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Acoso al 'apartheid'

La economía marca la política surafricana de Reagan

Francisco G. Basterra

Razones económicas y la dependencia de media docena de importantes minerales estratégicos explican, más que cuestiones estrictamente políticas de contención del comunismo, la defensa a ultranza por parte de la Administración Reagan de la política de compromiso constructivo con el régimen racista de Suráfrica.La creciente oleada de protestas contra el apartheid choca contra una alianza de intereses reflejados en los 15.000 millones de dólares (casi dos billones y medio de pesetas) de inversión global de EE UU en Suráfrica y un intercambio comercial en 1984 de 4.500 millones de dólares. Por si no fuera suficiente, el Departamento de Comercio acaba de publicar un informe que señala que una interrupción en el suministro de minerales claves de Suráfrica provocaría importantes problemas a la economía y a la defensa norteamericana.

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A pesar del peso de estos intereses, las empresas norteamericanas comienzan a cuestionarse su presencia en Suráfrica. Philbro-Solomon, la 12ª empresa mayor de Estados Unidos, con unos ingresos el pasado año de 29.000 millones de dólares, acaba de anunciar que concluye sus operaciones con Suráfrica -compra de minerales y metales preciosos- y cierra su oficina de Johanesburgo. La firma de ordenadores Apple ha dejado también de hacer negocios con Suráfrica, "debido a la, situación de apartheid en dicho país". Una tercera compañía importante, la BBDO International, ha adoptado la misma decisión.

El Chase Manhattan Bank ha dejado de prestar a compañías y bancos que operan en Suráfrica, y el Bank of Boston anunció que no concederá más créditos a ese país porque los recientes incidentes "han puesto en cuestión la estabilidad económica y política del Gobierno surafricano". Desde comienzos de año, 17 empresas norteamericanas han abandonado Suráfrica o han reducido su actividad en dicho país. Sin embargo, las grandes compañías afirman que no tienen planes para abandonar sus negocios allí, aunque retrasarán sus planes de expansión. Firmas norte americanas controlan el 70% del mercado de ordenadores surafricanos, el 45% del petrolero y el 33% del mercado de automoción.

Las empresas que dejan de operar en Suráfrica no sólo se mueven por altruistas motivos políticos. La crisis de la economía surafricana es todavía la razón de peso para que reconsideren su presencia en el país. Sin embargo, las compañías norteamericanas están reaccionando también a la presión de la opinión pública, a la amenaza del Congreso de aprobar sanciones económicas contra Suráfriea y a las decenas de leyes de desinversión que están siendo votadas. La pasada semana el gobernador de Nueva Jersey, el republicano Thomas Kean, firmó una ley por la que el Fondo de Pensiones del Estado venderá 2.000 millones de dólares de su cartera de inversiones en compañías que operan en Suráfrica.

Kean anunció también que el Estado puede dejar de comprar a empresas que trabajen en Suráfrica, decisión que ya ha tomado Filadelfia. Una decena de Estados, 31 ciudades -entre ellas Nueva York- y 38 universidades han prohibido la inversión de sus fondos públicos en empresas que negocien en Suráfrica. Trescientas empresas norteamericanas -57 de ellas ocupan la lista de las primeras 100 compañías de Fortune- operan en Suráfrica con una inversión total de 2.300 millones de dólares, que ascienden a 15.000 millones si se suman los préstamos de los bancos norteamericanos a compañías surafricanas y las acciones que poseen en firmas surafricanas.

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"La presión de Estados Unidos sobre las empresas que operan en Suráfrica está comenzando a notarse", afirma un portavoz del grupo Antiapartheid Comitte American in Africa. Los expertos estiman, sin embargo, que las presiones sólo tendrán efecto de momento sobre las compañías pequeñas, con escaso volumen de negocio en Suráfrica, que prefieren abandonar antes de arriesgarse a medidas de retorsión en el mercado de capitales. "La gente importante va a seguir haciendo negocio allí", asegura el vicepresidente de Goodyear International, que tiene 2.842 trabajadores en su filial surafricana. Estas empresas justifican su presencia argumentando que son una fuerza progresiva para el cambio, ya que aplican un código laboral, los principios Sullivan, que impide la segregación racial y concede igual salario a los negros que a los blancos.

EE UU es el segundo suministrador de Suráfrica, tras la República Federal de Alemania, y también el segundo en inversiones, tras el Reino Unido. En África, sólo Nigeria, por el petróleo, exporta más a EE UU, y Egipto es mejor cliente de los productos norteamericanos que Suráfrica.

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