_
_
_
_
LAS VENTAS/ DESPEDIDA DE ANTOÑETE

Corte de coleta

La persona más nerviosa durante la corrida de ayer en la plaza de Las Ventas era Antonio Chenel Antoñete, que se despedía del toreo. La segunda persona mas nerviosa fue su cuñado, Paco Parejo, que le cortó la coleta. Al final de la tarde se fundieron en un largo abrazo y sollozaron."Siempre hay preocupación antes de una corrida, pero hoy mucho más", había dicho Parejo por la mañana, en el sorteo. "A ver si Antonio tiene suerte y los toros le ayudan, que haya una despedida hermosa, memorable". Sus amigos percibían su preocupación. Contínuamente se acercaba gente del toro para estrecharle la mano y hasta desearle suerte, como si fuera él quien tuviera que enfrentarse con tres toros.

Más información
La emotividad pudo más que la maestría

Ya en 1975 Parejo había pasado por este trance, le había cortado la coleta al diestro madrileño cuando, solo, mató seis toros. Esa tarde no fue un éxito, y Parejo no sabe adónde ha ido a parar aquella coleta. "Puede que la tenga el mozo de espadas", dijo ayer. Y a Antoñete le volvió a crecer. Es decir, reapareció.

Parejo lleva toda su vida en el mundo del toro. Vivió en la antigua plaza, de la carretera de Aragón, donde su padre era mayoral, y en 1934, cuando abrió el coso de Las Ventas, cuidaba el ganado y vivía allí. Se casó con una hermana de Antoñete, y el chaval vino a vivir con ellos cuando tenía cuatro o cinco años. Antoñete se crió entre barreras, en los corrales, viendo las partidas de mus de los picadores y saludando a los matadores en los días de corrida. Así nace un torero.

"Cuando me dijo que quería ser torero me dolió", dijo Parejo. "Cabía la posibilidad de que no valiera. Pero luego me demostró que tenía cualidades y le ayudé." Parejo ha ido a todas sus corridas y le representa en el, sorteo. El diestro le considera como un segundo padre.

Pero ayer por la mañana Parejo estaba algo disgustado. Los veterinarios habían echado atrás tres de los seis astados de Belén Ordóñez, que fueron sustituidos por tres reses de Juan Jiménez. Ninguna de las ganaderías es de renombre. "Saben desde mayo que Antoñete se despide hoy, y no son capaces de comprar una corrida de garantía", se quejaba un aficionado. "Vaya empresa".

Sin embargo, el apartado fue un llenazo, había gran expectación por ver los toros que iba a matar Antoñete en su última tarde como profesional. Llamó la atención su primero, Cumbreño, un toro cho rreado y alerta, que luego sería de vuelto al corral por inválido. Estaquito, veleto y astifino, iba a ser el segundo de Antoñete pero se lidió en quinto lugar, así que fue el último toro de su larga vida profesional.

Eso sí: la empresa colocó en los carteles el consabido aviso de que los poseedores de billetes no conformes con la sustitución del ganado podrían devolver la entrada y recoger su importe. Nadie lo hizo. ¿Perder la despedida de Antoñete? Imposible. No sabemos por qué, pero nos parecía que ayer era un domingo, no un lunes. Cuando terminó el apartado y llegamos a la calle, nos extrañó ver tantos coches y tanta gente, como si éste fuera un día cualquiera.

Unas horas después, el patio de caballos era un hervidero de aficionados que esperaban al maestro para desearle suerte. Llegó temprano, 40 minutos antes de comenzar la corrida, y dos policías le escoltaron hasta la capilla. Los aficionados le tocaron el bordado en oro de su traje como si fuera sacerdote de una extraña religión pagana, le palmearon la espalda y le llamaron por su nombre. Antoñete no parecía darse cuenta. Muchas veces los toreros han dicho que cuando llegan a la plaza están tan nerviosos que apenas se aperciben de nada. Ayer todavía más.

Por desgracia, las corridas de más expectación suelen decepcionar, eso pasa muchas veces en los toros. Las reses de ayer no dieron grandes facilidades y ni el maestro ni Curro Vázquez estaban en vena. Una desgracia. Mas todavía era posible despedir a Antoñete. Decirle adiós. Tras la muerte del último toro, salió del burladero y Parejo le cortó la coleta. El público aplaudía. Vimos a más de un espectador con los ojos húmedos. Sabían que Antoñete jamás volverá a vestirse de luces.

Más tarde, en el patio de arrastre, un aficionado se acercó a Paco Parejo y le preguntó por la coleta. Parejo la sacó del bolsillo de su chaqueta y la exhibió cual oreja cortada en duelo con un toro.

"Esta vez no se pierde", afirmó. "Esta vez me la guardo yo".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_