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Crítica:33º Festival Internacional de Cine de San Sebastián
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Películas para el olvido

Á. F.-S. Sólo cinco filmes, El honor de los Prizzi, Cocoon, Buscando desesperadamente a Susan, La rosa púrpura de El Cairo y Ran, a falta de los que vengan, han dado un tono medio aceptable a San Sebastián 85.

Otras películas de las hasta ahora proyectadas han estado, en cambio, por debajo de esa exigencia, comenzando por la española exhibida en la jornada de ayer: Extramuros de Miguel Picazo, que es un filme tan ambicioso como frustrado, con la única excepción de los buenos trabajos interpretativos, que por desgracia se han quedado en el vacío, de las actrices Carmen Maura y Mercedes Sampietro.

Esta película, que supone el retomo a la industria cinematográfica de un director clásico del cine español de los años sesenta, era esperada en el festival de San Sebastián con indisimulada expectación. Tal vez por eso, una vez contemplada, la frustración ha sido mayor.

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Extramuros, basada en la novela homónima de Jesús Fernández Santos, obra que logró la no muy habitual carambola de un gran éxito de crítica y de público, tiene dentro un gran relato literario, pero su traslación a imágenes peca de multitud de defectos que poco a poco van haciéndose visibles, hasta que al final de la película, y por acumulación de todos ellos, ésta se sostiene difícilmente.

La novela Extramuros cuenta, en un lenguaje de época, la historia de una monja que finge sufrir estigmas en un convento desolado de Castilla. Volveremos sobre este filme, que supone un mal retorno de un esperado cineasta.

En crónicas anteriores nos hemos referido a otras películas para el olvido, como la española Golfo de Vizcaya, la checoslovaca La sombra del helecho y la israelí Sobre un estrecho puente.

Ayer se proyectó el filme venezolano Macho o hembra, dirigido por Mauricio Walerstein, que no resiste el menor análisis y ante el que sólo cabe, por buen gusto, un discreto silencio o, todo lo más, un ¿qué hace aquí? esta pequeñez localista, bajo mínimos profesionales, que con toda evidencia no tiene ningún lugar en un encuentro internacional.

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