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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'cumbre' de Casablanca

LA CUMBRE, extraordinaria de la Liga Árabe, convocada en Casablanca por el rey Hassan II, a pesar de prolongarse 24 horas más de lo previsto, no ha alcanzado ningún objetivo sustancial. La convocatoria de esta reunión fue para muchos una sorpresa; la iniciativa marroquí estuvo condicionada, en no. pequeña medida, por el interés del rey Hussein de Jordania en obtener el máximo apoyo a sus planes sobre la cuestión palestina. Por otro lado, son bastante obvias las razones por las cuales Hassan II quería hacer una demostración de su capacidad de convocatoria y borrar en cierto modo los momentos poco brillantes que la diplomacia marroquí ha vivido en los últimos tiempos. Sus repetidos esfuerzos por convertir la unión libio marroquí, firmada hace un año en Uxda, en el punto de partida de una integración de los países del Magreb han sufrido un fracaso evidente. La convocatoria de la reunión de Casablanca tendía, pues, a devolver al rey de Marruecos cierto protagonismo en la escena internacional.El momento no estaba mal elegido: no cabe duda que se han perfilado, durante el último año, cambios interesantes en algunas de las cuestiones más controvertidas que dividen al mundo árabe. En determinados temas, considerados hace unos años con una visión casi exclusivamente pasional, prevalecen ahora actitudes más realistas y racionales. El retorno de Egipto a un papel activo en el seno del mundo árabe es ya una realidad de hecho, por encima de los formalismos; su presidente, Mubarak, es consultado por otros líderes árabes ante cuestiones fundamentales; el presidente de la OLP, Arafat, encontró en El Cairo un apoyo decisivo en fases particularmente difíciles de su andadura política. Por otra parte, en la cuestión palestina, sin duda la que ha centrado la atención y la actividad política del mundo árabe en los últimos años, se han abierto nuevos horizontes. El acuerdo logrado en Amman por el rey Hussein y Yasir Arafat traza un camino concreto que puede conducir al inicio de negociaciones, en diversas etapas, primero con EE UU y ulteriormente con Israel. La reunión de Casablanca necesitaba impulsar la solución de problemas de este género, que han tenido ya cierta maduración previa, para que sus resultados puedan ser considerados como positivos.

Con todo, cabe subrayar que la cumbre árabe, por fin, se ha celebrado. Puede parecer una perogrullada, pero merece ser señalado. Recordemos que, en no pocas ocasiones, reuniones de ese género han sido anunciadas, preparadas, y luego suspendidas. Pero en la lista misma de los participantes destacan más las ausencias que las presencias. El caso más chocante es el de Libia. Al año de la proclamación solemne de la unión entre Libia y Marruecos, y cuando acaba de constituirse el Parlamento conjunto de los dos países, el coronel Gaddafi ni asiste ni delega a nadie a la reunión de Casablanca. Ello constituye una demostración, no la primera pero sí la más llamativa, del carácter táctico y endeble de dicha unión.

Una vez que Siria, Argelia, Yemen del Sur y Libia decidieron no asistir a la reunión de Casablanca, quedaba descartada la posibilidad de que ésta pudiese ser un lugar de encuentro entre los máximos dirigentes del inundo árabe de las diversas tendencias. Pero seguía abierta otra posibilidad interesante: que una cumbre de países árabes moderados refrendase el proyecto jordano-palestino, potenciando así la presión sobre EE UU para que acepte las negociaciones sobre la base de dicho proyecto; y para que a su vez una actitud más positiva de Washington pueda influir sobre Israel. Tampoco este resultado ha sido alcanzado. El factor esencial que lo ha impedido ha sido la decisión, anunciada a última hora, del rey Fahd de Arabia Saudí de no asistir a la cumbre de Casablanca. Solamente 10 jefes de Estado (entre los 21 miembros de la Liga Árabe) han estado presentes, con otros seis participantes de rango menor. El trasfondo político de la ausencia del rey Fahd es sumamente significativo. No cabe duda que refleja una voluntad de evitar el enfrentamiento directo con la actitud del presidente sirio, Hafez el Assad. Actualmente el crecimiento del papel de Siria en Oriente Próximo, como consecuencia principalmente de la evolución en Líbano, es un hecho objetivo, por encima de la escisión entre revolucionarios y moderados. La oposición total del presidente Assad al proyecto jordano-palestino influye incluso sobre el sector moderado del mundo árabe. Esa es la causa de que la cumbre no haya podido superar el techo de las generalidades.

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