Pedro Sainz Rodríguez: "Entre nuestros humanistas siempre hubo una tradición de libertad"
El investigador ingresa en la Academia de la Historia a los 45 años de su elección
Pedro Sainz Rodríguez ocupó ayer por la tarde, a los 87 años de edad, en presencia de don Juan de Borbón, el sillón de la Real Academia de la Historia para el que fue elegido el 8 de marzo de 1940, hace 45 años largos, según recordó Emilio García Gómez, el académico que le respondió. Ocupa la plaza del padre agustino Julián Zarco Cuevas, que fue bibliotecario de El Escorial. "En España hubo siempre entre nuestros humanistas una verdadera tradición de libertad, de tolerancia...", dijo el nuevo académico en un discurso en el que disertó sobre dos corrientes básicas de crítica literaria en España.
"Al explicarse la obra literaria como una imitación de la naturaleza surgió la idea de que el camino normal para producirlas era el de imitar las de los autores considerados más perfectos y que se proponían como modelos. Éstos son los clásicos, y la doctrina de su imitación, el clasicismo", dijo el investigador Pedro Sainz Rodríguez, cuyo discurso, sobre Retórica e historia, fue escuchado por la infanta Margarita, su marido, Carlos Zurita, y Manuel Fraga.Según la teoría de la autoridad de los antiguos "podemos decir que la historia de la literatura es, en realidad, la de las sucesivas rebeldías contra las formas autorizadas y prescritas". De ahí nacen dos criterios para apreciar la obra literaria: los que se limitan a observar si en su concepción han sido cumplidas las normas, y los que aplican su criterio libre para valorar la belleza de cada creación.
Recordó Sainz Rodríguez que el Renacimiento se llama así, entre otras cosas, porque "renace en él tanto el mundo antiguo como el imperio de las literaturas clásicas".
En este mundo literario se produjeron unos fenómenos de petrificación ideológica de. gran influencia en la cultura. Los retóricos renacentistas, dijo, estudiaron las letras clásicas con un casuismo arbitrario, y de ahí se derivó "una especie de dogmatismo que aspira a imponer unas normas invariables universales a la creación literaria". De esta actitud ante la historia, que nada tenía que ver con la creencia religiosa, nació "el perentorio juicio de Boileau que declaraba la incompatibilidad del cristianismo con el arte", idea que presidirá las polémicas sobre los Autos de Calderón y el arte nacional.
Las rebeldías contra el dogmatismo retórico neoclásico se polarizaron en torno al teatro. En una primera época de polémicas, en el Siglo de Oro y casi siempre a cuenta de las unidades dramáticas, Lope, Tirso y los demás razonaban a la vez que creaban. En la segunda época, en el siglo XVIII, las polémicas fueron dirigidas oficialmente, "pues la conveniencia de cambiar nuestro antiguo teatro, creando otro europeo y civilizado a la moda francesa, entraba en el programa del saneamiento de las costumbres y del fomento del bienestar público que caracterizaba a la Ilustración española". La primera época terminó con el triunfo del teatro nacional y la apoteosis de Lope, y en la segunda, los esfuerzos gubernamentales no consiguieron que surgiese un teatro neoclásico y que el gusto del público sustituyese por él al popular teatro nacional.
"En España hubo siempre entre nuestros humanistas, aun en la época en que negaban y discutían el teatro de Lope, una verdadera tradición de libertad, de tolerancia, de romanticismo en suma, que llega, finalmente, a reconocer, explicar y defender las más atrevidas libertades del teatro nacional", dijo Sainz antes de analizar estas dos actitudes en la historia.
Contestó Emilio García Gómez, quien estableció tres bloques en la obra del nuevo académico: su trabajo en historiar la crítica literaria, el análisis de cuestiones sobre la historia de los españoles, y el análisis crítico de la mística española en su conjunto Y su evolución.
Babelia
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