Un alarde de gracia
El Circo Acrobático de Pekín es un espectáculo de limpia destreza, del que se excluyen la violencia y, dentro de lo posible, el riesgo. Exalta unas capacidades del cuerpo humano, elaboradas por la larga paciencia de sus artistas dentro de la paciencia más larga aún de la tradición, y todo ello dentro de una estética. El contorsionismo de Dai Wenxia, por ejemplo, no produce esa sensación de malestar que a veces se desprende de las clásicas mujeres-serpiente, de los cuerpos violentados o forzados, sirio que las figuras compuestas siempre tienen una belleza.El alarde del número es el del equilibrio inverosímil (mientras se realizan las contorsiones) de hasta seis pagodas de minúsculas copas en pies, manos, frente y boca, sin que siquiera se derrame una gota de agua de las que están en la cúspide.
Circo Acrobático de Pekín (compañía oficial de la República Popular China)
Director: Rao Zhi-zhong. Palacio de los Deportes. Madrid, 18 de septiembre.
Los saltadores a través de los aros, los atletas en barras verticales, la torre humana sobre una bicicleta, el bosque de platos giratorios, la pirámide en equilibrio sobre sillas, entre otros números, tienen todos este denominador común de la limpieza -los pequeños fallos ayudan a la mayor credibilidad, a la falta de trucos, de lo logrado-, y una cierta ingenuidad risueña y tranquila que en otros tiempos fue la principal fuente de fascinación del circo. Los boquiabiertos que llenaban el Palacio de Deportes -entre otros, el tan querido alcalde de Madrid, recibido como siempre con aplausos- subrayaron con sus aplausos las dificultades del programa y ovacionaron al final a esta compañía diestra, elegante, juvenil y sonriente.
Babelia
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