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Antonia Flores

La alcaldesa de Palomares sigue buscando la verdad sobre los efectos de las bombas antes de enero de 1986, fecha que cierra legalmente el caso

Tenía seis años cuando las bombas cayeron sobre Palomares (Almería). Durante tres días, en enero de 1966, el pueblo estuvo expuesto a las consecuencias del escape radiactivo, una pesadilla que Antonia Flores no ha podido aún arrojar de la memoria. Veinte años después, el azar ha querido que la niña que tuvo en sus manos la posiblilidad de tocar una bomba, ahora alcaldesa, se empeñe en esclarecer la situación

Antonia Flores sólo dispone de cuatro meses para llegar al fondo de un asunto que permanece aún salpicado por la ambigüedad y la sospecha. El próximo 16 de enero de 1986 se cumplirán los veinte años de la caída de la bombas, una cronología que cerrará legalmente cualquier reclamación ulterior ante las autoridades norteamericanas. Pero el capítulo dista mucho de estar realmente terminado para los vecinos de Palomares, que aún no disponen de información fiable sobre su salud.La alcaldesa no ha olvidado el enorme susto que ella y su hermano sintieron el día en que cayeron las bombas. El tiempo estaba revuelto ese día, lloviznaba y soplaba el viento. Hubo un inesperado resplandor y una fuerte explosión. Los niños corrieron a casa, pero luego, envalentonados, salieron a la calle a ver los objetos que habían caído. "Los tocamos sin la menor desconfianza, incluida la bomba que había caído cerca de nuestra vivienda", recuerda Antonia Flores. "Nos ofrecieron unas indemnizaciones pírricas, en base a los daños causados a la tierra. A mí padre, agricultor, le tasaron la tierra en 1.200.000 pesetas y le presionaron para que aceptara cobrar 28.000 pesetas, o si no, no cobraba nada".

Había en Palomares en 1966 alrededor de 1.500 vecinos. Gran parte de ellos emigraron a Barcelona. Otros, algo más de 800 habitantes, permanecen en el pueblo y siguen, en su mayoría, plantando tomates en sus tierras. Pero la mayor parte de ellos continúa viajando los domingos a Madrid para que el lunes y el martes les hagan sucesivos reconocimientos médicos en la Junta de Energía Nuclear. Pero no tienen datos concretos acerca de su estado.

A sus 26 años, la biografía de Antonia Flores apenas contiene datos llamativos más allá de su inquietante proximidad con las bombas. Con su familia emigró a Barcelona durante tres años. Más tarde volvió al pueblo, donde trabaja como oficinista. Hace dos años fue elegida alcaldesa en una candidatura independiente, aunque es militante del PSOE. Su empeño, secundado por sus vecinos, es lograr conocer toda la verdad sobre los efectos de las bombas.

"No pretendo rentabilidades políticas. Sólo deseo que la Junta de Energía Nuclear nos entregue el historial clínico para estar seguros de que no tenemos nada que temer, antes de 1986. Si efectivamente no tenemos por qué preocuparnos, mejor para todos".

Un equipo médico dirigido por Pedro Zarco, presidente de la Asociación de Médicos contra la Bomba Atómica, estudia el tema. "En Palomares hay casos de leucemia, abortos y nacimiento de retrasados mentales, efectos retardados que también se produjeron en Hiroshima". La alcaldesa de Palomares ha llevado también el caso al abogado José María Mohedano, quien pedirá notarialmente los informes clínicos a fin de solicitar nuevas reclamaciones económicas antes de que expire el plazo de los veinte años.

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