_
_
_
_
Reportaje:Vivir entre el ruido y la contaminación

Arganzuela, un distrito partido por el ferrocarril

Todas las incomodidades parecen reunidas en una zona situada a cinco minutos de la Puerta del Sol

"Unos pisos más arriba, un vecino ha instalado altavoces de 200 vatios, de potencia, y cada vez que pita un tren más de lo debido los utiliza para llamarles de todo". Con réplica de altavoces o sin ella, los estridentes, silbidos del tren son una parte del paisaje acústico, de muchas viviendas de Arganzuela colindantes a la vía férrea que une las estaciones de Atocha y de Príncipe Pío.Joaquín es relativamente nuevo en el barrio. Hace dos años se compró un piso en el número 21 del paseo de la Esperanza, junto a la estación internacional de mercancías de Peñuelas, justo en el tramo en el que la vía del tren divide la calle. Para pasar de un lado a otro hay que atravesar uno de los dos pasos a nivel que existen en la zona. "Pasará como siempre", señala Joaquín, "que esperan a que se produzca algún accidente grave y mueran varias personas para tomar las medidas que llevan años prometiendo

Más información
La 'llave' del sur de Madrid

Un cartel de madera envejecida, dificílmente legible, advierte a los viandantes: "La Renfe queda exenta de responsabilidad por los accidentes que pudieran ocurrir a las personas que utilizando estas portilleras...". Al final del texto, una fecha significativa: 1898.

Los pasos a nivel apenas están señalizados, y son accionados manualmente por dos guardabarreras. Uno de ellos, el situado en el paseo de la Esperanza, está emplazado en una curva pronunciada, sin visibilidad alguna. Los dos son utilizados simultáneamente por peatones y vehículos, lo que supone un riesgo añadido.

"Hasta hace dos años no pusieron la valla para aislar la vía", comenta José, un carpintero acostumbrado ya a trabajar con el estrépito de los trenes que pasan constantemente a ocho metros de su ebanistería. José recuerda el descarrilamiento de un tren hace más de dos años, "que arrasó cuatro coches que estaban aparcados al otro lado de la vía, a pocos metros de mi local". También son frecuentes los bloqueos de los pasos a nivel, ya que el tramo final hasta el subterráneo, que comienza en el paseo de Santa María de la Cabeza, es de vía única. "En más de una ocasión se han tenido que abrir las puertas laterales de los trenes que estaban bloqueando el paso a nivel para permitir que la gente pasara de un lado a otro de la vía. A veces los niños han cruzado por debajo de los vagones, corriendo el riesgo de que el tren echara a andar en ese momento".

A un metro de la vía

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

A la altura del número 21 del paseo de la Esperanza, con las viviendas a un metro escaso de la vía, la existencia de un poste de alta tensión ha requerido la instalación de una verja protectora que, según un informe de la Asociación de Vecinos de Arganzuela, "facilita el cómodo acceso de los rateros a las viviendas". Por otra parte, los terrenos colindantes a la vía férrea son usados indiscriminadamente como vertederos donde se acumulan basuras y materiales de desecho, sobre todo los solares existentes junto a la plaza de Santa María de la Cabeza, donde los vecinos han de soportar además las molestias ocasionadas por el paso elevado que regula el tráfico en la zona.

Pero el momento más duro llega con la noche. Hasta entonces los silbatos del ferrocarril eran como un elemento más de la actividad diaria. "Por la noche", comenta Joaquín, "los trenes pitan antes de llegar al primer paso a nivel -el otro lo cierran a las diez de la noche- para comprobar si el vigilante a su cargo no está dormido o para saludar a sus compañeros que están en la estación. Con el tiempo te acostumbras a dormir con el ruido del trasiego de los trenes, pero un pitido en mitad de la noche te hace saltar de la cama".

Hace dos semanas, los vecinos de las viviendas próximas a la estación de Peñuelas se alarmaron ante la segunda explosión que se ha producido en la instalación ferroviaria en poco más de un mes y que causó la muerte de Juan Vallejo Muñoz, de 32 años, empleado de Renfe. Unos bidones de nitrocelulosa en polvo -sustancia altamente inflamable- adquiridos a una compañía húngara por la empresa Químicas Ibérica, SA, estallaron por primera vez el 27 de junio, cuando se procedía a su descarga. La misma sustancia, almacenada todavía en los andenes de la estación mientras se determinaba quién debía retirarla, estalló el 12 de agosto y produjo una lluvia de fragmentos metálicos de los bidones en un radio de 200 metros. Algunas personas presentaron denuncia ante el juzgado de guardia y ofrecieron como prueba piezas de metal de hasta medio metro de diámetro.

