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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Léon Degrelle responde

La polémica abierta en EL PAÍS sobre mi caso ha ofrecido algún resultado positivo.1. Ya ningún impostor se atreve a repetir esa calumnia de "Degrelle, criminal de guerra". La lectora señora Friedman (carta del 17 de julio de 1985) se atrincheró en su periódico en una clara posición de repliegue. Reconoce no saber nada de crímenes míos, pero afirma por las buenas, sin tener el más pequeño motivo de sospecha, que, "como jefe de una división de las Waffen SS", yo he tenido que "dar órdenes sin cesar" de "matanzas gigantescas". ¿Cuáles? ¿Dónde? En la Luna, seguramente.

Su segundo colaborador espontáneo (carta del 31 de julio de 1985), más prudente, no se arriesga a reincidir en tales fantasías. Este señor "no quiere entrar a juzgar responsabildiades". Hace muy bien, entiendo que no existe la menor traza de responsabilidades mías de este tipo. Como no puede esgrimir nada en contra mía, ha preferido entretenerse con unas digresiones sobre las mismas Waffen SS.

2. Este señor niega que las Waffen SS hayan reunido un millón de hombres, salvo 38 divisiones, lo que ya estaría mal. Nunca en la historia militar del mundo se ha conocido un ejército de 38 divisiones de voluntarios, que suponen el doble de la Grande Armée de Napoleón. Treinta y ocho divisiones (se preparaban hasta 50) corresponden más o menos a 700.000 hombres. Pero lo que su colabora-

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dor elimina cuidadosamente en sus cálculos son los 402.000 muertos en combate, reemplazados sin tardar por otros voluntarios. La famosa división Wiking, diezmada en el transcurso de la batalla de Tcherkassy, tuvo que ser renovada casi totalmente en la primavera de 1944. Lo mismo sucedió con la división Hitlerjugend, casi aniquilada durante la batalla de Normandía (verano de 1944), lo que no impidió que cuatro meses después, en diciembre de 1944, reapareciera en la ofensiva de las Ardenas, con casi otros 20.000 voluntarios, efectivos totalmente nuevos.

También nosotros, los valones, hemos perdido, entre muertos y heridos, las tres cuartas partes de nuestros efectivos durante los meses de tremendas batallas en las montañas del Cáucaso, en 1942. En 1944, las dos terceras partes de nuestras tropas fueron eliminadas cuando tuvimos que romper, con la Wiking, el cerco soviético de Tcherkassy. A pesar de todo, no sólo fuimos renovando cada vez total e inmediatamente nuestras unidades, sino que pasamos de batallón (1941) a regimiento (1942) a brigada (1943) y a división (1944). ¡Ello corresponde, curiosamente, en la carta de su estimado lector, a un regimiento! Francamente, si yo tuve a mis órdenes en el frente ruso unas tropas insignificantes, no se comprende por qué, a los 40 años, se monta mundialmente contra mí tal alboroto, repetido con tanta constancia y tanta rabia.

3. Para quitar importancia al hecho -históricamente importantísimo- de la presencia de cientos de miles de voluntarios antisoviéticos y no alemanes en las filas de las Waffen SS, el señor Valdés afirma que "Ias divisiones que con mayor éxito y pericia lucharon en las Waffen SS era alemanas". Estas divisiones, en verdad, dieron cien veces prueba de una eficacia y de un heroísmo extraordinarios. Pero muchas de ellas tampoco eran íntegramente alemanas. La Wiking, por ejemplo, contaba con miles de voluntarios de países distintos del Reich, y especialmente con un regimiento, el NordIand, enteramente formado por holandeses, noruegos, etcétera. Al fin y al cabo, establecer esos distingos no tiene pies ni cabeza. En el frente del Este no había 600.000 no alemanes y 400.000 alemanes, sino un millón de europeos.

4. Las matanzas gigantescas de las que hablaba épicamente la señora Friedman se ven reducidas en la carta del señor Valdés a unas persecuciones locales en Normandía (esa misma Normandía en la que, el 21 de mayo de 1940, las tropas francesas mataron a 21 de mis camaradas políticos belgas civiles todos ellos, e incluidas algunas mujeres) en Oradour (Francia) y en Malmedy (Bélgica).

