Ortega y las mujeres
No hace mucho se publicó una serie de artículos en los que se comentaba la actitud que ciertos hombres más o menos célebres habían tenido en relación a la mujer o, mejor, a la "cuestión de la mujer".En la nota dedicada a Ortega y Gasset, al parecer como resultado de una lectura fragmentaria (lo que, quizá, sea periodísticamente inevitable) se le presentaba como una especie de macho celtíbero remojado en galantería de Grand Hotel.
Ortega, que opinaba que la verdad se inventa (y aquí mismo podría terminar esta carta), era un pensador contradictorio, en perpetua revisión, que alternaba la reflexión rigurosa con el humor desenfadado. Cualquiera que entre en su obra puede encontrar lo que desee, especialmente si ya ha decidido de antemano qué quiere encontrar. Así, los testimonios de su presunto machismo o de su sensibilidad ante el problema femenino son igualmente abundantes. Yo sólo quiero comentar uno, porque es poco conocido y ejemplar: hablando en el Centro Italiano de Estudios Humanísticos y Filosóficos de Múnich, y habiéndose referido a la causa de la decadencia del Imperio Romano, aprovechó para formular un homenaje a Séptimo Severo, paradigma de energía inteligente. "Para que nada le faltase", dijo Ortega, "es capaz de enamorarse y de perderse con una de las mujeres más maravillosas de la historia: la genial fémina siria que se llama Julia Domna. Naturalmente", continuó, "el hecho de que valore tan alto este detalle hará que los profesores me lo tomen a mal: pero yo no vivo de ni para los profesores. Ellos escriben historias donde no hay más que hombres. Quisiera reparar su olvido, pues veo que la mitad de la humanidad es femenina y con su genuino ser femenino ha hecho algo y más que algo importante históricamente".
Y ya que estamos en Múnich, vale la pena recordar también -para matizar alguna hipótesis de reciente circulación- que en esa misma conferencia Ortega ridiculizó a quienes desean volver al pasado, "por ejemplo, al tiempo de la Contrarreforma" (alusión evidentísima) y fustigó a los grupos armados pagados para imponer intereses políticos y económicos, calificándolos de "grupos fascistas". Por último, dijo magistralmente que en las guerras civiles no se combate, sino que se asesina (y no habló de buenos y de malos). Todo esto dijo Ortega, el español, ante un público de profesores alemanes en un centro de estudios italiano, a menos de 10 años de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.-
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