El muro de Berlín, símbolo de la división alemana, cumplió ayer 24 años
El muro de Berlín es un "anacronismo", dice el ministro de Relaciones Interalemanas de la República Federal de Alemania (RFA), Heinrich Winddlen. Pero un anacronismo que ayer cumplió 24 años y que no parece que vaya a desaparecer. Como para demostrarlo, la República Democrática Alemana (RDA) realiza trabajados de modernización. En la antigua capital del Reich coinciden dos exposiciones, una a cada lado del muro, en las que se plasman con claridad los esfuerzos de interpretación que de la historia alemana hacen los dos Estados surgidos de ella, y que marca la trinchera ideológica y militar que parte el corazón de Europa.
En la RFA permanece la polémica sobre la interpretación histórica del 8 de mayo de 1945, fecha de la caída del nazismo. ¿Se consumó la liberación de los alemanes de un régimen criminal o, por el contrario, sobrevino. el triste fin de la nación alemana, dividida en dos Estados antagónicos y expulsada de territorios que durante siglos consideró propios?Hoy, sectores conservadores del electorado democristiano, en el poder, tienden a veíla principal injusticia de la guerra en la división alemana y la expulsión de 12 millones de alemanes de los territorios orientales, ahora integrados en Polonia, la URSS y Checoslovaquia.
Muchos políticos democristianos dependen de los votos de los vertriebenen (expulsados) y lanzan, por ello, consignas que piden la revisión de las fronteras, que son replicadas en el seno mismo del Gobierno por los liberales. En más de una ocasión, estas manifestaciones electoralistas públicas han frustrado un acercamiento real entre los dos Estados alemanes.
En la RDA, oficialmente, sólo existe la versión que presenta al pueblo alemán como culpable, si bien finalmente recompensado por la generosidad de la URSS y de la Historia, con la construcción de un Estado socialista.
En el edificio del Reichstag (Parlamento), cuyo incendio provocado en 1933 desató la persecución de los comunistas por los nazis, y cuya imagen de 1945 con la bandera roja ondeando en su tejado fue el símbolo de la derrota nazi, una gran exposición, ahora actualizada, muestra desde hace 14 años la historia alemana desde el Congreso de Viena, en 1815, hasta hoy. El éxito de público es enorme.
El Reichstag se encuentra pegado al muro, en Berlín Oeste. La exposición muestra, la historia desde una perspectiva política pluralista e intenta paliar los perjuicios que para la memoria histórica tuvo el pacto de silencio que en los primeros años de la re, pública se impuso para hacer posible la convivencia.
Una historia dura
Al otro lado del muro, en la otrora mundana avenida Unter den Linden, frerite a la plaza Bebel, donde en mayo de 1933 se celebró el aquelarre de la que ma de libros, una exposición titulada La patria socialista RDA presenta una historia dura y combativa de un país socialista que, a pesar de las agresiones y presiones del imperialilmo, ha seguido un rumbo alemán trazado por Marx, Engels, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. La dificultad de explicar desde esta óptica el levantamiento obrero del 17 de junio de 1953 contra las tropas soviéticas, en Berlín, se evita mediante la simple omisión.
La construcción del muro de defensa antifascista (terminología oficial), se explica con la necesidad de poner coto a la subversión imperialista procedente de Berlín Oeste, para lo que se presentan supuestas pruebas como propaganda antisoviética, novelas bélicas filonazis y utensilios de espionaje.
Alemania Oriental ha superado ya, sin embargo, la fase de culpabilidad histórica que hacía de ella una patria sin historia. La estatua ecuestre de Federico el Grande de Prusia volvió hace unos años a la avenida Unter den Linden. Los esfuerzos de reconstrucción de monumentos históricos son ingentes, y si el pasado año las autoridades se volcaron en grandes celebraciones para conmemorar a Lutero, también se homenajea a Goethe, Bach y a otros célebres alemanes nadano específicamente identificados con la lucha social, para integrarlos en su propia historia.
En Berlín, el muro confiere presencia física cotidiana a la división alemana, que por voluntad occidental se mantendrá en provisionalidad indefinida, y cuya superación los alemanes consideran una utopía deseable y los Estados vecinos un imposible. Los alemanes de ambos la dos tienen un bienestar mayor que los otros países de sus respectivos bloques y prestigio internacional para sus Estados. Visto así, y así lo ven también muchos ciudadanos de la RFA y la RDA, el pueblo alemán no ha salido tan mal parado de la trágica aventura a la que fue conducido a partir de 1933.
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