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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inflación afloja el paso

EL FENÓMENO inflacionario ha comenzado a ceder con fuerza en el mundo occidental. La tasa media de inflación en la Comunidad Económica Europea fue en el pasado mes dejulío del 0,1% y en agosto, nula. Parece que comienzan a dar resultados tangibles las políticas de ajuste que se comenzaron a poner en práctica en la segunda mitad de los años setenta, con motivo de la crisis de las materias primas. Sin embargo, este fenómeno no es lineal ni actúa de igual forma en todos los lugares. En los países en vías de desarrollo -principalmente en América Latina- está pasando lo contrario. La política de apretarse el cinturón, que lleva cuatro años seguidos de vigencia, se completa en los últimos tiempos con fenómenos de hiperinflación crecientes; los precios vuelven a dispararse. De esta forma, la inflación se convierte en problema político y acentúa las desigualdades entre el Norte y el Sur.España, aunque parte de porcentajes de inflación muy superiores a los de la mayoría de los países de nuestro entorno -producto de un retraso de casi una década en darse cuInta de la profundidad de la crisis y de aplicar medidas de rigor-, también parece estar venciendo en la batalla contra los precios. Es una batalla desigual, con tantos picos de sierra que en nuestro país es difícil afirmar que se ha llegado al final del camino y que hay que poner el acento en combatir el resto de los desequilibrios estructurales de la economía: paro, déficit público, inversion plana, etcétera. Persisten interrogantes de primera magnitud, entre los cuales el más significativo es el de los efectos que sobre el coste de la vida tendrá la aplicación del impuesto sobre el valor añadido a partir del primer día del próximo ejercicio.

El índice de precios al consumo (IPC) del mes de agosto fue del 0,2%, unas décimas por encima de la CEE, pero, en cualquier caso, un porcentaje claramente favorable y difícil de pronosticar a principios de año. Ello supone una inflación en los ocho primeros meses del año del 5,2% y una inflación acumulada en los 12 meses últimos del 7,3%, siete décimas por debajo de las últimas previsiones del Gobierno.

Una vez explicado el carácter positivo de la cifra -que se acompaña, dentro de la coyuntura4on el del paro registrado de los últimos cinco meses, en tendencia descendente-, hay que plantear necesariamente algunas incógnitas que levanta la elaboración del nuevo IPC. Hasta el pasado mes de agosto, la composición del índice se basaba en los resultados de la encuesta de presupuestos familiares realizada en 1973. Parece obvio que los hábitos de consumo de los españoles han sufrido una evolución muy importante. Si en 1973 tenía automóvil el 33,5% de las personas encuestadas, siete años después eseporcentaje era el 51,5%. La posesión de frigoríficos ha pasado del 73,7% al 91,1% y la de lavadoras automáticas ha saltado del 27,9% al 64,3%. La sociedad española ha experimentado un cambio cuantitativo y cualitativo en su consumo, y, desde ese punto de vista, no habría nada que objetar`a que se reajustara el mecanismo mediante el cual se mide la evolución de los precios. Es razonable, por ejemplo, que se modifique el peso específico que en 1973 tenían los gastos destinados a alimentación y se suba, por ejemplo, la participación que en el conjunto del índice tienen los gastos dedicados a ocio, transporte o vivienda.

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Pero si el sistema de 1973 peca de anacrónico, lo cierto es que el que viene a sustituirle no es precisamente futurista. Desde abril de 1981, momento enel que se finalizó la encuesta de presupuestos familiares, hace ya cuatro años y medio, los hábitos de consumo también se han modificado, y presumiblemente mucho. Y está además el problema político, un cambio en el sistema de medición del coste de vida justamente cuando éste es un año marcado por serias incertidumbres sobre el comportamiento de la inflación y cuando el Gobierno se ha planteado como un auténtico reto lograr los objetivos marcados en este campo. Aplicar en el mes de agosto un nuevo sistema, que inevitablemente rompe la serie estadístíca, no parece justificado, máxime cuando los propios responsables de su elaboración afirman que ya no podrá saberse cuál hubiera sido el comportamiento del IPC con el sistema antiguo.

Con la puesta en marcha de la nueva composición del IPC, a mediados de año, se puede introducir la.duda de si por debajo de todo no existe también la intención de presentar a finales de año unos resultados mejores, independientemente de la necesidad de abordar la revisión del sistema. Lo más lógico habría sido que el coste de la vida se hubiera seguido midiendo por el viejo IPC hasta diciembre. Máxime cuando se tenía una oportunidad única para implantar un nuevo sistema con la entrada en vigor del IVA, en enero de 1986. Hacerlo de otra manera equivale a manipular políticamente las estadísticas.

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