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Más libertad

Mi libertad es mi capacidad para hacer lo que me dé la gana. Esta capacidad siempre se verá más o menos restringida por la organización de la sociedad en que vivo. Si cada uno condujese su automóvil como le diera la gana, la circulación sería un caos. Para evitar accidentes de tráfico establecemos las norma! de Código de la Circulación, aunque de alguna manera coarten nuestra libertad. Si se siguiera cazando ballenas, pronto desaparecerían. Por eso prohibimos su caza. Restricciones de la libertad de este tipo siempre serán nacesarias, y los ciudadanos racionales siempre las aceptaremos de buen grado. Pero no estamos dispuestos a aceptar cualquier restricción, sino sólo las imprescindibles. En general, cuanta más libertd, tanto mejor.Libertad no es lo mismo que democracia, La libertad es algo más íntimo y privado, se refiere al horizonte de lo que yo puedo o no puedo hacer con mi vida, con mi tiempo, con mis ideas, con mi cuerpo, con mi dinero, etcétera. La democracia es algo público, se refiere al régimen político, al mecanismo colectivo de toma de decisiones. Normalmente, las democracias permiten a sus ciudadanos muchas más libertades que las dictaduras, aunque no siempre es así. Hitler, que acabó con todas las libertades en Alemania, fue elegido democráticamente. Y aunque Irlanda es una democracia y la Unión Soviética es una dictadura, en Irlanda las mujeres carecen de la libertad de divorciarse, usar anticonceptivos y abortar, libertades de que gozan todas las mujeres soviéticas.

Con el paso de la dictadura del general Franco a la democracia, los españoles hemos ganado, indudablemente, en libertad. Podemos hacer más cosas que antes (incluso si no las hacemos). Y de ello todos nos felicitamos, al menos los que amamos la libertad, es decir, los que preferimos tomar la dirección de nuestra propia vida en nuestras propias manos, más bien que depositarla en las manos del Gobierno, de la Iglesia, de los vecinos o de quien sea. Pero nos engañaríamos (o seríamos bien poco ambiciosos) si pensásemos que ya tenemos toda la libertad a la que razonablemente pueden aspirar los ciudadanos de una democracia moderna y secular. De hecho, nuestra democracia sigue siendo bastante poco liberal. En este sentido, la transición de la dictadura a un régimen de libertades está lejos de haber concluido, y conviene que seamos conscientes de ello.

Ahora ya tenemos libertad de Prensa (que no teníamos bajo Franco), pero seguimos sin tener libertad de televisión, a pesar de que cada mes algún personaje del Gobierno nos repita que la libertad de televisión (como las relaciones diplomáticas con Israel) están a la vuelta de la esquina.

En cualquier caso, el español es un telespectador muy poco libre, condenado como está a tragar la dieta forzosa que le ofrece el monopolio televisivo oficial estatal autonómico. Menos mal que nos queda la valiosísima libertad de apagar el televisor.

Con Franco no podíamos divorciarnos, por mal que fuese nuestro matrimonio. El Gobierno (aconsejado por la Iglesia católica) decidía por nosotros que lo que nos convenía es no divorciarnos en ningún caso. Uno de los grandes logros de la legislación democrática ha sido la acual ley del divorcio, basada en el criterio civilizado de la separación real de los cónyuges más bien que en las siempre discutibles búsquedas de presuntas culpas y pecados. Es una ley destinada a durar. El saber que el divorcio está ahí como posibilidad es un agran alivio para todos, incluso para los que nunca hagan uso de él. Enhorabuena a Fernández Ordóñez.

Con Franco, las mujeres no podían abortar. El Gobierno (aconsejado por la Iglesia católica) decidía por ellas que la maternidad es lo que más les convenía, incluso en las circunstancias y casos extremos en que ellas la rechazaban. Una de las leyes peores y más hipócritas que ha parido la nueva democracia española ha sido la actual ley del aborto, que ha dejado de lado el criterio civilizado del tiempo de embarazo para adoptar la casuística cardenalicia de los casos en que es o no es pecado abortar. Es una ley que no soluciona en absoluto el problema y que está destinada a no durar y a ser sustituida muy pronto (esperemos que en la próxima legislatura) por una ley civilizada, que conceda a las mujeres de este país el derecho a decidir por sí mismas cuándo quieren ser madres y cuándo no. Para divorciarnos ya no necesitamos ir a México, pero

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Más libertad

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para abortar seguimos teniendo que ir a Londres.

Con Franco era un delito monetario que un ciudadano español invirtiese sus ahorros o comprase una casa en el extranjero. Con la democracia lo sigue siendo. Un inglés o un alemán, o un americano, o un japonés tienen que pagar sus impuestos, claro está. Pero luego puede gastar o invertir su dinero donde le dé la gana y sin pedir permiso a ningún burócrata. El españolíto sigue siendo menor de edad. Miles de suizos pueden comprar chalés en España. Pero si García de Enterría compra un chalé en Suiza se le procesa por delitos monetarios. La legislación de delitos monetarios fue introducida en España por Franco, que, a su vez, la copió de Hitler, su inventor en Alemania. Una de las primeras medidas de la democracia alemana fue abolir tan antiliberal legislación. A ver cuándo seguirnos su ejemplo.

Si la libertad de abortar o no abortar afecta a las mujeres, la libertad de hacer o no hacer el servicio militar afecta a los hombres. Yo no quería hacer la mili y alegué todo tipo de excusas para tratar de evitarla, pero de nada me servió. El régimen de Franco me obligó a cumplir el servicio militar y a perder, por tanto, varios meses preciosos de mi vida, que nadie me podrá devolver. Pero con la democracia nada ha cambiado. Los norteamericanos hacen la mili si quieren, y si no quieren, no la hacen. La misma libertad de elección tienen los australianos y los ingleses. Pero los rusos, los turcos y los españoles tienen que pasar por el aro, quieran o no. El hacer el servicio militar no sirve para nada, ni siquiera para llegar a ser ministro de Defensa, como muestra el caso de Narcís Serra (por quien yo siento un gran respeto, dicho sea de paso). En un país realmente libre a nadie le obligan contra su voluntad a dedicar un año de su vida a hacer lo que no quiere. Aquí se ha hablado mucho de objeción de conciencia, pero esa discusión no ha hecho sino apartar la atención del problema genuino: el de la obligatoriedad del servicio militar. Elimina ese problema y el de la objeción se evapora por sí solo.

Las libertades de que hemos hablado no son utopías exóticas, sino libertades normales en las democracias maduras y bien establecidas, entre las cuales todavía no se encuentra España. Nuestra clase política tiene la tendencia natural a dormirse en sus propios laureles, pero no tiene el derecho a hacerlo mientras le quedan asignaturas pendientes, como las del paro y la libertad. En este país hay aún sitio para mucha más libertad. Y nuestra vida, que ya es más libre de lo que era, puede ser todavía mucho más libre de lo que es. Para ello hemos de damos más libertad, toda la libertad compatible con el buen funcionamiento de la sociedad, es decir, mucha más libertad de la que tenemos.

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