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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desconcierto fiscal

LAS PAREJAS que esperan poder declarar por separado el impuesto sobre la renta, para ver aliviada su tarifa, llevan un año. largo sin haber, visto realizado este anuncio oficial. En cambio, muchos contribuyentes iniciaron sus vacaciones veraniegas con vanos. miles de pesetas adicionales gracias a que Hacienda acababa de reducir, casi por sorpresa, las retenciones de las nóminas más bajas. Los beneficiarios, sin embargo, carecen de certeza sobre cuándo se cumplirá el compromiso gubernamental de que al final no tengan qué pagar más. Mediado el tercer trimestre del año fiscal, desconocen igualmente el contenido de la reforma del impuesto que debería surtir efectos para todo 1985. Cada día trascienden nuevos proyectos, a veces contradictorios, sin que nadie asegure los anteriores. Tanto vaivén y la locuacidad propia de las universidades de verano conducen a pensar que los responsables del fisco están firmemente decididos a crear la confusión.Aunque el impuesto sobre la renta es por ahora el de mayor potencia recaudatoria -proporciona a Hacienda un tercio de sus ingresos-, el desconcierto que rodea a los contribuyentes se extiende a otros ámbitos del fisco. El PSOE, partido que apoyó la reforma fiscal iniciada en 1977 por UCD, llegó al Gobierno con un programa de actuación decidido a completarla. No sólo quería reordenar la imposición indirecta en torno a lo que siempre se ha considerado la futura estrella de la imposición, el impuesto sobre el valor añadido (IVA), para el que UCD logró, tener medio aprobado su proyecto al convocar las elecciones de 1982. Prometió también sentar las bases de las administraciones tributarias. emergentes (autonomías y ayuntamientos), así como reformar la Administración central y perfeccionar tributos como el de la renta de las personas físicas, renta de las empresas (sociedades), matrimonio (llamado extraordinario desde 1978), sucesiones e impuestos especiales. En suma: buscaba una mayor equidad de todo el aparato fiscal del Estado y la puesta en marcha de los autonómicos.

Cuando se van a cumplir tres años de aquellas promesas, el panorama ha cambiado escasamente, lo que explica que el último informe sobre el fraude fiscal descubra su aumento, pese a que cada día cumplen mejor las rentas salariales, al contrario de lo que pretendía el PSOE. Las pocas leyes aprobadas -IVA, de tributación de activos financieros y de reforma del Código Penal para actualizar el delito fiscal y las sanciones- permanecen ayunas de los reglamentos que han de concretar sus disposiciones, sin los cuales carecerán de plena efectividad. La virtualidad de lo que decía Romanones -"haced la ley y dejadme los reglamentos"- es tan conocida como aplicada por los grupos de presión, impenitentes detractores de la reforma fiscal; no por casualidad las leyes que les afectan muy directamente -en especial, la de tributación de activos financieros y Código Penal- han terminado plagadas de remisiones a un desarrollo reglamentario que no acaba de nacer.

Si la demora de estos reglamentos todavía puede ser atajada en lo que resta de legislatura, el poco tiempo disponible para que las Cortes aprueben los proyectos de ley antes de ser disueltas reclama una urgente definición de contenidos y prioridades por parte del Gobierno. Al mismo tiempo que se ordena el trabajo en aras de una mayor eficacia, el Ejecutivo y los máximos responsables de Hacienda deberían respetar a los contribuyentes y, como primera medida, sacarles de la actual incertidumbre.

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El último foco de desconcierto lo montaron altos cargos de Hacienda durante un seminario sobre presión fiscal celebrado a mediados de agosto en Santander, al mostrarse desinformados sobre lo que decidirá en concreto el Gobierno y añadir a la confusión un cúmulo de opiniones personales, como las de que deberá ser simplificado el impuesto con la supresión de deducciones y que habrán de adoptarse otras medidas contra el fraude. A estas alturas lo más urgente es cumplir o anunciar que no podrán cumplirse los compromisos políticos, a menos que se trate de edulcorar anteriores promesas, de ahorrar en las mismas personas con una mano el beneficio que se entrega con la otra a las parejas y a quienes han visto descender las retenciones. Pero también habría que decirlo claramente.

En todo caso, si se mantienen las actuales incertidumbres el mayor agente de fraude sería la propia Hacienda. Y no sólo porque defraude las expectativas generadas por el fisco, entre ellas la de que los únicos aumentos de presión fiscal para este año y los próximos deberán salir de la lucha contra el fraude. Sin el aparato normativo adecuado, aumentos del 80% como los previstos para 1985 en las. plantillas de la Administración tributaria -una de las medidas que en principio cabe elogiar, si se plasma en resultados- corren el peligro de caer en saco roto. Por eso, un poco de claridad en lo que tenemos que pagar de impuestos, cómo y cuándo, no estará nada mal. Al final de este mes de agosto, tan cargado de declaraciones, nos tememos lo peor.

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