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¿Provocación en Mururoa?

LE MONDE

Para el mundo exterior, las reacciones francesas al anuncio del espectacular viaje de Mitterrand en Mururoa deben de tener alguna cosa de irreal.Este país, donde la alternancia en el poder plantea todavía tantos problemas y donde el debate público toma fácilmente acentos dé guerra civil, es también el país en que la política exterior, y más que todo la defensa y, en particular, en su dimensión nuclear, aunque controvertida por otra parte, goza de un amplio consenso. Que uno de los aspectos más discutidos de la política francesa en el mundo sea un tema que suscita polémica en el plano interior no puede dejar de sorprender visto desde el otro lado del planeta.

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Esta trastienda electoral no pasa, evidentemente, inadvertida a WeIlington o a Canberra, pero, sobre todo, es significativo que en las manifestaciones del pimer ministro de Nueva Zelanda, David Lange, como en las del ministro australiano de Asuntos Exteriores, Bill Hayden, la palabra provocación figure en primer lugar para calificar la decisión de Mitterrand.

El término no el de uso corriente entre países en principio amigos y compañeros en materia de seguridad, sino en la misma organización de defensa al menos en el mismo campo, el de las democracias occidentales. Al principio del verano, según ha revelado la revista Foreign Affairs, el jefe de la Marina americana, el almirante James Watkins, había secamente invitado a los neozelandeses, que intentan prohibir sus aguas territoriales a'los navíos equipados de armas nucleares, a volver a un estado de espíritu más conforme al de un aliado y no a encerrarse en una ceguera utópica.

Del lado francés, se podría alegar que la posición de París en la materia no ha variado nunca. Se ha puesto fin a los ensayos atinosféricos en 1974 en beneficio de las pruebas subterráneas; Francia no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y no ha cesado de repetir que pros eguiría la modernización de su fuerza de disuasión en tanto que lo estimase necesario.

Que 20 años después de Charles de Gaulle, Mitterrand visite Mururoa, difícilmente puede interpretarst como una provocación. Por otra parte, los desplazamientos del presidente francés dentro del territorio francés no deben provocar ningún comentario por parte de un país extranjero.

La convocatoria del embajador de Nueva Zelanda al Quai D'Orsay para exigir que su país otorgue a los falsos Turenge las garantías del derecho internacional habían irritado a Lange y a sus compatriotas. Las susodichas garantías parecen haber sido la mayor preocupación de Francia en el asunto Rainbow-Warrior, pero no justifica tampoco la vi va reacción de Wellington y la contraofensiva diplomática de París. ( ... )

, 14 de septiembre

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