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Reportaje:

"No se puede perder la cara a la muerte", dicen los amigos del barrio

CARLOS G. SANTA CECILIA Desde casi todos los puntos del barrio madrileño de Canillejas se ve el cementerio. Es imposible no fijarse en el trayecto que hacía habitualmente Yiyo, muerto ayer en Colmenar Viejo. Bajaba con frecuencia desde el domicilio familiar, en la calle del Canal del Bósforo, 30, hasta el bar Olmedilla pocas manzanas más abajo, donde los amigos habían formado des de hacía cuatro años, cuando tomó la alternativa, la primera peña taurina dedicada al matador orgullo del barrio madrileño.

El bar Olmedilla, sede de la Peña José Cubero, Yiyo, permanecía ayer cerrado, con un cartel a la puerta en el que se indicaban los horarios de la misa, la última vuelta a hombros en el coso de Las Ventas y el entierro. No se explicaba nada más en el cartel; abajo, con grandes letras, el nombre del torero. La propietaria explica que su marido, Antonio Olmedilla, y su hijo, del mismo nombre, se encuentran en la iglesia de la Virgen del Camino, la parroquia del barrio.

"Mi marido le seguía a todas partes, y estaba con él en Colmenar", explica la mujer del propietario del bar Olmedilla. "También estaba mi hijo, que era de su edad e íntimo amigo suyo. Ahora tenía ya otra peña en Palencia y otra me parece que en Coslada". Después de torear en Colmenar Viejo, Yiyo debía lidiar una corrida en Burdeos, donde nació hace 21 años, "y le iban a abrir otra peña en Bayona". Yiyo frecuentaba la peña Olmedilla, "venía casi todos los días con su amigo el novillero José Luis Bote, porque iban a entrenarse aquí cerca, por la carretera de Barajas".

Intimos amigos

La familia de Yiyo vive en el séptimo D, y Bote y la suya, en el cuarto A. La madre de Bote aún no ha parado de llorar: "Eran íntimos amigos, estaba todo el día en mi casa o mi hijo en la suya. Se apuntaron juntos a la Escuela de Tauromaquia. Aún recuerdo a Yiyo, que era dos años mayor que mi hijo, convenciéndole de que se apuntaran juntos a la escuela. Era domingo, y yo le decía que no fuera, pero se apuntó con su amigo con el apoyo de su padre. Salían siempre juntos de casa, durante años. Como él era dos años mayor que mi hijo, le daba consejos y le indicaba lo que tenía que hacer". El padre de Bote murió hace 11 meses. La madre sigue llorando: "Ganan dinero, pero se lo llevan todo los otros. Cuando murió mi marido yo me tuve que poner a trabajar, porque con el toreo mi hijo no tiene para comer".

En la parroquia de la Virgen del Camino se instaló, en la madrugada de ayer, la capilla ardiente. Eloy Pérez, el párroco, afirma que los vecinos se lo pidieron, ya que los alrededores del domicilio de los Cubero estaban atestados de gente. "Sobre las tres de la madrugada lo trajeron aquí, y desde entonces no ha parado de pasar gente". "A Yiyo claro que lo conocía, hizo aquí la primera comunión".

En el centro del templo se ha instalado el ataúd. Alrededor de él, sentados en sillas oscuras, los amigos y miembros de la familia están vestidos de oscuro. Una gran multitud pasa rodeando el interior del templo ordenadamente para rendir el último homenaje al torero. Ante el féretro, que por un cristal permite ver la cara de Yiyo, admiradores y amigos se detienen unos instantes. Fuera, la cola alcanza los 500 metros a las once de la mañana.

Entre los toreros que pasaron ayer por la capilla ardiente figuran Antonio Chenel, Antoñete (cabeza de cartel en la corrida de Colmenar Viejo); los hermanos Bienvenida, Palomo Linares, José Luis Palomar (que también actuó anteayer en la plaza madrileña) y Niño de la Capea, que a la misma hora en que moría Yiyo triunfaba en la cercana plaza de San Sebastián de los Reyes.

El propietario del bar Lugo afirma: "En mi vida he dado tantos cafés como hoy. Desde la cinco de la madrugada está llegando gente". El bar Lugo está a medio camino entre el domicilio de Yiyo y la peña del bar Olmedilla. "El jueves pasado estuvo aquí mismo, en la terraza de mi bar, tomando una cerveza. El propietario del bar Lugo se preocupa por un amigo del torero, Pepe, que está haciendo la mili. "Se habrá enterado, el pobre, camino del cuartel, porque ayer se fue a eso de las ocho, sin saber nada".

En el triángulo formado por el domicilio de los Cubero, la iglesia de la Virgen del Camino y la peña de Yiyo, la gente se arremolina en corros y comenta la noticia. Los insultos contra el diestro Curro Romero y las alusiones a la juventud del matador se repiten con frecuencia. Los vecinos dicen que se trataba de un chico muy joven, con gran apego al barrio. "A pesar de que ya tenía un nombre, nunca dejó a sus amigos y seguía frecuentando los mismos sitios". En un videoclub de la zona, los habitantes del barrio miran atónitos, una y otra vez, la cogida mortal de Yiyo. Alguien comenta: "Antoñete dijo que no se podía perder la cara al toro". Le responden del fondo: "No se puede perder la cara a la muerte".

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