La bandera española y el Everest
Cuando sir Edmund Hillary alcanzó la cima del Everest, colocó, orgulloso, la insignia del Reino Unido, Nueva Zelanda y Nepal; cuando Neil Armstrong posó sus pies en la luna extendió la bandera de Estados Unidos, y acto seguido las de todas las naciones de la tierra. La expedición catalana, orgullosa y poéticamente emocionada, ondeó en la cumbre más alta del Himalaya la bandera de Cataluña, la de la Caixa y la bandera de la Barcelona olímpica de 1992; a una obra de Sender se le suprime el patronímico español, a Jordi Pujol se le nombra hombre del año en lugar de español, o se silencia en TV-3 el Premio Cervantes de Literatura. Éstas son, entre otras, evidencias que no me impiden contar con muy buenos amigos catalanes, aunque en ocasiones me hagan sonreir posturas como la de una joven hija y nieta de murcianos, nacida en Barcelona, que confiesa sin rubor que a ella lo español no le dice nada, mientras se emociona con todo lo catalán, en especial con su cuatribarrada.En el País Vasco la cosa es trágica, ya que todas las posturas similares van teñidas de abundante sangre, tamizadas con. ambigüedad que a muy pocos engaña, y son inducidas y apoyadas por gravísimos silencios homicidas. En todo caso, la cotidianiedad pone de manifiesto lo que todo el mundo sabe y pasa sobre ascuas. Hay un problema diáfano e indiscutible: en ambas sociedades, con todas las diferencias que pueda ha
Pasa a la página 10
Viene de la página 9
ber, late entre muchos de sus ciudadanos un deseo de independencia de eso español que tantas suspicacias levanta y que en no pocas ocasiones es esgrimido como sinónimo de reaccionario y aun de insulto.
Si se admite el divorcio, y los dogmas quedan para las iglesias pero no para las sociedades laicas, sería hora de que, olvidándonos de los paños calientes, averiguáramos el estado de la cuestión y asumiéramos sus resultados, partiendo de la premisa de que la indivisibilidad de las patrias es una postura quimérica e incluso interesada a veces. Otra cosa sería que luego paguemos, las posibles mezquindades que ciertas posturas pequeñito-burguesas nos puedan acarrear-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.