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Crítica:'BALLET'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La metáfora de Alicia Alonso

El Ballet Nacional de Cuba se despidió de Madrid con un programa de lujo. Abrió Paquita, con nuevos diseños de Salvador Fernández que reviven la pieza por su frescura. La versión cubana respeta casi íntegramente el original de Petipa, y Llorente fue ovacionado.Rara avis y Tarde en la fiesta, dos piezas de Alberto Méndez, un coreógrafo que siempre asombra con sus trabajos llenos de inventiva, el primero por el uso insólito del coro masculino y el segundo con el poder evocador de su argumento y la riqueza de pasos para las cuatro bailarinas, que recuerdan al clásico Grand pas de quatre. Aquí Marta García estuvo brillante en el papel de Soledad, con una actuación profunda y sentida.

Ballet Nacional de Cuba

Paquita, Petipa / Minkus. Rara avis, Méndez / Haendel. Tarde en la fiesta, Méndez / Lecuoria. La diva (María Callas, in membriam), Méndez / Guerrero.Cuartel del Conde Duque. 31 de agosto. Madrid.

Cerró la noche con La diva, un homenaje a María Callas también ideado por Méndez, bajo el signo de la elegancia. Éste es un ballet arriesgado: por primera vez Alonso en escena con zapatos de tacón y luego descalza. Al comienzo de la representación cunde un cierto desconcierto en el espectador, pues la bailarina aparece junto a un piano de cola como si fuera a cantar. Entonces las manos suplen a la voz y la conocida aria deja oírse en una versión instrumental. Después un gran lienzo blanco hace de crisálida de la que saldrá Alonso-Callas al compás de Siempre libera degg'io, entregándose a una variación festiva donde su pequeña batería y su balance después de los piqué fueron muestra elocuente de su baile actual. A continuación el drama se cierra sobre el personaje y Alonso saca partido a sus facultades dramáticas. Con el cabello suelto y un leve traje rosa asistimos al ocaso de la cantante. Por fin, la muerte: un cuadro lleno de tensión donde la bailarina, sobre el piano, vuelve a usar sus brazos y su rostro. Una acertada evocación de la trascendencia de la labor creativa: el arte escénico no es ingrato con el tiempo siempre que deje escuela y seguidores. Una metáfora aplicable también al baile de Alicia Alonso y su total entrega a la danza.

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