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Tribuna:Los cuademos de Velintonia
Tribuna
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Visitas y congresos

14 de febrero de 1954En Velintonia. Me cuenta Aleixandre que ha recibido una visita misteriosa. Una dama desconocida le ha entregado una carta de parte de doña Carmen Rodríguez, que es la madre de la joven recitadora Carmina Morón, intérprete de la poesía española moderna. Hace un año, la misma señora le dio un sablazo de 300 pesetas, que no eran moco de pavo entonces y que nunca le devolvió. Ahora le comunicaba en su carta que su hija Carmina se hallaba en el séptimo mes de embarazo y que necesitaba con urgencia una cantidad para pagar inyecciones y al médico, pues el causante del resbalón -que había sido, según ella, uno de los poetas que asistieron al II Congreso de Poesía de Salamanca, donde Carmina dio un recital- no quería saber nada del asunto. Vicente, que siente lástima de Carmina, a la que conoció, se resignó a entregar otras 300 pesetas a la portadora de la carta, aunque maldiciendo del poeta autor del desaguisado.

30 de marzo

En Velintonia. Comentamos el atentado cometido por la censura con la película de Fred Zinnemann De aquí a la eternidad, ganadora de varios oscars. En la versión que se ha ofrecido al público, la relación íntima entre el sargento y la esposa del capitán queda como una relación puramente amistosa, no carnal, y, naturalmente, las relaciones de estos dos personajes no se entienden, y la película desconcierta y bordea el absurdo. El censor de turno debió pensar que en el Ejército no se tolera que un sargento se líe con la mujer de su capitán, y que el adulterio es un pecado grave. Comentando esta nueva barrabasada de la censura, Vicente despotrica contra los falsos moralistas que hoy nos gobiernan, tipo Arias Salgado, quien ha declarado sin empacho que desde que él está al frente del Ministerio de Información el porcentaje de los adolescentes que se la menean se ha reducido al mínimo, mientras ha aumentado el número de almas que van al cielo. "Para estos moralistas del catolicismo oficial que manda en España", me dice Vicente, "lo más importante, aquello que hay que controlar con todas las armas, es la cuestión del sexto mandamiento, es decir, el pecado de la carne. Los demás pecados, para esta gentuza de la moral hipócrita, no tienen importancia, sólo el escándalo del sexo les preocupa. Por eso toda la censura -la literaria como la teatral y la cinematográfica- se esfuerza por reprimirlo, sin darse cuenta de que ésa es una forma herética del catolicismo español, que tiene tan poco de cristiano. Es más ortodoxa la doctrina que da menor importancia a las flaquezas de la carne. Basta recordar cómo en nuestro Siglo de Oro ese pecado de la carne se perdonba más que los otros, y la tolerancia con Lope, sacerdote amancebado y con hijos, es buen ejemplo de ello. El espectáculo de la falta de caridad o el de la injusticia social, el contraste indignante entre el lujo y la miseria, aquí no escandalizan a nadie, se aceptan como una cosa natu-

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Visitas y congresos

Viene de la página 11ral ('siempre ha habido ricos y pobres', dicen los ricos, e incluso los pobres), pero un escote demasiado amplio, un beso que no oculta su ardor, el adulterio o una pareja que se arrejunta, como dicen en mi tierra, son pecados graves en este país, que hay que reprimir a toda costa".

28 de abril

Reunión en Velintonia en homenaje al poeta italiano Eugenio Montale, que acaba de llegar a Madrid. Vicente ha invitado a un grupo de jóvenes poetas amigos suyos: Rafael Morales, Leopoldo de Luis, Carlos Bousoño, José Ángel Valente, Jaime Ferrán, Alfonso Costafreda, Jesús López Pacheco, el colombiano Eduardo Cote y yo misma. A petición de Montale, Vicente leyó su poema Ciudad del paraíso, con el arte de lector de poesía que ha tenido siempre. La lectura fue un éxito, pero Montale habló poco -quizá pensaba que su italiano no lo íbamos a entender-, aunque observaba y parecía interesarse por lo que decía cada uno. Vicente le obsequió con la reciente Antología de la colección Adonais y con un ejemplar del número 100 de Ínsula, que acaba de salir y en el que se publica su estupendo poema En la plaza, de su libro Historia del corazón, próximo a aparecer. Yo estuve un rato hablando en francés con la señora Montale. Y pensar que esta ya casi vieja dama ha podido ser un día una maravilla de muchacha, capaz de hechizar a un gran poeta y de inspirarle hermosos versos.

14 de julio

Viene a verme a casa Carles Riba. Ha venido a Madrid para hablar con el ministro de Información y conseguir que los jóvenes poetas catalanes puedan publicar en Barcelona una revista de poesía en catalán, cosa que hasta ahora les han negado. Pero la impresión de este nuevo intento parece favorable. Riba irá acompañado esta vez por Joaquín Pérez Villanueva -el impulsor de los congresos de poesía y uno de los pocos hombres liberales del régimen-, quien está dispuesto a apoyar su gestión. Si Riba consigue la ansiada autorización, los poetas catalanes acudirá al III Congreso de Poesía en Santiago. Pero si no la obtienen, se negarán a ir. En nuestra charla, Riba me habló mal, como siempre, de Sagarra, y bien de Joan Teixidor, fino poeta, uno de los animadores de la revista Destino, y de Paulina Crusat, que Heva con acierto -me dice- la sección de letras catalanas de Ínsula.

