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Patric de Goede

Un joven surafricano que lleva años trabajando a favor de la mayoría negra de su país

Patric de Goede tiene 30 años de edad y vive en el exilio desde 1978. Se autodefine como "un diplomático aficionado que sabe lo que quiere", es decir, una democracia real para Suráfrica en la que se aplique el principio de un hombre, un voto. Ésta es la política defendida por su partido, el Congreso Nacional Africano, que cuenta como máximo líder con Nelson Mandela. Con ese objetivo estuvo el fin de semana pasado en El Puerto de Santa María (Cádiz) participando en la Asamblea General del Movimiento Internacional de Jóvenes y Estudiantes de las Naciones Unidas (ISMUN), órgano consultivo de la ONU.

Pese a su tez blanca, Patric Goede es mestizo, puesto que lleva sangre negra en las venas. Conoció en la forzada separación de sus padres por razones de raza, la discriminación por el color de la piel. Comenzó a trabajar a los 16 años como obrero especializado en mecánica y las reivindicaciones sindicales fueron su primera forma de lucha, más tarde entró en contacto con organizaciones católicas de izquierda, para acabar en su actual militancia. Todo le parece vertiginoso en su aún corta vida, al negarse a hacer el servicio militar tuvo que exiliarse, por la causa que defiende ha luchado dentro de su país con las armas, en actividades propagandísticas y ahora finalmente como pregonero de la injusticia en el exterior.Desde que comenzara su exilio, Patric no tiene hogar, vive asaltos entre los países limítrofes al suyo, o bien la Gran Bretaña y los Estados Unidos. Con él su esposa, de origen portugués y militante en el mismo partido, y sus tres hijos. La muerte le ha rondado en varias ocasiones, pero recuerda con especial tensión la de sus amigos. La mujer que le introdujo en el mundo sindical y su hija saltaron en mil pedazos a causa de un paquete bomba; en otra ocasión el Ejército surafricano llevó a cabo una misión de limpieza" en países fronterizos, destruyendo domicilios de miembros del Congreso Nacional Africano, esa vez, murieron 12 personas y entre ellos un niño con un tiro en la cabeza, "le mataron porque era un futuro guerrillero". Patric estaba lejos, en Inglaterra, pero en la televisión reconoció arrasada la que hasta hacía unos meses había sido su casa.

Su tono de voz es uniforme y bajo para insistir en las razones de su lucha, mientras mantiene fija una penetrante mirada azul. Ésto le interesa más que su propio currículum, sobre el que ha pasado sin detenerse. "Existe una mayoría negra oprimida, fundamentalmente por intereses económicos, que son los que pemiten que se mantenga esa situación".

Se queja de que la sensibilidad detectada en la opinión pública europea ante la vergonzosa situación que se vive en su país se diluya a la hora de tomar los gobiernos decisiones concretas. Y ahí acentúa sus palabras en inglés: "que se aisle a Suráfrica, económica, políticamente, en el deporte ... ".

El nombre de Nelson Mandela le da un toque de pasión a la mirada, a la vez que proguncia palabras de admiración. "Es un líder indiscutible, en unas elecciones justas sería presidente", pero sobre todo habla de su integridad, "no dejó la lucha a cambio de una libertad ofrecida", una libertad de la que carece hace más de 20 años. No puede decirse que parezca optimista, ni pesimista, se alegra de que cada vez más jóvenes surafricanos como él, se nieguen a hacer el servicio militar obligatorio y espera que después se unan a las filas de su partido.

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