Decepción norteamericana por las vacilaciones europeas sobre la 'guerra de las galaxias'
La sencillez y contundencia de las respuestas que la Administración norteamericana ofrece a las numerosas dudas planteadas en Europa en torno a la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) o guerra de las galaxias indican que EE UU comprende mal las vacilaciones europeas en torno a esta cuestión. Tal incomprensión se traduce incluso en gestos de impaciencia. Así, el general James Abrahamson, director de la organización de la SDI, al ser preguntado por los avances conseguidos en la negociación de contratos con empresas no estadounidenses manifestó recientemente, a un grupo de periodistas de países miembros de la Alianza Atlántica: "Francamente, me siento decepcionado".
Altos cargos como el embajador Edward Rowny, que dirigió las negociaciones START sobre armas estratégicas en las anteriores conversaciones de Ginebra, afirman, casi sin reservas, que las vacilaciones de Europa son consecuencia de la propaganda de la URSS que, tras el fracaso de su campaña para impedir el despliegue de los euromisiles, ha centrado sus baterías en la Iniciativa de Defensa Estratégica.Pero las reticencias de Europa en torno a la SDI son muchas, y se refieren a diversos aspectos del programa del presidente Ronald Reagan. En primer lugar, al estratégico, porque en el Viejo Continente se sospecha que un sistema de defensa antimisiles tiene más posibilidades de ser eficaz contra los cohetes intercontinentales que contra los de alcance medio y, por tanto, dejaría a Europa desprotegida frente a la amenaza nuclear específica que le afecta y destruiría la relación estratégica entre los dos márgenes de la OTAN.
Hay dudas que son más inmediatas. La base de las suspicacias francesas y del proyecto Eureka, que pretende el desarrollo autónomo de una tecnología civil europea, es, de hecho, el temor de que la SDI impulse la tecnología estadounidense y fomente la fuga de cerebros hacia EE UU, hasta el punto de que Europa quede irremediablemente descolgada de una revolución que se anuncia como mucho más decisiva que las que conmocionaron en el pasado a las sociedades más dinámicas.
Sobre la mayoría de los países y empresas que, pese a todas estas incertidumbres, se aproximan a Washington con el deseo razonable de beneficiarse en la mayor medida posible del programa de la SDI, pesa todavía otra incógnita: ¿se repartirán equitativamente las posibles aplicaciones comerciales de la investigación entre todas las partes interesadas en la misma?.
Más abierta a las dudas de tipo estratégico, la Administración Reagan responde a los interrogantes europeos con una afirmación de principio." Sentimos profundamente", ha reiterado el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, "que la defensa de la OTAN es la defensa de EE UU, que ambas están indisolublemente ligadas y continuarán estándolo". Ante el ya citado grupo de periodistas de países miembros de la OTAN, Weinberger añadió otro argumento más práctico: "Es significativo que mucha de la investigación de defensa estratégica que estamos realizando indica que la defensa contra armas de corto alcance será relativamente más sencilla".
Gerald Yeonis, segundo del general Abrahamson en la oficia de la SDI, amplía este argumento: "En un sentido, los misiles más lentos y de más baja cota (como los SS-20 soviéticos) presentan problemas más sencillos en términos de sensores (necesarios para detectarlos) y de gestión de datos (necesaria para valorar, la amenaza y controlar la respuesta). Además, los interceptores que se necesitarían serían más simples que en el caso de los misiles intercontinentales.
Por otra parte, la división espacial de la Fuerza Aérea de EE UU pretende disponer de un nuevo tipo de radar, el OTH Backscatter, capaz de detectar los misiles de crucero, que amenazan específicamente a Europa.
Cabe anotar que, para los críticos estadounidenses de la SDI, como los científicos integrados en la Union of Concerned Scientists, ni el problema de la detección de los misiles de crucero está resuelto, ni los argumentos de la Administración en relación con los otros misiles de alcance medio es correcto. Un misil de este tipo, razonan los críticos, llega a su objetivo con un ángulo de incidencia mucho menor que un misil intercontinental y, por tanto, a mayor velocidad, lo que complica su interceptación, incluso en la última fase.
En relación con la sospecha de que la SDI podría descolgar a Europa de la revolución tecnológica en curso, Caspar Weinberger manifestó: "Me resulta de verdad difícil entender cómo puede haber una oposición a la SDI basada en consideraciones económicas, porque todas las perspectivas son favorables". "La tecnología necesaria para una defensa estratégica", dijo el secretario de Defensa en otro momento, "presenta también posibilidades comerciales muy amplias, y una vez más el problema no es compartirlas ni nada parecido. Se trata de desarrollarla".
'Fuga de cerebros'
Weinberger comentó así el temor europeo a la fuga de cerebros: "No creo que la gente elija vivir en Europa o en EE UU sólo porque en uno de esos dos sitios puede ganar más dinero. La gente elige su residencia por preferencias, por tradición y por razones familiares, y no creo que eso vaya a cambiar". Tras señalar que las ventajas comerciales no son lo que interesa al Pentágono", el secretario de Defensa afirmó también que las condiciones de los acuerdos con contratistas extranjeros "serán muy uniformes y tenderán a proteger la tecnología para que no caiga en manos de los soviéticos".Entretanto, Washington ha hecho llegar listas de posibles campos de participación en la SDI a los diversos países europeos, incluida España. Caspar Weinberger afirma que "no se trata en modo alguno de pedir la participación de los Gobiernos", y que "no se considera ningún tipo de contribución financiera por parte de los aliados en este momento". Estados Unidos tampoco "asignará fondos a ningún área geográfica concreta", aunque sí aceptará la conclusión de acuerdos-marco con los países que los desean, como la República Federal de Alemania o el Reino Unido, para que sus empresas operen en ese contexto. En definitiva, para Weinberger, la vocación europea de la SDI se orienta a conseguir "los mejores cerebros del mundo" para el proyecto.
Gerald Yeonis expuso así los objetivos de la información a Europa sobre este proyecto: "El programa trata de crear las bases para adoptar una decisión informada (sobre el despliegue del sistema) a comienzos de los años noventa. Ahora bien, ir a cualquier capital de la OTAN, dentro de unos cinco años y pretender que nos entiendan en un par de horas sería inconcebible".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- ISD
- Caspar Weinberger
- Declaraciones prensa
- Escudo antimisiles
- Espacio aéreo
- Estados Unidos
- Misiles
- OTAN
- Seguridad aérea
- Política defensa
- Contactos oficiales
- Ejército aire
- Guerra
- Europa occidental
- Fuerzas armadas
- Gente
- Europa
- Organizaciones internacionales
- Conflictos
- Relaciones exteriores
- Armamento
- Transporte aéreo
- Defensa
- Transporte
- Sociedad