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¿El fin de Craxi?

LE FÍGAROLa crisis italiana que se ha abierto con la dimisión ayer de Bettino Craxi corre el peligro de ser más difícil de resolver que otras muchas. Sin embargo, Italia, con 45 crisis gubernamentales en 40 años, tiene ya la costumbre en esta materia. Esta vez, las causas son más diversas, menos ligadas a los hombres y a los partidos, y más, a problemas de fondo: la política exterior y, sobre todo, la política económica. Pero, a fin de cuentas, lo esencial reside siempre en el equilibrio frágil y complicado de las combinaciones parlamentarias y en la ausencia permanente de mayoría gubernamental estable.Le faltaba poco a Craxi para ganar el récord de longevidad del tercer Gobierno Moro, o sea, 833 días de poder. Visiblemente, esta situación era considerada en Roma como totalmente anormal. El fin del Gobierno Craxi se había anunciado desde hace semanas. El primer ministro se veía reprochar cada día más su estilo de gobierno muy personal, su autoritarismo y su ausencia de contactos con las formaciones constituyendo el pentapartido (la coalición de cinco partidos).

La Democracia Cristiana, que ha gobernado Italia casi sin compartirlo desde 1945, con la doble excepción de los Gobiernos Spadolini (republicano) y Craxi (socialista), aspira abiertamente a retornar al palacio Chigi, el lugar que estima que le corresponde. Es posible que lo logre como resultado de la crisis actual.

Craxi ha caído sobre un drama que ponía en cuestión las relaciones humanas dentro del Gobierno y que ha cristalizado en un malestar difuso en el seno de la coalición parlamentaria y de divergencias serias, en el interior de ésta, sobre la política exterior. La causa directa de la crisis es, en efecto, el acto de piratería contra el Achdle Lauro, sus consecuencias y, después de la captura de los piratas, las facilidades de salida ofrecidas a Abu Abbas.

Spadolini se quejó de haber sido marginado de todas las decisiones. Su partido ha criticado abiertamente la política proárabe de Craxi. La coalición, en su conjunto, parece haber sentido el vértigo ante las perspectivas de una tensión con Washington, de las que nadie en Roma, y tampoco Craxi, quiere saber. Italia ha formado parte de los aliados más fieles de Estados Unidos y entiende mantener esta reputación.

La crisis actual se resolvería fácilmente si no se tratase más que de ese problema. En realidad, la formación del próximo Gobierno podría tropezar con problemas económicos y presupuestarios. Craxi había impuesto una política de rigor financiero que hacía chirriar muchos dientes. Todos los partidos se enfrentan y dividen sobre las grandes orientaciones económicas. Hay que agregar que no puede existir mayoría parlamentaria si el partido socialista de Craxi queda excluido o si se retira de la coalición.(...

, 18 de octubre

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