Los vecinos aseguran que por Peñuelas circulan mercancías peligrosas. "Con bastante frecuencia", atestiguan, "pasan vagones con el distintivo de la calavera y la leyenda de "Muy peligroso". Desde 1975, las repetidas protestas de la comunidad de propietarios del bloque de viviendas situado en el número 144 de la calle de Toledo y las de la asociación de vecinos Unidad de la Arganzuela no han conseguido resultado alguno por parte de Renfe. En un informe técnico de 1979, la Delegación de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento instaba a Renfe para que adoptara "medidas correctoras" referentes al nivel de ruidos y a las vibraciones en edificios colindantes a la vía.

Sin embargo, y con fecha de 28 de septiembre de 1984, la Concejalía de Urbanismo e Infraestructura comunica en carta dirigida a uno de los miembros de la asociación de vecinos que los hechos denunciados "caen fuera de la competencia del Ayuntamiento". Con posterioridad, representantes de los vecinos han mantenido reuniones con el alcalde, Enrique Tierno, y el concejal de Urbanismo e Infraestructura, Jesús Espelosín, que anunció la creación de una comisión mixta con Renfe para comenzar las obras de acondicionamiento después del verano.

Por su parte, la concejala presidenta de la Junta Municipal del Distrito de Arganzuela, Francisca Martínez Garrido, asegura que "desde hace tiempo no se ha podido encontrar un interlocutor válido en Renfe para abordar el tema". "La Junta Municipal", añade, "reclamó entonces la presencia del director general de Infraestructura y Transporte, Antonio Alcaide, para que pudiera comprobar la lamentable situación derivada de los pasos a nivel y de los ruidos. La última respuesta de Renfe es de diciembre del año pasado, y, lo único que se nos dice es algo que ya sabíamos: que la estación de Peñuelas se va a trasladar a Coslada". Tampoco se ha recibido en la junta un informe solicitado a la compañía ferroviaria sobre la naturaleza de las mercancías que pasan por Peñuelas.

Todo legal

Un portavoz de Renfe señala que Ias mercancías altamente peligrosas son desviadas por la línea de circunvalación de Vicálvaro, y las que llegan a Peñuelas, como aduana interior que es, provienen de fuera de España y cumplen todas las normas internacionales en materia de seguridad". En cualquier caso, la existencia de una aduana de esta naturaleza en pleno casco urbano es algo inusitado en una ciudad de las características de Madrid.

Más de dos kilómetros hacia el Oeste, y después de haber recorrido un tramo subterráneo, algunos trenes depositan sus mercancías en la estación del paseo Imperial, cerca del estadio Vicente Calderón. La estación, cuyas vías férreas se encuentran en esta ocasión a más de 50 metros de las viviendas más próximas, ofrece el aspecto de estar en desuso, con grandes cantidades de carbón y madera almacenadas en los andenes y en el amplio solar que ocupa. Otra de las molestias que tienen que soportar los vecinos que habitan las viviendas del paseo Imperial y calles adyacentes es el fuerte olor a cebada que emana de una fábrica de cerveza que tiene instaladas sus destilerías en la zona.

El tráfico diario que ocasiona la Estación Sur de autobuses provoca numerosas congestiones en la calle de Palos de Moguer y sus inmediaciones. El ruido que proviene de la megafonía de la estación y de la actividad en los andenes, así como la contaminación por el continuo fluir de vehículos, ocasionan problemas añadidos a una zona que ya de por sí soporta una gran densidad de tráfico rodado.

El aislamiento de la M-30 con vallas protectoras que separan el tráfico rodado de las zonas peatonales, así como la instalación de pasos elevados, han solucionado la problemática que suscitó la construcción de este cinturón vial. En cualquier caso, la M-30 impide que los vecinos puedan disfrutar de la ribera del Manzanares, cuyo aspecto actual, después de la puesta en marcha del Plan de Sanidad Integral, dista mucho de aquel foco de contaminación y malos olores que fue hasta hace poco tiempo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_