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42º Festival de Venecia

Huston presenta su última película cuando la Mostra entra en la recta final

Con la presencia de Angélica Huston, hija de John Huston, director que presentó su última película, Prizzi's honor, y la de Dustin Hoffman, un actor que en épocas menos gloriosas de su carrera había trabajado en Italia a las órdenes de Pietro Germi, la Mostra veneciana 1985 acaba como debe acabar un certamen de este tipo: con estrellas americanas acaparando titulares y recordando que fue Hollywood quien impuso el star-system y sigue detentando la fórmula y el poder para dotar a los actores de esa personalidad suplementaria que les convierte en algo más que buenos intérpretes.

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Prizzi's honor, el último filme de John Huston, es una comedia familiar situada en ambientes mafiosos Familiar lo es por varias razones: porque todas las historias de la Mafia incluyen alguna consideración sobre el tipo de organización de esta peculiar sociedad criminal, porque el drama de los personajes cinta es que se ven obligados a confrontar el honor de la gran familia con el de la pequeña familia creado por cada cual, y porque en la película aparece Huston, su hija y el compañero de ésta, Jack Nicholson, envueltos todos en la música del también veterano Alex North, y producidos por John Foreman.El problema real de la comedia es la imposibilidad de compartir el mismo oficio y la misma cama. Vamos, que no es conveniente que marido y mujer sean rivales en el terreno profesional y, mucho menos, cuando su especialidad es ser asesinos a sueldo. Si la complicidad en un crimen es algo que puede servir de buen cemento para unir parejas de ficción, la competencia es algo muy peligroso.

Por eso, Nicholson, en la película, habla de la necesidad de que su mujer se retire, de que Kathleen Turner deje para él la responsabilidad de traer dinero a casa. Ella no se aviene a sus demandas y la película culmina en un enfrentamiento previsible.

Prizzi's honor es un excelente filme, pero es un filme menor. Así es como está planteado, como un divertimento en el que Huston se muestra muy seguro, con un arranque formidable que es un auténtico modelo de libertad de espíritu, esa tranquilidad que permite intercalar en medio de una larga y suntuosa grúa en retroceso los planos necesarios para presentar, de un solo trazo, a los héroes de la función.

Policías y mafiosos

La rapidez y mordacidad de las caricaturas es espléndida y corresponde a alguien que ha vivido intensamente 80 años. Policías y mafiosos forman parte de un gran engranaje regido por la lógica de los beneficios. De vez en cuando el amor viene a poner un poco de arena en la bien engrasada máquina, pero unos cuantos dólares y unos cadáveres más solucionan el problema.No hay aquí un loser, un aventurero encantador con el que el público pueda identificarse. Todos son funcionarios de la muerte y el dinero, por mucho que el pintoresquismo italiano -los gangsters son grandes devoradores de espaguetis, fanáticos de la ópera, tienen delirio de nuevo rico, etcétera- haga llevadera la negrura del retrato.

Quizá el único personaje que se salve de todo esto es el interpretado por Angelica Huston, auténtica mantis religiosa, que instrumentaliza a todos para lograr recuperar el amante perdido. Pero el precio es demasiado alto como para poder aceptarlo desde una perspectiva puramente romántica.

Filme soviético

La segunda película soviética a concurso ha venido a borrar el mal sabor de boca dejado por El tango de nuestra infancia. Conjunción de planetas es una película interesante por varios conceptos, pero el que más pesa es su carácter de obra extraña, poco habitual, temática y formalmente fuera de toda rutina.Eso no significa que esté bien, pero sí que posee la capacidad de atrapar al espectador en la red de un punto de vista distinto. Sus protagonistas son ciudadanos soviéticos llamados a filas, a pesar de estar en la reserva, para participar en unas maniobras. Una muerte metafórica -es una guerra de fogueo- les permite vivir una semana de vacaciones. Y ahí, en la manera de pintar ese paraíso vacacional, libre de obligaciones laborales, militares o matrimoniales, es donde está lo mejor del filme. Una ciudad habitada sólo por mujeres, una obsesión purificadora por el agua, el baile como ritual liberador y una marcada tendencia a sublimar todo lo que signifique retorno a la infancia -desde el pensamiento mágico hasta el reencuentro con los padres- confieren a la película un raro atractivo.

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