El caso del pequeño pueblo de Oradour, destruido en sus bienes y habitantes en el verano de 1944 sigue siendo muy discutido. Lo provocó el asesinato en esta aldea de un oficial de estado mayor de la división Das Reich de las Waffen SS. Lo más asombroso es que durante la sesión del consejo de guerra francés se descubrió que muchos de los acusados eran voluntarios alsacianos, es decir, franceses. A la Cámara de Diputados gala no le quedó otro remedio que amnistiarles en el curso de la noche siguiente.

El caso de unos soldados norteamericanos fusilados en Malmedy (Navidad de 1944) no es menos confuso. Ahora se considera como casi seguro que murieron en combate. A petición de un escandalizado coronel norteamericano, una comisión del Senado fue de Washington a Alemania y estableció oficialmente que las confesiones de los jóvenes Waffen SS inculpados sólo fueron arrancadas recurriendo a torturas atroces. Pero hay algo más. En las cartas a su mujer, publicadas hace dos años, el general Patton, el famoso jefe del Tercer Ejército norteamericano, explica que sus tropas asesinaron a grupos de prisioneros alemanes en esta misma región y en las mismas fechas. ¡Quién sabe si las tumbas de los Waffen SS que el presidente Reagan honró en Bitburg en la primavera de 1985 no cubrirán los restos de alguna de esas víctimas!

Añadiré que en dichos casos (Normandía, Oradour, Ardenas) el total de vidas humanas perdidas, felizmente, no sobrepasó unos centenares. Mientras que en Dresde, ciudad alemana, los aviones británicos y norteamericanos exterminaron por lo menos a 130.000 civiles, viejos, mujeres y niños, totalmente indefensos, en una sola noche de febrero de 1945.

Los otros aliados, los soviéticos, fueron aún mas bárbaros. Como lo ha probado el gran historiador Jacques de Launay en La grande débâcle (Albin Michel, París, 1985), los sicarios de Stalin, al entrar en Alemania, mataron durante los primeros meses de 1945 la friolera de 2.280.000 civiles. Y eso sin hablar de los 800.000 desaparecidos, incluidos entre ellos los prisioneros franceses y belgas asesinados también como vulgares nazis. Pues 5.000 belgas del Ejército de 1940, internados en el este de Alemania, apenas liberados por las tropas soviéticas desaparecieron para siempre. En la misma época, una bomba terrorista norteamericana aplastaba también en Hiroshima a más de 100.000 civiles de Japón. Estas matanzas gigantescas de los anglo-norteamericano-soviéticos no parecen haber conmovido exageradamente a su delicado lector.

5. Lo único que el justiciero Valdes puede echar finalmente en cara a las Waffen SS es el juicio de Nuremberg. ¡Referencia bastante torpe! Ese veredicto contra las Waffen SS resulta hoy tan extravagante e injusto que no hace mucho pudo verse cómo el anterior jefe del Gobierno de Austria, el socialista Kreisky -¡que además es judío!-, defendía al jefe de la fracción liberal Friedrich Peter, oficial, precisamente, de la división Das Reich de Oradour, y atacaba durísimamente a Simón Wiesenthal. En la Alemania democrática de Bonn, los oficiales de las Waffen SS, hasta el grado de coronel, han podido servir en un plano de igualdad absoluta en el Ejército de la Bundeswehr. Es decir, que mañana, alguno de estos "criminales", según la expresión del señor Valdés, podría participar en las maniobras de la OTAN al lado, y como camarada, de los militares de la España democrática. Sólo un fanático, cargado por un odio irreprimible, podría rumiar aún, 40 años después, esas historias de matanzas alemanas de guerra, locamente exageradas y ampliamente superadas, de todos modos, por los crímenes de guerra y los genocidios de los aliados. Hay maniáticos impenitentes que aman las leyendas negras. No insisto más.-

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