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Festival de Lucerna

Claudio Abbado y la Filarmónica de Londres conmemoran el centenario de Alban Berg

Lucerna, en pleno corazón de Europa, reúne todos los atractivos que Suiza ofrece. Y, además, acoge un gran festival de música que es centro obligado de los melómanos de Europa. Termina el próximo 11 de septiembre y comenzó el 15 de agosto. Uno de los principales elementos de ese festival fue la conmemoración del centenario del nacimiento de Alban Berg, llevada a cabo por la Filarmónica de Londres con Claudio Abbado al frente.Lucerna posee una amplia tradición musical, que encontró definitivamente cauce cuando un 25 de agosto de 1938 Arturo Toscanini ofreció el concierto inaugural del primer festival. Bajo iniciativa de Ernest Ansermet, y con el apoyo de directores y solistas como Walter, Busch, Casals, Horowitz o el mismo Toscanini citado, se creó una orquesta, la suiza de los festivales, compuesta por los mejores miembros de las demás orquestas suizas y que actúa solamente en Lucerna bajo la dirección y acompañando a artistas de renombre internacional. Todos los años se produce además la visita de primeras agrupaciones mundiales, como en el presente la Filarmónica de Berlín, la Sinfónica de Londres o la Staatkapelle de Dresde.

Claudio Abbado y la Sinfónica de Londres han dado dos conciertos con programas algo peculiares, cuyas notas más características han sido, de un lado, el recuerdo del centenario de Alban Berg, un tanto apagado en medio de la profusión de Bach, Haendel y Scarlatti, y las refrescantes segundas partes a base de sinfonías sencillas, llenas de fáciles molodías, muy lejanas al denso y retórico repertorio actualmente en voga. En el primer día, las Tres piezas para orquesta op. 6, de Berg, fueron expuestas por Abbado de forma que se revelase toda la conexión entre los mundos de la Novena de Mahler y las Piezas para orquesta op. 16, de Schónberg, que encierran para después abordar obras tan románticas como el concierto para violonchelo de Schumann, espléndidamente tocado por Lynn Harrelly, y la sinfonía de la Reforma de Mendelssohn, que interpretó con un impulso, vehemencia y elegancia típicamente italianos, que encajan perfectamente con el estilo desenfadado y hasta superficial, según algunos, del compositor, del que acaba de grabar el ciclo sinfónico, con magníficos resultados. En el segundo día se dieron cita la popular Petronchka, de Stravinski, y la menos tocada Sinfonía número 8 de Dvorak. Si en la primera la formidable versión de la Filarmónica de Londres no logró hacer despertar realmente el interés por una música que día a día parece ir perdiendo actualidad, en la sinfonía Inglesa extrajeron lo más moderno de la música de Dvorak, que, como él mismo decía, había escrito "diferente a todas mis otras sinfonías, con ideas individuales elaboradas de una nueva forma,". Abbado prefirió profundizar en su, enorme simplicidad y lirismo cantátbile, de sonoridad cercana a la música de cámara en muchos momentos, más que en el carácter folclórico de sus melodías.

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