28 de julio

Terminó el III Congreso de Poesía en Santiago, al que Vicente no quiso asistir, temiendo que fuera una paliza (y no estuvo muy descaminado). Acudieron, en cambio, los poetas catalanes, con Riba a la cabeza -sin duda porque les prometieron autorizar la revista de poesía- y algunos portugueses. Vicente me pide que le dé detalles del congreso, y le cuento que, aparte la hermosura de Galicia, que no conocía -Santiago, Betanzos, Pontevedra, el río Mondeo, la ría de Vigo y tantas otras cosas-, me impresionó un ejemplar humano de los que deben quedar ya pocos en España: Ramón Otero Pedrayo; uno de los patriarcas de las letras gallegas contemporáneas. "Le conocí", le digo, "en casa de Domingo García Sabell, que me invitó a comer para que me encontrara con algunos escritores gallegos. Además de Otero Pedrayo, estaban, que yo recuerde, Rof Carballo y Ramón Piñeiro. Pasé un par de horas deliciosas oyendo contar a Otero Pedrayo estupendas historias de tipos gallegos, sobre todo de médicos rurales. De uno de esos médicos, el doctor Paradas, ya desaparecido, dijo cosas tan pintorescas y divertidas que me atreví a preguntarle por qué no escribía un libro con esas sabrosas historias. La respuesta de Otero Pedrayo fue ésta: "Porque si las publico ya no las podré contar, que es lo que me gusta".

"Hicimos una excursión en barco a las islas Cíes, a la que se unió una bella muchacha, gallega a pesar del apellido: Mary Carmen Krukenberg. También nos acompañó Walter Starkie, el director del Instituto Británico en Madrid, amigo de todos los poetas y de Baroja, quien solía acudir a la tertulia que Starkie tenía en el instituto en los años de la II Guerra Mundial, cuando era peligroso asistir a ella, pues la policía franquista nos fichaba a los que solíamos acudir. Walter empezó a beber, como era su costumbre, apenas subió al barco, donde había un bar muy bien surtido, que hizo las delicias de los poetas. José María Castroviejo, que también nos acompañaba, y que parece fue marino en tiempos, ordenó al capitan del barco que navegara en dirección al Atlántico, según nos dijo, para una nueva conquista de América. Pensamos que era una broma, pero a los pocos minutos el barco empezó a moverse peligrosamente y las olas a crecer. De la treintena de poetas que íbamos, más de la mitad no tardaron en marearse, no se sabe si de los brebajes del bar o de los bandazos del barco, o de ambas cosas. El caso más grave fue el de Starkie, quien, con sus ciento y pico de kilos, ya completamente trompa, apenas si podía sostenerse en pie. Para que no se cayera tuvimos que sostenerlo algunos de los supervivientes que por ser del litoral no nos habíamos mareado. Cuando Castroviejo, decepcionado ante el poco empuje de los poetas, ordenó al capitán que regresara a Vigo, hubo que utilizar una grúa para bajar a Starkie al muelle. En un coche lo llevaron a un hospital para que se repusiera del viaje y de la trompa".

Le conté también a Vicente que durante la excursión en barca por el río Mondeo, Carlos Edinundo de Ory quiso hacer un gesto superrealista y se tiró completamente vestido a las aguas del río, que, por cierto, eran de un gris terroso nada atrayente. Pronto nos dimos cuenta de que Carlos, a pesar de haber nacido en Cádiz, no tenía ni idea de nadar, pues rápidamente se hundió en las sucias aguas. Gracias a Rafael Santos Torroella, responsable de la excursión y secr etario del congreso, que se tiró al río y lo sacó del agua, no sin esfuerzo, Carlos, hecho un verdadero pingajo, pudo continuar la excursión, que acabó felizmente.

En Pontevedra hicimos un homenaje a Valle-Inclán, y su hijo Carlos quiso corresponder obsequiándonos a todos los poetas con una carátula de don Ramón hecha en madera pintada de negro y ejemplo evidente de lo que es el feísmo en el arte. La carátula era tan horrible que casi todos la dejamos abandonada bajo la cama de la habitación del hotel.

Por cierto que en éste tuvimos que ocupar habitaciones con dos camas, y tuve la mala suerte de que me tocara la que correspondía también al poeta ultraista sevillano, afincado en París, Rafael Lasso de la Vega, quien se hacía llamar marqués de Vilanova. Resultó que Lasso roncaba tan estrepitosamente y con tantos registros que parecía uno estar oyendo una sinfonía de Wagner. A las dos de la madrugada y sin poder conciliar el sueño ante tan descomunal concierto, decidí abandonar la habitación y buscar otra más silenciosa.

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