_
_
_
_
Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las ramas y el tronco

¿Por qué en una película en la que las partes son aceptables no lo es el todo? Vayamos a esas partes. No es de lince decir a estas alturas que Mario Camus domina el oficio de hacer cine Se sabe. En La vieja música da pruebas de esa cualidad, pues la película, hilvanada como está su armazón con endebles hilos, se ve hasta el final sin que se nos rompa en pedazos. Sólo a la habilidad de Camus es imputable que el castillo de naipes de La vieja música no se venga abajo ante el estornudo de un espectador.¿Por qué un guionista tan experto y sagaz como Jordá ha forjado, mano a mano con Camus, un eje de mantequilla para una historia llena de materialidad una columna vertebral de nube para sostener un andamio argumental de barro?

La vieja música

Director: Mario Camus. Guión: Joaquín Jordá y Mario Camus. Fotografia: Hans Burman. Producción J. L. Olaizola y Félix Tussefi. Española 1985. Intérpretes: Federico Luppi, Charo López, Eva Cooper, Antonio Resines, Assumpta Serna, Jim Wright, Miguel Ángel Rellán, Francisco Rabal Agustín González. Estreno en Madrid: cines Conde Duque y Vaguada.

En cine hay historias que se construyen con materias argumentales incorpóreas y otras que, por el contrario, proponen un juego argumental lleno de corporcidad. El de La vieja música de estos últimos: todo discurre alrededor del itinerario emocio nal de un hombre cuya ocupa ción es la prácticade un deporte Pues bien, ¿qué demonios hace tan difuso e impreciso personaje en los contornos visuales de un ejercicio físico tan definido y enérgico como el baloncesto? Sólo flotar, como una pálida solterona de García Lorca flotaría si se le hiciera sitio en un sudoro so relato de Hemingway.

Federico Luppi, excelente actor argentino, lucha y fracasa en su empeño por hacer creíble en esta película a un personaje que los autores del filme han sacado de contrabando del espectro de otra. Un ejemplo: Luppi llega casi a convencer en algunos apuntes intimistas, situados en secuencias de tránsito entre episodio y episodio, pero su desamparo se hace brutalmente visible, gracias a la fuerza que en cine adquieren las pugnas y contrastes de rostros, cuando ha de medir la credibilidad de lo que hace con la de otros personajes secundarios mejor resueltos -es decir, que se benefician de una adecuación entre su función argumental, dramática o poética y los actos que la intentan hacer visible- como los que interpretan Antonio Resines, Assumpta Serna, Agustín González y Francisco Rabal. Sin ser Luppi peor actor, éstos lo vacían.

Estos actores secundarios tienen en La vieja música algo concreto que expresar con su presencia, y lo hacen. Luppi no puede hacer otra cosa que deambular sin rumbo entre las inconcreciones de un personaje sonámbulo que finge estar despierto. Resines, Serna, Rabal y González actúan; Luppi, simula.

Una cosa es actuar y otra simular.

El tronco del filme es más endeble que sus ramas, o al menos que algunas de ellas, y esto es un indicio irrefutable de que hay un grave desequilibrio en el desarrollo global del relato. Éste engancha inicialmente algunos hilos de atención, los sostiene durante algún tiempo para después perderlos y sólo recuperarlos en ráfagas efímeras, que permiten al espectador escapar del sopor durante instantes, durante esas traicioneras buenas partes que no consiguen otra cosa que hacer aún más evidente la insuficiencia del todo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_