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El cine 'hablado' de Mankiewicz centra el interés en Valladolid

La película de Marguerite Duras, 'Les enfants', una de las más discutidas de la 30ª semana cinematográfica

ENVIADO ESPECIALLa retrospectiva de la obra completa del cineasta norteamericano Joseph L. Mankiewicz es, por ahora, la estrella indiscutible de la Semana de Valladolid. Junto a sus magistrales películas, la sección oficial del certamen comienza a animarse con un lote de películas variado e irregular. La más discutida, sin ser ni mucho menos la mejor, de estas películas es, hasta el momento, Les enfants, de Marguerite Duras.

Pero si el cine de Joseph L. Mankiewicz es el triunfo absoluto de la palabra incorporada a la imagen, la película de la escritora francesa supone el triunfo de la palabrería.Que en un solo día se proyecten en diversos cines de Valladolid, a pocos pasos unas de otras y en versión original, películas como Carta a tres esposas, Eva al desnudo mente poblado en razón de sus características y precio. Su génesis y formación parecen fruto de un cóctel de ideas, con elemento su día de su autor, Joseph L. Mankiewicz, que de no existir el cine hablado, él lo hubiera inventado. No hay exageración en ello. Nunca la palabra alcanzó en cine tal engarzamiento con la acción y la imagen, una tan absoluta funcionafidad, como en la obra de este incomparable cineasta.

Por contraste, la proyección en la sección oficial, del filme de Marguerite Duras Les enfants elevó más si cabe a los de Joseph L. Mankiewicz. Este filme francés gravita también sobre la palabra, pero, ésta, conjugada con las imágenes de dicha película, se convierte no obstante en palabrería. La literatura de Duras no está atrapada por la imagen, hasta el punto de que hubo quien hizo un experimento: cerró durante algún tiempo los ojos, se limitó a oír sin ver la pantalla, y la calidad de Les enfants subió. El hermoso verbo francés de Duras no se incardina en las mediocres imágenes que quiere apoyar. Duras consiguió incardinarlas en Hiroshima, mon amour, pero allí detrás de la cámara estaba no ella, sino un verdadero cineasta llamado Alain Resnais.

Se ha proyectado también una extraña comedia soviética de Eldar Shenguelaia, Las montañas azules, que es una diatriba contra los burócratas realizada en la República de Georgia, patria de José Stalin, padre de los burócratas. Es una película de lavado de cara que probablemente dice cosas interesantes a los kremlinólogos, o expertos en la política moscovita, pero que a los simples aficionados al cine se limita a proporcionar algunas ocasiones de buena risa y una gran ración de tosquedad cicematográfica. Otro de los filmes proyectados ha sido Secretos secretos, de Giuseppe Bertolucci, hermano de Bernardo, que lleva la marca de la familia pero es menos brillante. La película está correctamente realizada y muy bien interpretada, sobre todo por Lina Sastri y Lea Massari, que componen un dúo madre-hija hondo y serio: dos verdaderas actrices.El filme logra interesar, pero, como los vinos muy aguados no emborracha y deja con sed. Está urdido alrededor de dos escenas cumbre: la primera y la última. Pero lo que debierá ser la carne del bocadillo es de materia bastante inferior a la del emparedado.

Atentado

La primera escena narra con buenas imágenes y buen tiempo cinematrográfico, un atentado terrorista cometido por una mujer. La escena final narra el encuentro de esta mujer con otra: el juez que instruye su caso después de capturada. Este enfrentamiento de dos mujeres podría haber dado lugar, por su contenido y la intensidad ética que Bertolucci maneja, en él, a una película de mucha más enjundia, pero estos dos golpes de efecto, primero y último, insisto, pierden toda su violencia en medio de la dispersión de la trama argumental que consigue, todo lo más, ofrecer algunos desdibujados retratos psicoanalíticos de mujeres de diversas clases sociales italianas.La rumana Adela, de Mircea Veroiu, tiene algún interés, pero es excesivamente naturalista y sus buenos dibujos de personaje no rompen el cerco de la morosidad que la domina.

La película alemana occidental Sugar baby tiene mucha fuerza y desgarro en su historia, que es originalísima, y su notable actriz principal, Marianne Sägiebrecht. El director, Percy AdIon, estropea considerablemente la sombría fiesta de esta historia de amor, mitad enloquecido y mitad negro, con su inexperiencia.

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