida, donde el príncipe jugará un partido de polo. El beso al ganador y la copa los dará Diana. En la cenabaile más concurrida de la visita, con 500 asistentes, la princesa de Gales tendrá ocasión de conocer a la estrella de Dinastía, Joan Collins, que es uno de los programas favoritos de Diana. El miércoles, los príncipes regresarán a Londres, concluyendo lo que ha sido bautizado como Dimencia.

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